Decimotercer domingo después de Pentecostés

Pedro como arquetipo de los/as discípulos/as

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Photo of Light Through TreesUnsplash.

August 27, 2023

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Comentario del San Mateo 16:13-20



Los últimos tres domingos hemos seguido a Jesús mientras instruía a sus discípulos, no ya por medio de parábolas (Mt 13), sino en la práctica (Mt 14-17). El leccionario nos presenta hoy el relato de la profesión de fe de Pedro, que marca el final de la primera parte del Evangelio según San Mateo.1  En el Evangelio según San Marcos, la profesión del apóstol es seguida inmediatamente por el anuncio de la Pasión. Mateo divide estas dos perícopas con la frase “Desde entonces” (v. 21), que marca claramente un punto de partida y una nueva etapa en el relato.2  En ese sentido, el texto que nos ocupa constituye un momento culminante que muestra el camino recorrido hasta aquí por los discípulos de Jesús. 

El claroscuro de la fe

Mientras que el Evangelio según San Marcos insiste en la incapacidad de los discípulos para comprender al Maestro y el significado de sus experiencias con él, Mateo presenta una realidad un poco más matizada en la que coexisten al mismo tiempo el error, la incomprensión y la progresiva inteligencia de la fe.

Aunque repetidamente Jesús les reprocha a sus seguidores la falta de fe (Mt 8:26; 16:8), incluido Pedro (Mt 14:31; 16:23; 26:34.69-75), el texto de Mateo muestra que, entre claroscuros, estos avanzan en la comprensión del profundo misterio que es la identidad de Jesús. En ese sentido, a medida que el relato progresa, sus declaraciones son cada vez más firmes y acertadas. Por ejemplo, luego de que Jesús calmó la tempestad, su reacción inicial de admiración se expresó en forma de pregunta: “¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar lo obedecen?” (Mt 8:27) Algunos capítulos más tarde, no se interrogan más. Cuando el Maestro viene a ellos caminando sobre las aguas, responden decididamente con un gesto de adoración al tiempo que afirman: “Verdaderamente eres Hijo de Dios.” (Mt 14:33) 

El pasaje que precede la profesión de fe de Pedro subraya el hecho de que, a pesar de su falta de comprensión inicial, los discípulos comienzan finalmente a entender el lenguaje parabólico de Jesús (Mt 16:12). Como son de corta memoria y limitado entendimiento, el Maestro debe recordarles e interpretar para ellos la doble experiencia de la multiplicación de los panes (Mt 16:9-10), que parecen haber olvidado o quizás, malinterpretado. En ese sentido, Mateo parece indicar que el “saber los misterios del reino de los cielos” (Mt 13:11) que es dado a los discípulos, requiere tiempo y también, el ejercicio de la memoria, pues la gracia de Dios no se impone, sino que pasa por la humanidad de cada uno/a y su capacidad de reconocerla, acogerla y, sobre todo, rememorarla y así mantenerla presente en el espíritu.  

Cabe entonces preguntarnos con cuánta asiduidad hacemos memoria de los gestos y de las palabras del Señor. Y también, ¿en qué medida reconocemos y agradecemos, en medio del claroscuro de la fe, el camino recorrido? 

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Luego de haber sido expuestos prolongadamente a las palabras y a las obras del Maestro, llega el momento en que los discípulos pueden pronunciarse directamente sobre su persona. Jesús introduce el tema con una pregunta amplia: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” (v. 13) “Los hombres” (o más generalmente, las personas)3  se equivocan cuando identifican a Jesús con otros personajes (Juan el Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas) que, por muy importantes que sean o hayan sido en la historia de Israel, son decididamente figuras del pasado. 

Cuando Jesús pregunta directamente a sus seguidores: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?,” la respuesta de Pedro no se hace esperar: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (v. 16). La declaración del apóstol se sitúa de plano en el ámbito de la fe. Pedro no confunde al Maestro con otros personajes. Para él, Jesús no es solamente una figura del presente, sino que es de hecho el Cristo que todo Israel espera. Él es el Hijo de Dios viviente, una afirmación que calibra en el texto de Mateo los tonos políticos y militares que la comprensión del Mesías tenía en la sociedad judía de aquella época.4 

La profesión de fe de Pedro es un acontecimiento mayor que relatan los cuatro Evangelios,5 pero solo Mateo reporta la bienaventuranza que Jesús pronuncia a continuación. Pedro puede llamarse bienaventurado porque le ha sido dado ver lo invisible, o sea, la verdadera identidad de Jesús, Mesías e Hijo de Dios. Jesús deja en claro que este tipo de revelación no viene ni de la carne ni de la sangre, sino del Padre de los cielos (v. 17). Como lo había asegurado con anterioridad: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre” (Mt 11:27) o en las palabras del evangelista Juan: “Ninguno puede venir a mí, si no le es dado del Padre.” (Jn 6:65). 

Es interesante notar aquí la referencia doble a las llaves del reino de los cielos (v. 19) y a las puertas del Hades (v. 18), lo que subraya la naturaleza real, casi tangible, de estos dos ámbitos.  Jesús les asegura a sus discípulos que, aunque las puertas del Hades (el Sheol hebraico) traten de imponerse, estas no dominarán la iglesia edificada sobre la roca. 

En la historia de la recepción de este texto, se ha interpretado de manera diferente el hecho de que Simón, el hijo de Jonás (v. 17), recibe el nombre de Pedro, o sea, “Piedra,” y que es sobre “esta roca” que Jesús edificará su iglesia (v. 18). Los demás apóstoles recibirán también el poder de atar y de desatar (v. 19, cf. Mt 18:18), pero solo a Pedro le ofrece Jesús las llaves del reino de los cielos (cf. Is 22:15-22), lo que, unido a su nombre/misión de “roca,” parece indicar su lugar particular en el grupo apostólico.

Llegará el momento en que, lejos de la solidez y la firmeza de la roca, la fe del apóstol parecerá desmoronarse bajo el peso de la prueba. Aun así, el evangelista Lucas reporta que Jesús, luego de orar específicamente por Pedro, le confía la misión de reafirmar la fe de sus hermanos (Lc 22:31-32). En el Evangelio según San Juan, “Simón, hijo de Jonás,” recibirá tres veces de Jesús resucitado una misión similar (Jn 21:15-17).

Actualización: Pedro, arquetipo del discípulo y la discípula de Jesús

A partir de la reflexión que precede y del hecho de que Pedro puede ser considerado como el arquetipo o el modelo de los discípulos y las discípulas de Jesús, conviene preguntarnos:

+ ¿En qué medida acogemos y agradecemos nuestra fe en Jesús, Cristo e Hijo de Dios, no como algo “normal” que damos por sentado, como si viniera de la carne y de la sangre, sino como lo que es: la revelación de su persona que nos concede el Padre de los cielos? 

+ Si Jesús nos preguntara hoy: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?,” ¿cuál sería nuestra respuesta?

+ En medio de las luces y las sombras de nuestras comunidades de fe, ¿cómo nos situamos con respecto a la iglesia? En otras palabras, ¿cómo resuena en nosotros/as la palabra de Jesús: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán”? 

+ Finalmente, reflexionando en la misión particular que el Señor confía a Pedro, ¿cómo acogemos nuestra/s tarea/s específica/s en el seno de la comunidad? ¿Cómo contribuimos, nosotros/as también, a edificar la iglesia sobre la roca?


Notas:

  1. Véase Reginal H. Fuller, “Matthew,” in Harper’s Bible Commentary (Harper & Row Publishers, San Francisco, 1988), 968.
  2. En esta nueva etapa, Jesús va a anunciar explícitamente su Pasión y vivirla, lo que pondrá a prueba de manera radical la fe de sus seguidores. 
  3. Hoi anthrōpoi (v. 13).
  4. La filiación humana y divina de Jesús ha sido un tema que los/as lectores/as de Mateo han encontrado desde el principio del Evangelio: Mt 1:1.21.25; 2:15; 11:27. La designación específica de “Hijo del hombre,” con la que Jesús se había identificado implícitamente (Mt 12:32), será invocada mucho más a menudo a partir de este momento y en los últimos capítulos del Evangelio: Mt 16:28; 21:9.37-38; 24:27.30.37; 26:64.
  5. Véase Mc 8:29; Lc 9:20; Jn 6:68-69.