Tercer Domingo de Pascua

Este pasaje es para nosotros.

May 8, 2011

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Comentario del San Lucas 24:13-35



Este pasaje es para nosotros.

Trata de lo que pasó en el camino (versículo 35), un lugar en que pasamos mucho tiempo, de manera literal y figurada. Trata de nosotros en otras maneras también. Vamos a considerar tres aspectos en este texto y entonces tejerlos juntos. ¿Los tres aspectos? El tiempo, los personajes y la dinámica.

Vamos a empezar con el tiempo. Este pasaje se especifica tiempo en varios lugares. La duración del día está destacado, desde las mujeres van a la tumba muy temprano en la mañana (vv. 21, cf. vv. 1). En versículo 29, la tarde ha venido y “el día ya ha declinado.” ¿Qué ha pasado en este largo día? Vamos a ver eso cuando discutimos la “dinámica del pasaje.” Antes de continuar, hay dos otras referencias a tiempo que enmarcan este pasaje. La primera (vv. 21) menciona que el período de tres días profetizado por Jesús ha terminado sin la reaparición de Jesús que Cleofas y su compañero habían esperado. Habían esperado el largo camino a casa como Jesús dijo. Ahora, este período estaba terminando y no había nada que hacer sino regresar a casa. En versículo 33, después de reconocieron a Jesús, Cleofas y su compañero están resucitados como si estuvieron muertos (note el uso de anastantes) ¡y en esa misma hora corrieron a Jerusalén! Descubren que el tercer día no había terminado completamente, la profecía no era falsa. Ellos mismos se habían dado prisa. Entonces, ¿quiénes son? Miraremos a los personajes en esta viñeta.

Hay tres personajes principales — Cleofas, su compañero no identificado, y su compañero Jesús no reconocido. No conocemos a Cleopas de otra referencia bíblica. Es claro que él y su compañero habían sido seguidores de Jesús y sabían que era un profeta poderoso en obras y palabras, y esperaron que fuera el Mesías, él que redimiría a Israel. Su muerte no se les puso desesperados. Ellos esperaron, confiando en su profecía de la resurrección en el tercer día. El tercer día estaba amaneciendo y Jesús no les había consternado.

Estos dos también eran conocidos a los otros discípulos e informados sobre lo que pasó en el grupo, como sabemos de su narración exacto de los eventos del descubrimiento de la tumba vacía y su bienvenida a los once y los otros en Jerusalén (vv.36). No eran ni desleales ni infundados. Estaban hablando, intentando entender lo que pasó. Eran personas que sabían la necesidad y tenían esperanza para la llegada de un Mesías que podía redimir la gente de Dios. También eran personas que se preocupan de los demás — o por lo menos de este compañero que quería continuar viajando por la noche. Cleofas y su amigo sabían que las calles estaban muy inseguras. Verdaderamente, el hombre que pasó tanto tiempo con ellos hablando sobre las Escrituras prefería una comida simple y alojamiento seguro por la noche.

Ahora: la dinámica. ¿Qué pasó durante este día largo en camino? El cuento de Lucas está enmarcado por muchos contrastes. El movimiento es una parte de la estructura. Aunque caminan por un día largo hasta una posada cerca de su casa, regresan a Jerusalén muy rápido. Esta pasaje empieza con Cleofas y su compañero simplemente pasando (poreunomai) y entonces caminando (peripateo). Mientras nos acercamos al final, ellos vuelvan (vv.33) e inmediatamente parece que están en Jerusalén. Tiempo asume un nuevo significado aquí. ¿Ellos corrieron? ¿Volaron? Es claro que movieran más rápido en el viaje de regreso.

Otra parte de la estructura de esta historia incluye la información que Cleofas y su compañero simplemente paran en la calle cuando Jesús les preguntan de qué hablaban (vv. 17). Están parados por la tristeza pura de su respuesta (skythropos, vv. 17). Mientras se daban prisa hasta Jerusalén, no recuerdan tristeza, sino corazones ardientes (vv.32).

Después de hablar y caminar mucho — dos cosas que repiten muchas veces y enmarcan la estructura del texto — hay un gran cambio en estos dos hombres. Empiezan como narradores de un cuento triste, compañeros de conversación sobre lo que ha sido y lo que ha pasado y las esperanzas que tenían, y cambian a narradores de un cuento de ver el Señor mientras compartieron el pan. Se convierten en personas con corazones ardientes, tal vez como los corazones de las mujeres ardieron  cuando entendieron la resurrección en Lucas 24:6-8. En vez de salir de Jerusalén, la ciudad donde el Mesías  debía aparecerse, ellos volvieron a los seguidores de Jesús con esperanza nueva. Habían visto al Señor: él había profetizado de verdad; otra vez había esperanza que Israel sería redimido. Lo que pasa después es un texto para otro domingo, pero miramos otra vez a todo lo que pasa en 24:13-35 y tejer el tiempo, los personajes y la dinámica.

Al principio dije que este texto verdaderamente es para nosotros. Es un texto que trae la gente en camino, regresando a casa, regresando a la vida ordinaria. Y la gente está triste que su gran esperanza no ha pasado. A pesar de todo que sabían, todos los cuentos podían ensayar, a pesar del testigo de los demás, simplemente no habían visto a Jesús — nadie que le conocían le había visto tampoco. Las profecías de Jesús y esperanza de redención se enfriaron y  no podían sostenerlos más. Empezaron a sospechar que todo fue un error, una esperanza digna e improbable de estar realizado. Para ellos, Viernes Santo no fue santo. El tiempo pasó y no había ningún cambio, ni resurrección, ni Jesús.

El tiempo pasa para nosotros mientras “regresamos,” ¿no? Nuestras esperanzas cambian y se hacen más realistas y ya no esperamos que algo real pasará. Sabemos las historias. Hemos oído el Verbo bíblico. Note que aun cuando Jesús propone todas las Escrituras a los dos viajeros en la historia, ¡no lo reconocen!

Igual que Cleofas y su compañero, hablamos constantemente. ¿Cuántos estantes de biblioteca están llenos con las palabras de teólogos? ¿Cuántos blogs discuten palabras sobre Dios, Jesús, religión, fe — ambos los pros y los contras? Nuestra conversación no siempre nos libra de la tristeza ni nuestras expectativas bajadas de lo que Dios podía o quería hacer. Hay resignación en ambos la historia de Lucas y a menudo en nuestras propias vidas. Sea realista. Madura. Vuelve a trabajo. Solo imagino los consejos y las opiniones que las familias y los amigos de Cleofas ofrecerían cuando los dos viajeros regresaron a casa y su trabajo abandonado y obligaciones familiares.

Pero, no regresan a casa, por lo menos no inmediatamente. El corazón de este pasaje, el lugar donde la dinámica cambia, es la cena en Emaús. Este es un cuento extraño por derecho propio. Los dos viajeros casi tienen que forzar a Jesús que queda con ellos. El verbo (parabiazo) se usa solamente una vez más en el Nuevo Testamento. Lucas lo usa en Hechos 16:15 cuando Lidia tiene que casi forzar Pablo y Timoteo a quedarse en su casa. El verbo significa “convencer” o “obligar.” Los dos tuvieron tantas ganas de que Jesús se queda con ellos que casi lo forzaría. Por supuesto, no sucedió. Jesús había planeado quedarse. De hecho, estaba allí todo el tiempo.

Es por el comportamiento típico de Jesús de dar, alimentar, cuidar por sus ovejas — cualquiera manera quieres para describir la bendición y la distribución de pan — que le conocían. De repente. Del todo. En el Evangelio de Lucas Jesús pasó mucho tiempo comiendo con personas de todo tipo. Describió un discípulo sabio y fiel como una persona que asegura que los demás tienen la comida ellos necesitan en el momento oportuno (Lucas 12:23-24).

Cuando nosotros alimentamos a los demás en el momento oportuno y cuando compartimos el pan en una acción de gracias, se nos da Jesús. Deja de hablar, deja todo, y presta atención mientras alargas para recibir lo que es bendito. Ver brevemente al Señor tal vez te propulsará a una confianza nueva, una esperanza nueva, aun una manera nueva de recordar.

Cleofas y su compañero son nosotros. Ellos saben mucho. Se preocupan mucho. Ellos piensan y están entristecidos por sus esperanzas reducidas. Más importante, no saben que sus ojos están cerrados hasta que, de repente, se abren. No podemos controlar el Uno que abre y cierra los ojos. Pero de esta historia, encontramos la esperanza que Jesús camina con nosotros. Encontramos esperanza que en compartir el pan (24:35), vimos brevemente a nuestro Señor.