Segundo domingo después de Pentecostés

Ver, juzgar, actuar… este proceso que usamos hoy para evaluar una situación pastoral parece reflejarse en esta lectura del evangelio de Mateo.

Matthew 9:37
"The harvest is plentiful, but the laborers are few." Photo by Vu Viet Anh on Unsplash; licensed under CC0.

June 14, 2020

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Comentario del San Mateo 9:35—10:8 [9-23]



Ver, juzgar, actuar… este proceso que usamos hoy para evaluar una situación pastoral parece reflejarse en esta lectura del evangelio de Mateo.

Jesús ve la necesidad de la gente que estaba desamparada y dispersa como ovejas sin pastor; juzga o concluye que la necesidad es que otros ministros sean enviados; y actúa, enviando a los doce a las “ovejas perdidas de la casa de Israel” (10:6). Pero esta lectura pone en relieve el gran abismo entre la necesidad y los pocos recursos disponibles para colmarla.

Las lecturas de este domingo y el pasado presentan el envío de discípulos hacia dos tipos de personas. El domingo pasado, en Mateo 28:16-20, Jesús envía a sus discípulos a “todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,” después de los eventos de su muerte y resurrección (28:19). Sin embargo, en la lectura de hoy, vemos que envía a sus discípulos a un grupo más limitado diciendo:

A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: “Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis,
sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Y yendo, predicad, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado.’
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (10:5-8).

El ámbito y la amplitud de este envío parece ser más restringido. Envía a los discípulos a la casa de Israel (no a las naciones), anunciando la cercanía del reino y haciendo gestos de misericordia—sanando enfermos, limpiando leprosos, resucitando muertos, echando fuera demonios. Este es un encargo abrumador y sin límite para un pobre ser humano, un discípulo que ha seguido al maestro, sirviendo, pero que no ha tenido que tomar responsabilidad por el anuncio y los signos de poder y gracia. ¿De dónde vendría esta sabiduría y poder? “[Jesús] llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros, para que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (10:1). En esta lectura, los discípulos deben imitar a su maestro, y esto incluye anunciar y realizar los mismos signos que caracterizaron a los profetas para el pueblo de Israel, quienes “funcionaron como intermediarios entre el mundo humano y el divino.”1

Aún más, Mateo añade un nivel simbólico a este envío de doce discípulos hacia el pueblo de Israel. Las doce personas enviadas no son anónimas; tienen nombre y son enviados a las “ovejas perdidas” de Israel. El número doce recuerda a las doce tribus, a los descendientes de Jacob que salen de Egipto y entran en la tierra prometida. Sin embargo, estas mismas tribus son dispersadas a través del mundo cuando los reinos de Israel (721 AC) y Judá son (597-38 AC) son destruidos por sus enemigos. El término “ovejas perdidas” muchas veces se refiere en el Antiguo Testamento a los israelitas dispersos por el mundo, por haberse alejado de los mandamientos de Dios:

La metáfora de las ovejas que se han extraviado se produce en tres casos en las escrituras hebreas: Salmo 119:176, Jeremías 50:6 y Ezequiel 34. El uso en el Salmo 119 es por un siervo del Señor, que es una oveja perdida, aunque en este caso esta oveja perdida no se ha olvidado de los mandamientos del Señor. El uso en Jeremías se da en el contexto de un pueblo del Señor perdido… La gente ahora está “perdida” espiritualmente por sus acciones corruptas y porque sus líderes los han extraviado… Los líderes también están espiritualmente perdidos ya que están liderando en la dirección equivocada. El uso en Ezequiel 34 es similar al de Jeremías; la casa de Israel se pierde física y espiritualmente. Esta comprensión de todo Israel como la “oveja perdida” continúa en el cristianismo…2

Es posible que Mateo se refiera no solamente a la gente que vivía en el ámbito de Palestina en el tiempo de Jesús, sino también a los judíos dispersos por el mundo. Así el texto afirma la misión hacia los lectores originales de este evangelio, que serían judíos cristianos adentro y afuera del territorio de Judá.

Pero, ¿no habla Jesús de la salvación para todos/as en el evangelio de Mateo? Es lo que encontramos precisamente en la lectura de la semana pasada, en la gran comisión:  un envío a todas las naciones. El  envío en el texto para este domingo se basa en un concepto que viene del Antiguo Testamento, en el cual el pueblo de Israel es escogido para traer la salvación al mundo: “Con el abundante uso de Isaías por parte de Mateo (Is 49: 6), aunque no se diga explícitamente en el evangelio, se entiende que todos los pueblos pueden ser salvos. La casa de Israel se da como luz a las naciones para que la salvación llegue al mundo.”3

¿Por qué vemos dos “envíos” en un mismo evangelio? Si leemos estos dos envíos dentro de la secuencia del evangelio (y no en la secuencia del leccionario), se nota un movimiento que empieza con lo próximo, y que se amplía e impulsa la irrupción del reino de los cielos en el mundo entero. Para los lectores originales del evangelio de Mateo, la compasión, el interés por el sufrimiento de otras personas, el envío de discípulos para tocar la vida cotidiana de personas desdichadas demostraba la magnanimidad de Jesús. En el ambiente de la comunidad de Mateo, la magnanimidad se demuestra a través de acciones que benefician a otras personas y no a la persona que actúa.4 Al ampliar el envío hacia los gentiles, el evangelio de Mateo representa la magnanimidad de Dios hacia el mundo entero.

Ver, juzgar, actuar… ¿qué haría Jesús con este proceso hoy en día? Si leemos con cuidado la lectura de hoy, vemos que Jesús quizás añade un paso más: “A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (9:37-38). Esta oración presupone que Dios responde a la necesidad, porque es un Dios a quien le interesa la condición humana y que es capaz de ser generoso y magnánimo. Más aún, la oración es lo que colma el gran abismo entre la necesidad y los pocos recursos disponibles para el trabajo pastoral, porque la dinámica y el poder que llena el vacío es la magnanimidad de Dios. ¿Y nosotros/as en nuestras comunidades? ¿Funcionamos con la imagen de un Dios generoso y magnánimo o nos enfocamos en la falta de recursos? El dicho “ojos que no ven, corazón que no siente,” nos dice, como el evangelio de Mateo, que la generosidad comienza cuando realmente vemos y nos fijamos en la necesidad del prójimo, y enviamos con confianza lo poco que tenemos.


Notas:

1. David L. Petersen, The Prophetic Literature: An Introduction (Louisville, Westminster John Knox: 2002), 7. Traducción de R. Furst.

2. Eric Baker, “Going Only to the Lost Sheep of Israel,” Proceedings, January 2003, 82. Traducción y adaptación de R. Furst.

3. Eric Baker, “Going Only to the Lost Sheep of Israel,” Proceedings, January 2003, 86.

4. Jerome Neyrey, Honor and Shame in the Gospel of Matthew (Louisville, Westminster John Knox: 1998), 124. Adaptación de R. Furst.