Ash Wednesday

El Evangelio para el Miércoles de Ceniza presenta un tremendo desafío para quienes deseen predicar sobre este complejo pasaje.

Ash Wednesday Symbols
"Ash Wednesday Symbols" by MTSOfan via Flickr; licensed under CC BY-NC-SA 2.0.

February 18, 2015

View Bible Text

Comentario del San Mateo 6:1-6, 16-21



El Evangelio para el Miércoles de Ceniza presenta un tremendo desafío para quienes deseen predicar sobre este complejo pasaje.

La lectura, que es la misma para los tres años del leccionario, evidentemente omite los vv. 7 al 15, donde se encuentra el Padre Nuestro, la oración modelo que Jesús les enseñó a los suyos. Esto deja un enorme hueco en el desarrollo del argumento, ya que los vv. 5 y 6 son la introducción a dicha oración.

La lectura asignada incluye cuatro pequeñas porciones cuyos temas se relacionan mayormente con la práctica de tres disciplinas espirituales: la limosna, la oración y el ayuno. El evangelista organiza estos dichos de Jesús de la siguiente manera:

  • El v. 1 sirve como introducción a toda la unidad.
  • Los vv. 2 al 4 tratan sobre la limosna, es decir, los donativos a personas pobres y necesitadas.
  • Los vv. 5 y 6 tratan sobre el tema de la oración e introducen el Padre Nuestro.
  • Los vv. 16 al 18 tratan sobre el ayuno como práctica religiosa.
  • Y los vv. 19 al 21 llaman a la audiencia a hacer “tesoros en el cielo,” una decisión que requiere el abandono de toda búsqueda de fama y fortuna.

La introducción indica que el tema de la unidad es las “obras de justicia” que los creyentes (principalmente del judaísmo) debían hacer para ganar méritos ante Dios. En lengua hebrea, estos mandamientos se conocen, en singular, como mitzvah y en plural, como mitzvot. De acuerdo con el judaísmo rabínico suman 613 preceptos que toda persona judía debe observar. En esta ocasión, el texto se enfoca en tres mandamientos: la limosna, la oración y el ayuno.

El texto comienza ofreciendo una directriz general común: estas prácticas espirituales deben estar dirigidas a Dios, no a los demás. No se deben hacer estos mitzvot para buscar el reconocimiento de los demás, sino para agradar a Dios. Por lo tanto, nuestra piedad no debe mostrarse en público y ante la congregación, sino que debe realizarse en privado ante Dios. Debemos entender que esta crítica al despliegue público de la piedad es polémica y que está dirigida principalmente al liderazgo del judaísmo normativo y del sistema rabínico.

Una vez enunciada la directriz general, el texto pasa a considerar la primera disciplina espiritual: la limosna. En griego, la palabra que la versión Reina Valera 1995 traduce al español como “limosna” es eleemosynen, que literalmente significa compasión, misericordia (v. 2). La crítica es severa: “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres” (v. 2). Jesús afirma que quienes ofrecen estos espectáculos religiosos “ya tienen su recompensa,” que es el rechazo de parte de Dios.

El creyente fiel debe dar limosna y practicar obras de misericordia, pero debe hacerlo en secreto, de manera que “no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha” (v. 3). Jesús promete que Dios recompensará en público a quienes mantengan en privado sus actos de misericordia.

Jesús se acerca a la oración, la segunda disciplina espiritual, de la misma manera. La oración no debe ser un espectáculo público, sino una práctica secreta (vv. 5-6). Quienes oran para ser reconocidos por su piedad, también se han ganado el rechazo divino como “recompensa” (v. 5).

Es en este momento que se omiten los vv. 7 al 15, que contienen el texto central de todo el pasaje. En mi opinión, quien quiera centrar su sermón sobre este pasaje en el tema de oración debe referirse también a la oración modelo de Jesús, el Padre Nuestro.

La tercera disciplina espiritual que encontramos en el texto que nos propone el leccionario es el ayuno. Una vez más, la crítica al despliegue público de la piedad es mordaz: “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan” (v. 16). Aquí volvemos a encontrar el estribillo que une a estas críticas de Jesús: quienes hacen un espectáculo público de sus ayunos “ya tienen su recompensa” y también serán repudiados por Dios (v. 16).

El creyente o la creyente que practique el ayuno como disciplina espiritual deberá mostrar su mejor rostro (“unge tu cabeza y lava tu rostro”), tratando de no mostrar señales de que no ha comido durante el tiempo dedicado a ayunar (vv. 17-18). Y, como es previsible, Jesús promete recompensas públicas de parte de Dios a quienes practiquen su piedad en secreto, dirigiendo su mitzvah a Dios: “Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (v. 18).

El pasaje termina haciendo alusión o referencia de nuevo a las ideas presentadas en el v. 1. Recordemos que, según el pensamiento rabínico, los mitzvot acumulaban méritos para el creyente o la creyente ante los ojos de Dios. Jesús retoma este tema en los vv. 19 al 21, cuando exhorta a los creyentes a acumular “tesoros en el cielo” (v. 20) y no en la tierra. En este punto, Jesús agrega la crítica a la acumulación de “tesoros en la tierra” (v. 19) a su reiterada crítica a la práctica en público de las disciplinas espirituales.

En cierto sentido, Jesús critica la teología que ve la acumulación de riqueza como una bendición divina, lo que implica que las personas pobres serían menos piadosas que las adineradas. Jesús nos enseña que las riquezas materiales se deterioran y mueren, porque la polilla y el moho las pueden destruir y los ladrones pueden entrar a robarlas, mientras que los tesoros que el creyente acumula ante los ojos de Dios, por medio de la práctica justa de las disciplinas espirituales, perduran para siempre (vv. 19-20).

El texto termina con palabras muy sentidas, que merecen un sermón por sí solas: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (v. 21). Aquí Jesús, de manera tan sencilla como magistral, resume sus enseñanzas de manera contundente. ¿Por qué debemos mantener nuestra piedad en privado? Porque la piedad debe ser expresión de un corazón que ha encontrado su tesoro en Dios, el “Padre Nuestro” que está en los cielos. Si nuestra piedad está dirigida a Dios, no es necesario desplegarla en público.

Como puede verse, recomiendo que todo sermón sobre este pasaje tome en cuenta el Padre Nuestro como centro de la reflexión.