All Saints Sunday (Year B)

Alguien dijo alguna vez: “Dios es aquel que parece que llega tarde, pero siempre llega a tiempo.”

November 4, 2012

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Comentario del San Juan 11:32-44



Alguien dijo alguna vez: “Dios es aquel que parece que llega tarde, pero siempre llega a tiempo.”

El relato sobre la resurrección de Lázaro marca los pasos finales de Jesús en su camino hacia la cruz en Jerusalén. Es paradójico que Jesús da vida a Lázaro, pero dicho milagro más bien marca los eventos subsecuentes para su propia muerte.

El evangelio de Juan, en cuanto a contenido teológico, es un argumento persuasivo para la divinidad de Jesús. Se concentra en presentar a Jesús como el Verbo, es decir, Dios (1:1) que se hizo carne (1:14). Juan relata meticulosamente las declaraciones y describe los milagros de Jesús que sólo pueden atribuirse a Dios mismo. En este sentido, su evangelio no es tanto un recuento de la vida de Jesús como una clara presentación de su deidad. Cada capítulo presenta evidencia tanto de señales como afirmaciones de su autoridad divina. Así pues, no es de extrañarnos que Juan coloque a Jesús diciendo: “Yo soy” en diferentes instancias (véanse 14:6 y 11:25, entre otros ejemplos).1

Nuestra perícopa es un relato de milagros. En Juan los milagros se conocen como señales o signos (gr. semeion), y a través de estos signos, los seres humanos no son llamados a la conversión, no son invitados a entrar en el reino: simplemente se los exhorta a creer en Jesús.2 Esta exhortación a “creer” juega un papel importante en todo el relato sobre la muerte y resurrección de Lázaro (vv.15, 25, 26, 40, 42), pues Jesús mismo habrá de afirmar el propósito de este enfrentamiento con la muerte: “para que creáis; pero vamos a él” (v.15); “para que crean que tú me has enviado” (v.42b).

Jesús ya ha tenido el encuentro con Marta (v.20), mientras que María se había quedado en la casa. En el v.32 se da el encuentro entre el Maestro y María. Juan indica que “al verlo, se postró a sus pies.” Harrisson advierte que tal acción evoca al mismo tiempo reverencia e impotencia ante la difícil situación que vive la familia.3 Es común que ante experiencias y noticias trágicas el ser humano se sienta quebrantado emocionalmente hablando. Arrojarse a los pies de Cristo (metafóricamente hablando), resulta para la mayoría de los creyentes una forma de asumir esperanza ante las crisis que se viven en esta vida. De rodillas: oramos, rogamos, pedimos, en fin, nos agarramos de toda posibilidad de luz que Dios nos pueda ofrecer. María dice: “si hubieras estado aquí”, con lo cual repite las mismas palabras que había dicho Marta en el v.21. Seguramente habían expresado este pensamiento entre ellas en los días previos al arribo de Jesús.     
 
Resulta evidente que toda esta situación conmueve a Jesús (vv.33, 35). Jesús “se estremeció en espíritu y se conmovió” (v.33). Frente a la tumba “Jesús lloró” (v.35). Su compasión por el dolor ajeno lo hizo llorar. También puede ser que sintió verdadera empatía por la muerte que Lázaro tuvo que soportar.4 Este acto de empatía de Jesús confirma que cuando el Verbo de Dios se hizo carne (Jn 1:14), sucedió en el sentido más pleno del término. Pero además la humanidad de Jesús es una nueva humanidad que implica una relación íntima con el Padre y su solidaridad con los pecadores y oprimidos.5 En Jesús se concretiza plenamente el proyecto de Dios de acercarse al ser humano, comprendiendo su realidad pecaminosa. Hans Küng lo expone de forma magistral al decir: “Encarnación significa: en ese hombre han tomado forma humana la palabra, la voluntad, el amor de Dios. En todo lo que habló y predicó, en la totalidad de su quehacer, de su actitud, en la totalidad de su persona, el hombre Jesús no actuó de modo alguno como ‘rival’ (segundo Dios) de Dios. Sino que reveló, anunció, manifestó la palabra y la voluntad del Dios único.”6 En otra parte dice que Dios: “‘sufre con nosotros’ ocultamente, siendo sin embargo, finalmente, infinitamente bueno y poderoso.”7 De modo que queda claro que las lágrimas de Jesús frente a la tumba de Lázaro no son de impotencia (v.37) sino de dolor y empatía “ante la muerte de una persona amiga; son lágrimas de Dios ante la muerte que separa a los seres queridos.”8

El sepulcro era una cueva y tenía una piedra puesta encima (v.38). Tener un lugar de entierro privado indica que la familia tenía recursos económicos. Jesús de manera solidaria manda a quitar la piedra (v.39). Marta, contrariada por la orden que Jesús daba, trató de interponer una objeción; creía que el cuerpo sin duda había comenzado a descomponerse. Así que Jesús exhorta a Marta, una vez más, a creer: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” (v.40). La orden de Jesús cuando dijo: “¡Lázaro, ven fuera!” (v.43) implica traer a Lázaro de la muerte. En los evangelios, el mayor milagro de todos, es devolver la vida a los muertos. En Juan, es la séptima señal de que Jesús es el Mesías (2:1-12; 4:46-54; 5:1-17; 6:1-14; 6:15-21; 9:1-41 y 11:17-45).9 Fue después de la resurrección de Lázaro que los sacerdotes principales y otros líderes religiosos determinaron finalmente la muerte de Jesús (11:53).

En el presente texto, el evangelista no sólo ha querido contar un milagro, sino confirmar la palabra reveladora de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida.” El don de la vida se presenta aquí como victoria sobre la muerte. El camino de Jesús a la cruz, como aquí se anticipa, representa su victoria sobre esa muerte. Sin embargo, el relato nos confronta con una realidad humana. Los hombres y las mujeres nos movemos entre situaciones de vida y muerte, de luz y oscuridad, de justicia e injusticia. Jesús quiere comunicarnos vida para que vivamos una relación de armonía con Dios y los hombres. Pero el ser humano no quiere comprender dichos propósitos, sino que intenta subvertirlos. Como se observa en la perícopa, Dios se muestra solidario con el ser humano acompañándolo en el dolor y el sufrimiento; pero como demostrarán los eventos de los vv.45-57, los hombres pensaban más bien en matarle para la viabilidad de la nación judía bajo el gobierno romano.
    
La empatía de Jesús con los que sufren es el llamado que tiene la iglesia. En situaciones que evocan muerte, la iglesia está llamada a infundir y promover esperanza, aliento, ánimo, actos de liberación y transformación. Entiéndase, ante la violencia contra la mujer, la limitación de la libertad y derechos humanos, la marginación social, el interés del poder religioso dentro de la iglesia misma, etc. Juan José Tamayo dice: “es tan profunda la relación del reino de Dios con la vida, que cuando se atenta contra ella se está impidiendo la realización del reino de Dios, y cuando se trabaja por una vida digna para todos, se está construyendo el reino de Dios.”10


1Earl D. Radmacher, Ronald B. Allen & H. Wayne House, Ed., Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia (Miami, Fl: Editorial Caribe, 2003), 1276.
2Josep-Oriol Tuñi & Xavier Alegre, Escritos Joánicos y Cartas Pastorales (Navarra: Editorial Verbo Divino, 2005), 22-23.
3Everette F. Harrison, Comentario Bíblico Moody del  NT (Grand Rapids, MI: Publicaciones Portavoz Evangélico, 1971), 164.
4Earl D. Radmacher, Ronald B. Allen & H. Wayne House, Ed., Op. Cit, 1310.
5Daniel L. Migliore, Faith Seeking Understanding: An Introduction to Theology (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Pub. Company, 1992), 146-147.
6Hans Küng, Credo (Madrid: Editorial Trotta, 2010), 67.
7Ibid., 93.
8Como comenta Luis Alonso Shökel, “Jn 11:1-57” en La Biblia del Peregrino (China: Ediciones Mensajero, 2009), 2043.
9Earl D. Radmacher, et.al., Op. Cit., 1279, 1310.
10Juan José Tamayo, Dios y Jesús (Madrid: Editorial Trotta, 2003), 68.