Cuarto Domingo de Adviento

Cuando hacer justicia es cuidar

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Image: Carlo Carlone, Detail from "The Annunciation to St. Joseph." public domain, via Wikimedia commons.

December 21, 2025

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Comentario del San Mateo 1:18-25



El relato del nacimiento de Jesús en Mateo no comienza con ángeles cantando ni con escenas romantizadas. Comienza con un conflicto íntimo: un hombre justo, una mujer vulnerable y un embarazo que despierta una dolorosa lucha interior. Antes de que aparezca el pesebre, antes de pronunciarse el nombre de “Jesús,” la historia del Mesías pasa por la conciencia herida de un joven carpintero de origen humilde que no sabe qué hacer.

José está atrapado entre la ley, el miedo y el amor. Lo que descubre no solo pone en riesgo su buen nombre; sacude su vida entera. Sin embargo, allí donde muchos habrían respondido con despecho o abandono, José decide cuidar. Su justicia nace de una decisión profunda que acerca su corazón al corazón de Dios: proteger la dignidad de María más allá de cualquier obligación legal.

Mateo presenta a José como el primero en recorrer el camino del discipulado, mucho antes de que Jesús llame a Pedro o a Juan. José encarna la justicia del reino: una justicia que no aplasta, sino que sostiene; que no expone, sino que protege; que no se aferra al honor, sino que se abre al misterio.

En este pasaje, la fe se expresa en un gesto silencioso de cuidado. Antes de cualquier afirmación cristológica, antes de cualquier discurso mesiánico, el evangelio nos enseña algo esencial: hacer justicia es cuidar. En la decisión humilde de un hombre que elige el camino más compasivo posible, comienza a revelarse el Dios-con-nosotros.

Exégesis y contexto

Mateo 1:18–25 no abre el evangelio con un relato devocional, sino con una escena profundamente humana marcada por la confusión, el dolor y el discernimiento. Antes del nacimiento, Mateo quiere mostrar cómo actúa Dios en la vulnerabilidad humana. La historia de Jesús no comienza de manera fantástica, sino con un conflicto doméstico que amenaza con fracturar una relación y destruir una familia.

  1. José en crisis: un hombre justo ante lo incomprensible (vv. 18–19)

Mateo presenta a José como díkaios, “justo,” y esa palabra es decisiva. Su justicia no consiste en aplicar la ley con rigor—lo que habría implicado exponer a María a la vergüenza pública y a la reprobación social—sino en buscar la salida más humana posible. José siente el peso del deshonor, pero también el valor del amor. No comprende lo que está ocurriendo, pero se rehúsa a herir. Su decisión de “dejarla secretamente” expresa una justicia que protege, no que castiga.

Esta justicia compasiva anticipa el corazón del reino: una justicia que cuida la vida incluso a costa del propio prestigio, que será desarrollada después por Juan en el desierto (Mt 3), por Jesús en su respuesta a Juan encarcelado (Mt 11) y por el llamado a vivir despiertos (Mt 24).

  1. El sueño como espacio de revelación y discernimiento (v. 20)

El ángel no aparece en pleno día, sino en la intimidad de un sueño, allí mismo donde José venía librando su lucha interior. En Mateo, los sueños son un canal legítimo de revelación: un espacio donde Dios toca la conciencia y conduce al discernimiento. La frase “no temas recibir a María tu mujer” reconoce el miedo real de José al juicio, al error y al futuro. El mensaje subraya que Dios está actuando incluso en situaciones que parecen desconcertantes. La concepción por el Espíritu Santo no describe un mecanismo biológico, sino una afirmación teológica: Dios abre camino donde la percepción humana solo reconoce caos.

  1. Jesús y Emanuel: identidad y misión (vv. 21–23)

El ángel encomienda a José un acto decisivo: poner nombre al niño. Al hacerlo, José adopta legalmente a Jesús y lo incorpora a la casa de David. El nombre “Jesús”—“Dios salva”—anuncia su misión: liberar de todo lo que destruye la vida. Esta salvación se hará visible más adelante en las obras de misericordia de Jesús (cf. Mt 11:4–5).

El título “Emanuel”—“Dios con nosotros”—relee Isaías 7:14 desde la experiencia cristiana. Así como el nacimiento de un niño fue signo de esperanza en tiempos de Acaz, el nacimiento de Jesús revela definitivamente que Dios acompaña, sostiene y renueva. Mateo no cita Isaías como predicción literal, sino como clave hermenéutica: Jesús es la expresión viva de la fidelidad de Dios.

  1. La obediencia que cuida: José como primer discípulo (vv. 24–25)

El relato culmina con dos gestos sencillos: José recibe a María y pone nombre al niño. En un contexto donde el honor masculino dictaba reacciones duras, José elige proteger. Su obediencia redefine la justicia como cuidado y lo convierte en el primer discípulo del evangelio: alguien cuya fe se expresa en acciones concretas, no en palabras. La paternidad legal que asume no solo integra a Jesús en la historia de Israel, sino que expresa la espiritualidad del reino: autoridad entendida como servicio y responsabilidad amorosa.

El texto y su sentido teológico

  1. El sueño como revelación interior

En la tradición de Mateo, el sueño no es un recurso mágico, sino el espacio donde la revelación divina alcanza la profundidad de la conciencia. Dios no irrumpe desde fuera, sino que despierta desde dentro la capacidad de actuar de acuerdo con lo más verdadero que emerge en el corazón humano. José no responde a esa revelación con palabras, sino con decisiones responsables.

  1. Emanuel: Dios presente en la fragilidad

“Emanuel” resume la cristología mateana: Dios se hace presente en la vulnerabilidad humana. El relato lo muestra en un embarazo inesperado, una familia en crisis y un joven que no encuentra respuestas. Dios no irrumpe desde el poder, sino que se revela en la fragilidad que busca ser sostenida. Esta intuición debería atravesar nuestras prácticas pastorales y comunitarias: Dios se acerca allí donde la vida reclama cuidado.

  1. La salvación como restauración de la vida

La salvación que Jesús trae no es evasión ni espiritualismo, sino restauración: sanar, perdonar, levantar, dignificar, abrir futuro. El nombre anunciado en el sueño anticipa lo que el evangelio mostrará en la práctica: la presencia de Jesús es buena noticia para quienes viven al borde de la desesperanza.

  1. La colaboración humana en el proyecto de Dios

En Mateo, Dios actúa, pero lo hace siempre en sinergia con el corazón humano. La concepción es obra del Espíritu, pero el Mesías recibe su nombre porque José actúa. Jesús trae salvación, pero su misión toma cuerpo en comunidades que acogen, cuidan y acompañan. José encarna esta espiritualidad del reino: su gesto humilde hace posible la historia del Mesías. En su cuidado vemos cómo Dios se acerca: con ternura, misericordia y paciencia, despertando en nosotros la capacidad de proteger la vida.

Camino a la predicación

¿Cómo discernir la forma en que Dios sigue encarnándose en un mundo atravesado por miserias y fragilidades? José nos ofrece una clave improbable y audaz: la justicia del reino se manifiesta como cuidado, y ese cuidado—ayer y hoy—es un acto profundamente contracultural.

No es novedad afirmar que nos encaminamos hacia un futuro de mayor soledad, irrelevancia social y desvinculación. Si los diagnósticos de pensadores contemporáneos como Byung-Chul Han y Yuval Noah Harari, entre otros, contienen algo de verdad, la pregunta que late en este pasaje se vuelve urgente: ¿dónde volveremos a aprender a cuidar en un mundo que ya no sabe hacerlo?

El relato de José insinúa una respuesta. El cristianismo nació precisamente como un espacio donde el cuidado se convertía en resistencia. Las primeras comunidades eran vistas con sospecha en el mundo grecorromano porque hacían algo que desafiaba el orden social: cuidaban a los enfermos, acogían a quienes no tenían honor, protegían a viudas, esclavos, extranjeros y niños abandonados. En una sociedad donde la misericordia se percibía como debilidad, estas prácticas resultaban amenazantes (cf. Hch 16:21). Ser compasivo implicaba quedar fuera de lugar. Era subvertir la lógica del Imperio.

Por eso José es tan significativo. Él inaugura, incluso antes del nacimiento de Jesús, la espiritualidad del reino: justicia que protege, fidelidad que acompaña, amor que resiste al miedo. Su decisión de cuidar a María—contra el prejuicio social, contra una lectura rígida de la ley, contra el instinto de preservar el honor—es el primer gesto evangélico del Nuevo Testamento. Es la primera encarnación de Emanuel: Dios está con nosotros cuando cuidamos al otro y a la otra.

Predicar este texto es afirmar que las comunidades de fe, aunque pequeñas y frágiles, están llamadas a ser lugares de resistencia humanizadora. No una resistencia coercitiva ni partidista, sino la resistencia humilde y comprometida que nace de la compasión. Lugares donde se sostiene la vida cuando todo alrededor la precariza; donde se escucha cuando otros cierran los oídos; donde se abraza cuando otros se alejan; donde se acompaña cuando otros abandonan; donde se cuida cuando el mundo se rinde a la frialdad que se impone en nuestras relaciones.

José nos enseña que la justicia del reino no consiste en dominar el misterio, sino en dar un paso hacia el cuidado aun cuando el corazón está temblando. La predicación puede convocar a la comunidad a ese tipo de discipulado: un discipulado que mira a su alrededor y decide—como José—que la dignidad del otro vale más que la propia reputación, que la compasión vale más que el orgullo, que la vida vale más que la norma.

En una época en que proliferan discursos que desprecian la empatía—y que por ello resultan profundamente deshumanizantes—las comunidades de fe pueden ser de los últimos lugares donde aún se cultive el arte de cuidar. No como nostalgia de un pasado idealizado, sino como anticipo del reino. En cada gesto concreto de acompañar a quienes han sido vulnerados por los sistemas sociales y religiosos—la familia migrante, la comunidad LGBTQ, el adulto mayor invisibilizado, la persona enferma sin red de apoyo—sigue naciendo Emanuel.

Nos resta invitar a nuestras comunidades a un acto de vigilancia espiritual: estar atentos al modo en que Dios sigue naciendo en la fragilidad de quienes necesitan ser cuidados/as. Allí, en cada gesto que protege la vida del otro y de la otra, el evangelio vuelve a encarnarse: allí nos visita Dios.

Bibliografía

Brown, Raymond E. Introducción al Nuevo Testamento. Estella: Editorial Verbo Divino, 2006.

Evans, Craig A. Matthew. New Cambridge Bible Commentary. Cambridge: Cambridge University Press, 2012.

Harrington, Daniel J. The Gospel of Matthew. Sacra Pagina Series 1. Collegeville, MN: Liturgical Press, 2007.

Malina, Bruce J. y Richard L. Rohrbaugh. Social-Science Commentary on the Synoptic Gospels. Minneapolis: Fortress Press, 2003.

Pagola, José Antonio. El camino abierto por Jesús: Mateo. Madrid: Ediciones PPC, 2010.

Torres Queiruga, Andrés. Recuperar la salvación: para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2008.

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Photo by Jon Tyson on Unsplash; licensed under CC0.

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