Comentario del San Lucas 6:20-31
Bienaventuranzas y ayes
Lo primero que descubrimos al acercarnos a este texto es que Jesús levanta los ojos, mira directamente a sus seguidores/as y los bendice. Las bienaventuranzas de Jesús en el evangelio de Lucas no están dirigidas a un grupo abstracto o imaginario, sino en primer lugar al grupo concreto de gente que se amucha alrededor suyo. Esos seguidores en su mayoría seguramente habrán sido pobres, habrán conocido el hambre, habrán llorado de furia, tristeza o desesperación ante la crueldad de una sociedad indiferente. Jesús no escondió que quienes estuvieran dispuestos a persistir fielmente en el camino que les proponía no estarían exentos del sufrimiento, sino que sufrirían rechazo e insultos precisamente por su fidelidad al Maestro.
Jesús reconoce que la vida es dura, y que el hecho de seguirlo no nos eximirá del sufrimiento: la pobreza, el hambre, las lágrimas y la incomprensión acechan. Sin embargo, nos asegura que no siempre será así: nos promete que la fidelidad a su camino desembocará en abundancia, saciedad y alegría. ¿Por qué? No porque la religión de Jesús garantice la prosperidad material inmediata ni tampoco porque proyecte el bienestar únicamente a un futuro de ultratumba. La bendición vendrá porque el camino de seguimiento de Jesús lleva hacia una vida sustentable en la que todas las personas pueden florecer.
Por el contrario, quienes superficialmente parecen estar muy bien posicionados (los ricos, los saciados, los que se jactan burlonamente de su superioridad, los que reciben adulación) se confían en un bienestar basado en premisas falsas, que a la larga se ha de desvanecer. No es que Jesús los esté maldiciendo. Más bien, describe un proceso ineludible: cuando la aparente prosperidad se basa en la injusticia, la desigualdad y la mentira, es inevitable que a la larga se venga abajo, por más fuerte que parezca ahora. No es sustentable a largo plazo.
En sus bienaventuranzas y en sus ayes, Jesús nos desafía a mirar la sociedad de una manera diferente a la del sentido común dominante. La lógica de Dios no es idéntica a la lógica social y económica preponderante. En la aparente debilidad de la humildad, del amor y de la misericordia encontramos la verdadera fuerza que transforma el mundo.
El sorprendente poder del amor
Sobre la base de esta primera sección, tal vez sería fácil presuponer que “nosotros/as” (si es que nos identificamos como seguidores/as de Jesús) somos los buenos y bienaventurados, mientras que “ellos” (quienes se benefician de las actuales estructuras de poder) son los malos. ¿No estaríamos justificados en odiarlos? ¿Acaso no han demostrado que son nuestros enemigos y enemigos del camino de Jesús? Después de todo, sabemos que nos tratan mal y que su forma de vida atenta contra el bien común. Sin embargo, la siguiente sección nos desafía a todo lo contrario: Jesús nos exige que ante el odio y el maltrato no devolvamos mal por mal. Si somos verdaderamente seguidores/as del “Hijo del ser humano” no hemos de deshumanizar a nadie, ni siquiera a los mismísimos deshumanizadores que nos tratan mal.
La conocida “regla de oro,” basada en el v. 31, consiste precisamente en que tratemos a los demás con el respeto y la dignidad que nosotros/as mismos/as quisiéramos recibir. Demasiado a menudo se ha transformado en un dicho banal. Lo valioso de leer el pasaje en su contexto en Lucas es que nos permite ver cómo se arraiga en la forma de vida que encarna Jesús. Saber responder incluso a la indiferencia o al odio con amor nace de un profundo compromiso con un camino de fe, esperanza y amor que—como la vida misma del Maestro—no se conforma con aceptar la espiral de violencia que pareciera lo más natural y normal del mundo. Jesús nos enseña que un camino vengativo y odioso donde devolvamos mal por mal nunca podrá llevarnos a la verdadera felicidad y bienaventuranza, sino simplemente a la multiplicación de nuevos ayes.
Esto se vuelve difícil cuando quienes nos maltratan—a nosotros/as o a la gente que más amamos—lo hacen posicionándose como defensores de la verdadera religión o de los valores cristianos. ¿Qué pasa cuando lo que nos quieren “arrebatar” no es la túnica ni la capa (v. 29) sino el hecho mismo de nuestra identidad como seguidores/as de Jesús? ¿Qué pasa cuando algunos justifican sus ataques a la empatía y la compasión utilizando el lenguaje bíblico? ¿Qué pasa cuando a causa de la manipulación religiosa se desvalorizan símbolos tales como la Biblia y el evangelio? En esos casos la generosidad con los enemigos se torna especialmente difícil. “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva” (v. 30). ¿Les hemos de regalar sin más lo “nuestro” para que sigan con su destrucción?
Mansos como palomas, astutos como serpientes
Jesús no nos pide que seamos ingenuos. En otros dichos nos enseña a estar atentos a las distorsiones de la fe. Tampoco justifica las acciones injustas de nadie. De hecho, él mismo denunció abiertamente la manipulación de la fe religiosa, lo que le valió la enemistad de muchos. Pero en ningún momento nos promete una resolución rápida de las situaciones difíciles, ni siquiera de las que parecieran atentar contra lo que más amamos. En cambio, lo que nos encomienda es que persistamos en su camino de amor y misericordia, sin caer en el odio y la venganza, confiando en la justicia última de Dios. Esa es nuestra bienaventuranza. Ese es nuestro camino. La buena noticia es que no es un sendero que tengamos que transitar sin ayuda; nos acompaña su Espíritu. Seguimos las pisadas de Jesús por un camino que, aunque por momentos nos lleve por el valle de la sombra de muerte, a la larga desemboca en la resurrección.


November 2, 2025