Second Sunday in Lent (Year C)

Nos encontramos con Jesús subiendo a Jerusalén; su pasión está cerca.

February 24, 2013

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Comentario del San Lucas 13:31-35



Nos encontramos con Jesús subiendo a Jerusalén; su pasión está cerca.

La composición lucana nos presenta, de forma única, a los fariseos advirtiendo a Jesús sobre Herodes Antipas y sus intenciones, y la respuesta de Jesús (vv.31-33). Pero también Lucas nos ofrece lo que se llama el apóstrofe a Jerusalén (vv.34-35), que encontramos de forma muy parecida en Mt 23:37-39.

Sentimientos de una amenaza inminente hacia Jesús, así como su firme determinación de subir a Jerusalén, se combinarán con cierto desencanto de Jesús, todo manifestado en un juicio profético hacia Jerusalén. La muerte se constituye en uno de los hilos conductores para la lectura de esta perícopa, así como una cierta ternura que se expresa en la hermosa metáfora que toma Jesús del Antiguo Testamento, ¡cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina a sus polluelos  debajo de sus alas, pero no quisiste! (v.34).

Comentario

vv.31-33 Aquel mismo día nos conecta con el pasaje anterior, que incluye la metáfora de la puerta angosta por la sólo algunos entrarán, en cuanto al tono de advertencia. Ciertos fariseos llegan hasta él y le advierten que Herodes lo quiere matar. No resultan muy claras las razones de los fariseos. Por un lado muestran una actitud positiva hacia Jesús no usual en los evangelios, pero por otro lado cabe preguntarse si lo que pretenden no es justamente asegurarse de que Jesús no se desvíe en su camino hacia Jerusalén, donde tienen influencias, o si no tienen conocimiento o si incluso no son cómplices de una estratagema de Herodes para acabar con Jesús, como lo había hecho con Juan el Bautista (3:19-20), o si sólo quieren amedrentarlo y alejarlo.

Es interesante el epíteto zorro (alopex) con el que Jesús llama a Herodes. Puede entenderse de varias formas, como “taimado” y “sin principios”, o describir la astucia o lo destructiva que puede ser una persona. Cualquiera que sea su significado, su fuerza está en el hecho de que son palabras pronunciadas por Jesús en un contexto de amenaza de muerte.

Jesús envía como mensajeros a los fariseos, reafirmando su ministerio: echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra (v.32). El tercer día tiene una gran carga simbólica, pues el Padre llevará a su hijo a la perfección (teleioumai). Esta expresión de tiempo se repite en el v.33, que muestra el quehacer de Jesús ininterrumpido hasta que se cumpla su muerte violenta en Jerusalén y su victoriosa resurrección. Esta idea se reitera con la frase no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. Jesús se ve a sí mismo como profeta en esa ruta hacia la muerte. El énfasis en los profetas en una tensión con Jerusalén como centro del poder religioso, nos va a conectar con el versículo siguiente.

vv.34-35 Jerusalén, Jerusalén, nombrada la ciudad dos veces se convierte en la introducción para señalarla como el lugar donde se mata a los profetas y se apedrea a los que le son enviados/mensajeros. ¿Quiénes son los que morían apedreados en esos tiempos? Las referencias en el AT nos hablan de los profetas acusados de falsedad (Jeremías 26:21-23). Pero también se apedreaba a los acusados de brujos (Lv 20:27) e idólatras (Dt 17:2-7).

No se puede obviar la crítica fuerte que hace Jesús, pues al concebir su propia vida como profeta está asumiendo el martirio, al igual que los enviados de Dios. Por otro lado hay que recordar que Jerusalén no es sólo la ciudad física, sino sus habitantes que muchas veces rechazaron a Jesús. El sentimiento es de lamentación sobre Jerusalén, recordándonos al Antiguo Testamento.1 La hermosa metáfora de la gallina que no logra que sus polluelos acepten ser cobijados bajo sus alas también está inspirada en el Antiguo Testamento. A la voluntad de querer cobijarlos se contrapone el no querer de la nidada. Las alas dan refugio y nos invitan a imaginar una imagen femenina de Dios, que quiere proteger a sus hijos (Véanse Dt 32:10-12; Rut 2:12; Sal 17:8, 36:7, 61:4, 63:7, 91:4; Isaías 31:5; Malaquías 4:2). Esta lamentación u oráculo trae consecuencias que se reflejan en el v. 35: Vuestra casa os es dejada desierta. La palabra casa (oikos) no sólo se refiere al templo sino al pueblo. Algunos identifican el cumplimiento de este oráculo en la destrucción de Jerusalén por Roma en el año 70 d.C.

Pero este final que parece trágico también está alumbrado por la esperanza: Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el tiempo en que digáis: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.2 Esta afirmación se hace realidad durante la entrada a Jerusalén, que recordamos cada domingo de Ramos, pero de una manera más fuerte esta esperanza persiste para la comunidad en la parusía.

Pistas hermenéuticas para la predicación

Afirmando la vida en medio de la muerte. Pese a lo fatídico de la violencia de la muerte inminente, Jesús afirma la vida al expulsar demonios y sanar a los necesitados, aún consciente de la brevedad del tiempo que le queda para esto. Jesús sigue dando vida y asume la muerte en una larga tradición de profetas y mensajeros que han sido asesinados y rechazados por su pueblo. El profeta del s. XX en su lucha contra el apartheid en Estados Unidos, Martin Luther King, Jr., nos permite entender nuestro: “Aunque supiera que el mundo se acaba mañana, yo igual sembraría mi manzano”.

La esperanza no está en el destino del profeta sino en lo que realizó en vida; es por eso que el martirio debe llegar a consumar su obra. No por una emulación del martirio, o interpretarla desde un sentido mórbido. Jesús ve su propia muerte como el fin inevitable de su misión.

¿Cómo nos situamos ante la vida y la muerte? ¿Dónde ponemos nuestros énfasis y búsquedas? ¿Cuál es nuestra apreciación de nosotros/as mismos/as?

La esperanza profética que sostiene nuestro quehacer cotidiano. Nuestro texto nos habla de la conciencia plena de saber quiénes somos y qué es lo que nos sostiene en nuestro actuar cotidiano. Esto sería la esperanza cristiana. La esperanza profética no sólo nos mantiene abiertos hacia lo inédito de cada día, hacia lo insospechado, sino que nos impulsa a ir contra la corriente. No es sencillo ir a contracorriente, acostumbrados muchas veces a la comodidad y hasta a cierto ostracismo social y comunitario, que parece ser más confortable que correr riesgos. La esperanza profética sigue afirmando hoy, mañana y después de mañana una acción continúa de incomodidad ante el status quo, ante aquello que se nos presenta como inevitable o infalible. La esperanza profética nos inspira para comprender cada día, como esa posibilidad enorme de recibir al Bendito… que viene en el nombre del Señor. También nos inspira a descubrirlo entre los pobres y los excluidos y a hacer de nuestras comunidades espacios vivos donde nos dejamos cobijar por las alas amorosas de Dios, desde las cuales encontramos fuerzas para caminar hacia un mundo, familia, sociedad, e iglesia transformados por la gracia del Resucitado.


1 Las lamentaciones u oráculos de juicio en el AT referían a los profetas y sus amenazas o advertencias para el pueblo. Por ejemplo 2 Crónicas 35:25.

2 Los sacerdotes recibían a los peregrinos en el templo con esta frase (Sal 118:26).