Comentario del San Marcos 13:24-37
El tiempo de Adviento ha de servirle a la Iglesia como anuncio de las posibilidades que existen en nombre del Dios que se manifiesta y camina entre su pueblo.
El texto del evangelio de S. Marcos que nos ocupa durante este primer Domingo de Adviento nos recuerda la promesa del retorno de Cristo. Sin embargo, este particular pasaje en el que el Leccionario nos invita a reflexionar debe ser leído y entendido desde su propio contexto histórico, sociológico y religioso. De lo contrario se pueden hacer interpretaciones deshonestas que no han de edificar a la congregación.
Siendo que el tiempo de Adviento es uno de espera, es propicio que comencemos nuestras lecturas dominicales con una porción de las buenas nuevas que giran en torno a la espera por la manifestación de Cristo.
Los versos que leemos se encuentran como parte de un discurso más amplio. Este discurso es comúnmente conocido como “el pequeño Apocalipsis” y se encuentra en los tres evangelios sinópticos (S. Marcos 13, S. Mateo 24 y S. Lucas 21.5-38). En él se escucha a Jesús dar algunas sugerencias de lo que la persona creyente puede experimentar mientras esperamos el regreso glorioso del Mesías. Sin embargo, es importante el contextualizar este pasaje para poder entender la profunda dimensión espiritual y alegórica del mismo.
Contexto de la profecía
La mayoría de las personas estudiosas de la historia de los textos bíblicos concuerdan en que el evangelio de S. Marcos fue escrito durante o justo después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70. Esto nos deja saber que han pasado por lo menos dos generaciones desde que la Iglesia comenzó a tomar forma. Durante este tiempo las persecuciones hacia las comunidades cristianas fueron en ascendencia. Cada vez más personas se sentían decepcionadas por la gran cantidad de tribulaciones a las que eran sometidas. Este evangelio en particular trata de ofrecer una visión de Jesús como la esperanza en medio de tales persecuciones.
Debido a las persecuciones a las que las comunidades cristianas eran sometidas, es pues de entenderse porqué la persona de Jesús en S. Marcos habla en forma de acertijos. Ya vemos esto establecido en S. Marcos 4.11b-12a. En ese momento, Jesús le dice a quienes le siguen: “A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, por parábolas todas las cosas, para que viendo, vean y no perciban […].” Esta forma de enseñanza le es ahora propicia al evangelista. Esto es así pues al utilizar lenguaje alegórico, éste puede comunicarse claramente con el grupo de creyentes mientras al mismo tiempo les ofrece protección en caso de que quienes le persiguen encuentren los escritos.
La lectura que nos ocupa está bien cimentada en la experiencia de persecución del pueblo cristiano primitivo. Este contexto histórico ha de servir como marco de referencia a la predicadora y al predicador al momento de hacer uso de esta lectura.
El mensaje de expectación
Para un pueblo que ha estado en persecución, el mensaje de Jesús en el texto de S. Marcos es uno de reafirmación. Durante todo el discurso, Jesús llama a sus oyentes a estar a la expectativa. Dentro de la perícopa tenemos varios versos que comienzan con las palabras “entonces” y “en aquellos días”. Esto nos deja ver que el discurso pretende llamar la atención de la persona que lee a una serie de eventos que han de estar por ocurrir.
Siendo que el tiempo de Adviento es uno de expectación, este pasaje es perfecto para introducir a la congregación a las celebraciones litúrgicas que han de comenzar. Al mismo tiempo, existen cuatro frases en las cuales la predicadora o el predicador puede concentrarse: Hijo de Hombre, aflicción, “de los cuatro vientos” y velad. Tomemos, pues, éstos para efectos de este comentario.
El Hijo de Hombre y la aflicción de la Iglesia
Dentro de la lectura de S. Marcos, Hijo de Hombre nos ofrece una distinción y título para Jesús de Nazaret que puntualiza su humanidad. Este Jesús que les habla es la Divinidad hecha humanidad. Para un pueblo perseguido, el escuchar que la manifestación última de victoria es la misma persona que es Dios y que es humano debe ser confortante. El escritor de S. Marcos pone esta manifestación del Hijo del Hombre dentro del contexto de la aflicción — o tribulación — que enfrenta la iglesia.
Al recordarle a la comunidad de creyentes que Jesús es el Hijo del Hombre, o sea, el mismo Dios que comparte la humanidad que tenemos, el evangelista nos ofrece una palabra de esperanza. El Dios que se hace carne no se ha de olvidar de quienes estamos todavía en esta etapa de la jornada. Por el contrario, su identificación con la aflicción humana es clave para la victoria que Dios ha de ofrecernos al final de los tiempos. Para los pueblos oprimidos — pueblos hispanos, indígenas, negros, las mujeres, las personas de edad avanzada, etcétera — esta identificación de Dios con la humanidad es muy vigente.
“Y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos…”
La lectura liberadora a la que nos llama el evangelista es precisa para el tiempo de Adviento. La manifestación de Dios en la persona de Cristo es la señal indubitable de que la Divinidad se interesa por toda la gente. Cuando el evangelista pone en boca de Jesús el que el pueblo escogido ha de venir “de los cuatro vientos” lo que se nos presenta es la universalidad de las buenas nuevas. Este pueblo escogido es toda criatura que comparta la humanidad que Dios ha escogido compartir con el ser humano. El advenimiento de Cristo, el cual se comienza a predicar durante esta época litúrgica, es para toda criatura. Nadie se queda fuera de la manifestación triunfante de Dios.
¡Velad!
Finalmente, Jesús nos invita a estar en actitud de alerta. Esto es importante recalcarlo puesto que este texto apocalíptico es frecuentemente tomado fuera de su contexto histórico para confundir a la persona creyente. Aquí tanto el evangelista como Jesús nos recuerdan que la manifestación de Dios — o sea, la parousía — es algo constante. La actitud de la Iglesia ha de ser una de espera activa; trabajando mientras se espera.
Interesantemente, esta invitación a estar en vela con la que termina la perícopa contrasta con las palabras que encontramos unos versos anteriores en S. Marcos 13.30. En esta ocasión, Jesús asegura que su propia generación no pasará antes de que estas cosas acontezcan. Si recordamos, ya han pasado por lo menos dos generaciones desde que esta profecía fue compartida. Es aquí donde vemos el uso de la alegoría en el evangelio.
La predicadora y el predicador harán bien en identificar esta contradicción en el discurso. Siendo que las Escrituras son un documento vivo — Hebreo 4.12 — podemos inferir que ni Jesús ni el evangelista esperaban que sus palabras fueran tomadas de manera literal. Cada generación es la última generación. En cada generación Dios se ha de manifestar y por lo tanto tenemos que siempre estar con nuestros ojos bien abiertos para poder experimentar esta manifestación del Espíritu de Dios.
Conclusión
El comienzo del año litúrgico es un llamado a identificar la manifestación de Dios en nuestras vidas cotidianas. Cuando nos acercamos al pasaje de este Primer Domingo de Adviento con la pasión que el Espíritu de Dios nos provee, veremos en estas palabras un mensaje de esperanza. La persona que predica hará bien en invitar a la congregación a estar siempre en vela; a abrir sus corazones a la sorpresiva manifestación de Dios aún en medio de las tribulaciones y las aflicciones del diario vivir. Esta manifestación de Dios es el milagro diario de la encarnación que el tiempo de Adviento nos va preparando para celebrar.
November 27, 2011