Comentario del San Mateo 2:1-12
La visita de los sabios de oriente es uno de los eventos más distinguidos dentro de la celebración de la Navidad.
Se lo conoce como Epifanía. Este hecho se narra en Mateo 2:1-12. Efectivamente, esta unidad tiene como sujetos a los sabios del lejano oriente (mágoi apó anatolón). En ese sentido, toda la unidad debe leerse en relación a ellos. Esta intenta informarnos de los detalles respecto al viaje realizado por los sabios: su procedencia, su destino, su estado de ánimo, el propósito, las evidencias de su conocimiento respecto al nacimiento del Mesías, Rey.
Si utilizamos nuestra imaginación, podemos establecer el recorrido de los sabios. Ellos elevan su mirada al cielo, ven una estrella no común y se les revela que es la estrella del verdadero Rey de Israel que ha nacido. Eligen los mejores regalos que deben llevar, porque quien ha nacido es un ser especial. Siguen la estrella desde su lugar de residencia, el lejano oriente (apó anatolón), pasan distintos lugares, invierten horas, días y quizás semanas, guiados por ese objeto sobrenatural. La estrella se mueve mientras ellos caminan, se detiene si ellos lo hacen, hasta llegar al destino, donde se encuentra el objeto de su devoción.
En función de ellos aparece en escena Herodes, rey de los judíos, pero paradójicamente, los sabios informan al entonces rey, que el verdadero rey de los judíos ha nacido y que esa revelación ha sido anunciada por su estrella (aster). Hasta este momento, ninguno de los que conocían la profecía había tenido ese privilegio especial de constatarlo personalmente a través de un evento sobrenatural.
Herodes, inducido por el mensaje de los sabios, convoca a los principales sacerdotes y escribas para que le informen todo lo relacionado con el nacimiento del Mesías, Rey. Ellos le confirman que el Rey de los judíos nacería en Belén de Judea, apoyando la palabra de los sabios. De esa manera Herodes llega al convencimiento de que estos extranjeros están diciendo la verdad y tiene en mente usarlos como carnada para llegar al niño, pero de nuevo, el conocimiento y el privilegio de los sabios supera al mismo rey, pues reciben revelación a través de sueños de sus intenciones malvadas. Así haciendo caso omiso a Herodes, regresan por otro camino.
El autor del evangelio se esmera por mostrar la guía divina a favor de los sabios, para que conozcan al Hijo de Dios, y cumplan su propósito de reconocerlo y adorarlo. Una vez que salen de la presencia de Herodes, la estrella los está esperando para conducirlos hasta el lugar donde se da la más grande epifanía de Dios, su Hijo Jesucristo. Al llegar al lugar la estrella se detiene, y ellos se estremecen, regocijándose con un Charán megálen sfódra (gozo extremadamente grande); ese gozo es desbordante, ya que tiene como raíz a Charis (gracia). Gozo provocado por el don de la gracia que tiene como fuente la generosidad del dador, Dios, y envuelve en favores a la criatura que lo recibe.
Al encontrar al niño, “postrándose lo adoraron” (pesóntes prosekynesan) (v. 11). La acción de adorar, solamente se hace frente a alguien que se reconoce como deidad. Esto significa que ellos reconocen que el niño que contemplan es un ser divino.
Antes de salir de sus tierras hacia Belén, habían elegido los mejores regalos que cargarían por varios días para ponerlos a los pies del revelado Rey, pero frente a esos regalos, reciben como premio, el gozo que produce la gracia de Dios. Estos regalos que ofrecen son: oro (chrusós), incienso (líbanos) y mirra (smyrna). Todos los regalos tienen como propósito mostrar la naturaleza y funciones del personaje que los recibe. El oro es símbolo de realeza, dignidad, autoridad y soberanía. Representa gobierno y dominio. El incienso, que se usaba en el servicio a Dios, indicaba reconocimiento de la divinidad; y la mirra, se servía en el templo como uno de los ingredientes del aceite de la santa unción (Ex 30:23-31), con el que se santificaban todos los instrumentos y se consagraba a los sacerdotes para el servicio a Dios. Con mirra también se preparaban los cuerpos para la sepultura (Jn 19:39-40). Los regalos tienen que ver con el reconocimiento de la realeza, divinidad, sacerdocio, pero también de la humanidad del Mesías. De ahí que lo reconocen como Mesías, Dios y Salvador.
Se percibe el interés de quien escribe de exaltar la acción de los sabios. Ellos son sensibles a las señales divinas (la estrella), decididos van en busca del Mesías desde lejanas tierras, son guiados e influenciados por eventos divinos, confirman las profecías respecto al nacimiento del Mesías, pero además, entregan regalos que definen las funciones más importantes del Mesías. De esa manera, los sabios son objetos de la salvación.
Ellos son extranjeros, “paganos,” gentiles a quienes también, se les abre el don inefable de la gracia de Dios. El evangelio abre sus puertas desde su inicio a los extranjeros. Los gentiles que eran llamados “perros” y que provocaban náuseas a los judíos, debido a que se los consideraba indignos. Los gentiles han sido puestos en un plano de privilegio, puesto que reciben el cumplimiento de las profecías por revelación divina. Estos extranjeros confirman y actualizan las profecías escritas en las Sagradas Escrituras judías. De esta manera, el evangelio de la gracia de Dios, rompe con la xenofobia. Pero además, eligiendo a los sabios como objetos de la salvación, deja abierto un lugar para que todos y todas, sin importar nacionalidad, etnia, color, estatus social y género, disfruten de todos los favores de Dios.
January 6, 2013