Cuarto domingo después de Epifanía

Peligro en la casa

Sign: Silence/Silencio

January 31, 2021

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Comentario del San Marcos 1:21-28



El hogar de Jesús

Tras haber juntado a sus primeros discípulos, y, según nos informa el evangelio de Lucas, lidiar con un conflicto en Nazaret, la ciudad donde creció, cuyos pobladores quisieron despeñarlo por considerarlo blasfemo por haber afirmado que era el cumplimiento de las Escrituras (Lucas 4:16-30), Jesús parte hacia la ciudad de Capernaúm, en Galilea. Muy pronto esa ciudad se convertiría en uno de los principales emplazamientos de residencia tanto de Jesús como de sus discípulos. De hecho, Pedro tenía su residencia matrilocal en esta ciudad (Marcos 1:29). Los antropólogos llaman “residencia matrilocal” al tipo de familia en el que el esposo vive con la familia de su esposa. Una práctica muy común en la zona de Palestina en tiempos de Jesús. En efecto, Pedro vivía en casa de su suegra.

Suele pensarse que Jesús era un predicador itinerante sin residencia. Efectivamente él mismo dijo, en un momento ya avanzado de su ministerio: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mateo 8:20). Sin embargo, eso no significa que Jesús no tuviera un lugar de arraigo. Debido a la recurrencia de sus visitas, así como a los milagros que en ella efectuaba, con el tiempo Jesús fue vinculado a la ciudad de Capernaúm, a la que considera su hogar, tal como se lee en el mismo evangelio de Marcos: “Después de algunos días, Jesús entró otra vez en Capernaúm. Cuando se supo que estaba en casa” (Marcos 2:1).

¡En Capernaúm Jesús estaba en casa! Y fue en Capernaum donde tuvo su primer encuentro con los demonios.

Lo que saben los demonios

Jesús se ganó la admiración de los residentes de Capernaúm “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (v. 22). Por el momento hay que señalar que la palabra que se traduce por “autoridad” en el original griego es exousian que significa un poder que sale o emana de alguien. En un momento veremos la relevancia de esta palabra.

En una ocasión, cuando Jesús acabó de enseñar en la sinagoga de Capernaúm durante un día de reposo, ¡algo insólito ocurrió! Una persona confrontó a Jesús y comenzó a gritar. Muy probablemente su grito fue ensordecedor, caracterizado por tesituras guturales como las de un cantante de Black Metal. Incluso es probable que, como si se hubiera tratado de un ventrílocuo, esta persona pudiera emitir varias voces al mismo tiempo, porque el texto nos dice que se trataba de un hombre afligido por demonios.

Los casos de posesión demoniaca son experiencias religiosas que se registran en diversas religiones además de las cristianas, así como en diversas culturas. Aunque, para tranquilidad de nuestra moderna razón, suelen ser entendidas como “enfermedades mentales” (epilepsia, esquizofrenia, personalidad múltiple, entre otras), existen investigadores que consideran que un caso de posesión demoniaca es distinto (aunque no excluye) a un padecimiento mental. Tal es el caso de la antropóloga Felicitas Goodman, quien dedicó su carrera profesional a la recopilación e investigación de casos de posesión espiritual a lo largo del mundo.1 También hay que señalar al especialista Dr. Thomas C. Sordas, quien ha realizado diversas investigaciones sobre sanidades y posesiones demoniacas entre pentecostales y católicos de la renovación carismática.2 Goodman y Sordas coinciden en que, ante un caso de posesión demoniaca, sin duda es necesario el apoyo psicológico o psiquiátrico, pero que, en la gran mayoría de los casos, el fenómeno no se debe a una enfermedad mental en sí y que, de hecho, la mejor cura o forma de tratamiento, es la que Jesús mismo realizó con el endemoniado en Capernaúm: una liberación o exorcismo.

El endemoniado se presenta como una pluralidad de entes en una sola persona: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos?” (v. 24), lo cual es algo característico de estos fenómenos. Pero estos demonios van más allá y declaran, ¡antes que cualquier humano lo hiciera!: “Sé quién eres, el Santo de Dios” (v. 24). A lo que Jesús responde de inmediato “¡Cállate y sal de él! (v. 25), debido a que, como diversos exégetas señalan, en Marcos la narrativa corre bajo el modelo del “secreto mesiánico” según el cual Jesús no revelaría abiertamente que él era el Mesías… pero estos demonios hicieron el spoiler de revelarlo ante todos.

Escuchando demonios… y sacándolos

Capernaúm era el hogar de Jesús, y la sinagoga el lugar más sagrado de la ciudad. ¡Ahí se manifestaron los demonios! El mal que tememos no está solo en un callejón oscuro a la media noche. Muchas veces los demonios habitan en nuestro hogar. Según la ONU, el hogar es el lugar más peligroso para las mujeres, debido a los altísimos índices de violencia intradoméstica.3 Otro tanto ocurre con el abuso sexual en la infancia. Lejos de ser un crimen realizado por un desconocido, la violencia sexual hacia los niños tiene una gran incidencia en los entornos familiares.4

El mensaje de este pasaje es claro. Los demonios no están allá afuera. Los demonios más cruentos, violentos y peligrosos habitan en nuestro hogar y nos conocen íntimamente. No siempre se manifiestan de forma espeluznante con sórdidos gritos de terror, sombras y fenómenos paranormales. Muchos de los demonios en el hogar no hacen ruido, sino que carcomen la vida de nuestros seres amados en el silencio de la depresión, o en lo recóndito de los pensamientos suicidas. Otras veces se presentan con violencia, golpes y agresiones verbales. Y, desde luego, también en forma de abuso infantil. Como Jesús, aun cuando estemos en casa, haremos bien en mantenernos alertas.

Esto no significa que la causa de nuestros problemas familiares sea sobrenatural ni que tengamos que llamar a los “Cazafantasmas.” La forma de liberarnos de estos “demonios” es, como lo hizo Jesús, confrontándolos, hablando y exhibiéndolos. Sin duda la oración, la alabanza, la lectura de la Escritura siempre son saludables y benéficas, pero además tenemos que ejercer lo mismo que Jesús en su enseñanza, ¡Exousia!, poder. El poder de reconocer que tenemos un problema, el poder de creerle a nuestro hijo cuando nos dice que un familiar lo está molestando, el poder de hacerle caso a nuestra hermana o nuestra madre si nos confiesa que su esposo le lastima. A fin de cuentas, eso fue lo primero que hizo Jesús: escuchó al demonio y luego lo expulsó. También nosotros tenemos que escuchar a estos demonios en el hogar, aunque resulte más espantoso y doloroso que cualquier manifestación sobrenatural.

Pero es importante realizarlo. Como Jesús, debemos tener el poder de encarar las diversas problemáticas y situaciones que ocurren al interior de nuestro hogar y acompañados por la autoridad, poder, ¡de la Exousia!, de la Palabra de Dios y de su Espíritu, además del acompañamiento de las personas correctas, pastores/as, ministros/as y terapeutas, ¡podremos lograrlo!, y decirle a ese demonio que atormenta nuestra hogar: ¡sal de aquí!


  1. Goodman, Felicitas, How About demons. Possession and Exorcism in the Modern World (Folklore Today), Indiana University Press, 1988.
  2. Sordas, Thomas, The Sacred Self. A Cultural Phenomenology of Charismatic Healing, University of California Press, 1997.
  3. ONU, “Home, the most dangerous place for women, with majority of female homicide victims worldwide killed by partners or family, UNODC study says,” 2018. https://www.unodc.org/unodc/en/press/releases/2018/November/home–the-most-dangerous-place-for-women–with-majority-of-female-homicide-victims-worldwide-killed-by-partners-or-family–unodc-study-says.html  (Consultado: Enero 22, 2021).
  4. Cornwall & Isle of Scilly Safeguarding Children Partnership Procedures, “Child Sexual Abuse in the Family Environment,” 2020. https://www.proceduresonline.com/swcpp/cornwall_scilly/p_cse_fam_environ.html (Consultado: Enero 22, 2021).