Duodécimo domingo después de Pentecostés

“Dime con Quién Andas y Te Diré Quién Eres”

Finding of Moses
He, Qi. Finding of Moses, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn. Original source

August 27, 2017

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Comentario del San Mateo 16:13-20



“Dime con Quién Andas y Te Diré Quién Eres”

Este dicho popular es muy utilizado en Puerto Rico y en Latinoamérica. Implica que viendo con quién nos relacionamos, las otras personas podrán evaluar o determinar qué tipo de personas somos. Significa que una forma de evaluar nuestra identidad depende de las personas con quienes “yo” me relaciono y de lo que “yo” hago junto a ellas. Claro está, mucho de esta evaluación depende de la opinión que otras personas tengan de nosotros/as conforme a su análisis. No siempre las impresiones de otras personas son correctas. 

Viendo el Texto en su Contexto: ¿Qué Dice? ¿Qué Informa?

El texto de hoy presenta a Jesús alejándose del rechazo que fariseos y saduceos habían generado en su contra y adentrándose a la región de Cesarea de Filipo (v. 13). Esta zona se encuentra a 30 km al norte de Galilea. La historia establece que fue fundada por Filipo, hermano de Herodes Antipas, y que era una ciudad en su mayoría gentil. 

La perícopa que nos compete es parte de lo que algunos comentaristas definen como la quinta parte del evangelio, la de la formación de los discípulos (13:53-18:35). 

No debe extrañarnos entonces que al entrar a esta zona, Jesús plantee una agenda instruccional. A mi juicio, lo hace al estilo de Sócrates cuando reunía a sus estudiantes y los sometía a su pedagogía basada en preguntas y respuestas, la llamada mayéutica. En el caso de Jesús, somete a sus discípulos a dos preguntas que implícitamente son una especie de prueba. Es probable que estas preguntas de Jesús tuvieran el propósito de verificar hasta dónde sus discípulos estaban al tanto de la opinión pública en relación a su identidad. 

La primera pregunta es: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (v. 13). En el presente texto, Jesús no utiliza la primera persona como en Marcos, sino que se refiere a sí mismo en tercera persona, como Hijo del Hombre. Dicho concepto se ha interpretado tradicionalmente como un título mesiánico, como una sugerencia más que como una afirmación explícita. 

Las respuestas (v. 14) son variadas: 1) El Hijo del Hombre sería Juan el Bautista, resucitado de la muerte; 2) El Hijo del Hombre sería Elías, resucitado según una interpretación literal de Mal 4:5; 3) Llama la atención que en Mateo también se añada a Jeremías (quien no es mencionado de manera explícita en los textos paralelos de Marcos y Lucas); y 4) Uno de los profetas, sin especificar cuál de ellos (véase Lc 7:16; Jn 6:14). De este modo, Jesús es identificado con personajes del pasado; no como una persona única, con su propia identidad. 

La segunda pregunta va dirigida directamente a sus discípulos, que han estado con él durante un tiempo extenso: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v. 15). Simón Pedro responde por todos ellos: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Los tres evangelios sinópticos registran las palabras de Pedro con algunas diferencias verbales, pero con un elemento en común: “Tú eres el Cristo” (Mc 8:29); “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16:16); y “El Cristo de Dios” (Lc 9:20).

Esta variedad de confesiones significa que no existía una fórmula “ortodoxa,” reconocida universalmente en aquel momento histórico. Sin embargo, las tres confesiones utilizan la palabra clave: el Cristo, es decir, el Mesías.1

La palabra griega “Cristo,” al igual que la hebrea “Mesías,” quieren decir “Ungido.” Brown comenta que esta confesión de Pedro llamando a Jesús “El Cristo” va más allá de la confesión de mesianidad; refleja probablemente la fe más desarrollada de la primitiva comunidad cristiana.Esto implica que nos encontramos con una comunidad de fe con una identidad que ha ido evolucionando conforme a las diversas vivencias posteriores a la resurrección. Esta comunidad identifica su razón de ser y su misión con el Cristo. Y cabe preguntarnos: ¿Hasta dónde nuestra identidad como iglesia está clara y no se deja afectar por factores exógenos que podrían conducirla a otros fines? ¿Responde la iglesia contemporánea a las exigencias de un discipulado conforme a las enseñanzas de Jesús? 

El v. 17 es una respuesta de Jesús a Simón. De hecho, me parece más bien un elogio. Lo llama “bienaventurado” (dichoso), ya que tal confesión no le fue revelada por carne ni sangre, sino por “mí Padre que está en los cielos.” ¿Qué significa esto? Jesús aclara que la percepción espiritual expresada por Simón en dicha confesión no era el resultado de una deducción natural y humana, de carne y sangre, sino que era el resultado de una revelación de Dios Padre. Fue un acto de gracia por parte de Dios.3 Pero no significa que la respuesta de Pedro se haya dado en el vacío. Es el producto de una fe que ha venido formándose en el camino con Jesús. Es una respuesta madura que brota del corazón como una verdad (una revelación). En su modo impulsivo de ser, Pedro da de manera categórica la respuesta de quienes estaban buscando un nuevo paradigma en relación a una figura mesiánica que no se ajustara a los modelos pasados de la tradición.   

Inmediatamente después, en el v. 18, nos encontramos con otra respuesta de Jesús a las palabras de Simón. Jesús le da un nombre nuevo a Simón, hijo de Jonás. Le dice: “tú eres Pedro.” En el original griego, Pétros es Pedro y es la forma masculinizada del nombre femenino petra que significa piedra o roca. Las palabras siguientes de Jesús (vv. 18-20) han sido ampliamente discutidas a través de la historia de la iglesia. 

La comunidad mateana parece estar afirmando la importancia de su identidad como creyentes y las implicaciones que tiene seguir a quien es proclamado como el Cristo. El mismo texto nos ha ido guiando al respecto. Primero, Jesús inicia el diálogo con la pregunta acerca de su identidad (v. 13) y luego pregunta por la opinión de quienes lo conocían (v. 15). Eventualmente, Jesús da un nuevo nombre a Simón. Lo llama Pedro (roca o piedra). El movimiento que Jesús había formado permanecería sobre la base de la fe en Jesús como Mesías, y se presenta a Pedro como un líder, portavoz y modelo de esa fe.4 Al llamar a Pedro la roca sobre la cual “edificará su (mí) iglesia,” Jesús está anticipando el papel que jugaría dicho discípulo como líder de la joven iglesia en la integración de nuevos grupos étnicos en la comunidad cristiana (véase Hch 1-12). 

En este proceso de misión, Jesús promete que “las puertas del Hades” no dominarían la iglesia. Hades en el original griego significa “lugar no visible.” El equivalente en hebreo es Seol y se usa generalmente para referirse a la tumba. Parece ser que Jesús está prometiéndoles a sus discípulos/as que la tumba o el infierno no podrían resistir el avance de la iglesia. 

La orden de Jesús de que no dijeran a nadie que él era el Cristo” (v. 20) parece contradecirse con la aceptación de la confesión de Pedro. Tal vez Jesús quería evitar confrontaciones con los sectores religiosos, o impedir que esta verdad fuera proclamada antes de la resurrección. Quizás la verdad era simplemente que los/as discípulos/as no estaban preparados/as para hacerlo antes del evento de Pentecostés.   

Consideraciones para la Predicación

Tenemos ante nosotros/as una perícopa con un fuerte énfasis en el tema de la identidad. El Nuevo Testamento está lleno de expresiones que hablan acerca de la identidad cristiana, como por ejemplo: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Ef 2:10); “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Co 5:17). 

La confesión de Pedro hace referencia a lo que ocurre cuando confesamos a Jesús como el Cristo. Se nos otorga una nueva identidad que se ve reflejada en un nuevo nombre. A Simón se le llamó Pedro no sólo para que tuviese memoria de aquel evento en su vida, sino para darle un nuevo propósito y misión: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia.” En este sentido, cuando Jesús nos llama, no lo hace sólo para que creamos en él; nos llama para servir. El llamado de Jesús implica constituirnos en nuevas criaturas (2 Co 5:17) con un nuevo propósito de vida y una nueva misión.5 El discipulado implica: 1) Encuentro con Jesús y confesión de este como el Cristo; 2) Seguirlo; 3) Aprender sus enseñanzas como nuevo modo de vida; 4) Ponerlas en práctica a través del servicio a Dios con la iglesia y desde la iglesia a otras personas; y 5) Proclamar el evangelio a toda criatura sin distinción de clase, etnia o género.    

La sociedad evaluará nuestro propósito y misión según el modo en que la iglesia viva dicha identidad hoy, ya sea a través del servicio individual de la persona creyente o de esta con la comunidad de fe. La misión se ejerce desde la iglesia universal representada por diversidad de denominaciones y movimientos cristianos y diversidad de modelos para ponerla en práctica. Cada modelo de misión se ejercerá según el contexto de la iglesia y sus circunstancias. No obstante, resultaría provechoso aprender acerca de los diversos modelos de misión que se ejercen en diferentes países (por ejemplo, Argentina, Chile, Perú, México, San Salvador, Uruguay, etc.) como una forma no sólo de comprender sus retos y luchas, sino para aplicarlos a circunstancias similares en otros contextos de misión. Recomiendo en este sentido el estudio del documento “Desafíos a la misión de la Iglesia en América Latina hoy,” producido por el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) en 2001. 

Algunas preguntas que merecen ser atendidas a la luz de lo dicho son las siguientes: 1) ¿Estamos claros en cuanto a nuestro propósito y misión como creyentes y como iglesia?; 2) ¿Está la iglesia contemporánea asumiendo su identidad frente a la injusticia social, la discriminación, el abuso de poder, la falsa espiritualidad, y las voces que gritan por igualdad y la pobreza?; 3) ¿Cuáles son los aspectos que caracterizan la identidad de nuestras congregaciones hispanas?; 4) ¿Cómo las congregaciones hispanas desde su identidad denominacional atienden asuntos como la injusticia, la violencia y la guerra?; 5) ¿Cuáles son los desafíos actuales para la iglesia hispana?; 6) ¿Quién es Jesús para nosotros/as hoy? Nuestra misión dependerá de nuestra respuesta a estas y otras preguntas, y especialmente de nuestra acción. La verdad es que allí donde se proclame el evangelio, se celebren los sacramentos según las Escrituras, se ofrezca servicio en amor a quienes participan de la comunidad de fe y a quienes están fuera, y se brinde ayuda a la persona pobre y necesitada, garantizando la realidad del Reino de Dios entre nosotros/as, allí estaremos viendo de manera continua las marcas de la identidad de la iglesia. Como alguna vez dijo Rigoberta Menchú: “Nosotros tenemos que ser una luz para los demás, no una oscuridad para los demás.”


 Notas:

1. Carro, Daniel; Poe, José Tomás; y Zorzoli, Rubén O. Mateo. [Cuarta ed.]. Comentario Bíblico Mundo Hispano, T. 14 (El Paso, Tex.: Editorial Mundo Hispano, 2013), 221.

2. Brown, Raymond Edward, Joseph A Fitzmyer, and Roland E Murphy. Comentario Bíblico “San Jeronimo,” T. 3 (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1971), 257.

3. Carro, Daniel, et al., Op. cit., 222.

4. Brown, Raymond, et al., Op. Cit., 238

5. González, Justo L., Tres Meses en la Escuela de Mateo (Nashville: Abingdon Press, 1996), 104.