Third Sunday of Easter (Year B)

La revelación recibida por las mujeres “no está aquí, sino que ha resucitado” (24:6) no fue suficiente para la comunidad que con temor miraba su futuro (24:9-11); hacía falta verlo.

The Disciples give Fish to the Risen Lord to eat
"The Disciples give Fish to the Risen Lord to eat" from the medieval polychromed choir screen of Notre Dame de Paris. Image by Lawrence OP via Flickr; licensed under CC BY-NC-ND 2.0.

April 19, 2015

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Comentario del San Lucas 24:36-48



La revelación recibida por las mujeres “no está aquí, sino que ha resucitado” (24:6) no fue suficiente para la comunidad que con temor miraba su futuro (24:9-11); hacía falta verlo.

Ellas llevaron la noticia, pero Pedro encontró sólo la ausencia y tampoco alcanzó (24:12). Entonces, en el camino a Emaús, volvió a caminar con dos de los discípulos y como tantas veces en su ministerio, al compartir la comida les abrió los ojos y de esta manera reconocieron a Jesús, el resucitado (24:31-32). Como las mujeres primero, estos dos también fueron a Jerusalén a llevar la noticia y allí encontraron a los once reunidos que ahora sí creían en la resurrección: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón” (24:34). Entonces, estos dos del camino de Emaús también contaron su encuentro con Jesús.

El texto de este domingo puede dividirse en dos partes. La primera tiene que ver con la aparición de Jesús y la comprobación de su resurrección y presencia (vv. 36-43). En la segunda parte, Jesús explica el sentido de los acontecimientos y al mismo tiempo abre la tarea de los discípulos hacia el futuro (vv. 44-49). Además, la cuestión que yace en la profundidad de ambas unidades es cómo fue el encuentro con el Jesús resucitado para los discípulos reunidos allí en Jerusalén y también para quienes más tarde se sumaron al camino.

La Realidad de la Presencia de Jesús Resucitado

Jesús interrumpe el diálogo de los discípulos sobre sus apariciones recientes a los dos de Emaús y a Pedro. Según este diálogo, parecería que finalmente los participantes habían llegado a creer en la resurrección de Jesús. Sin embargo, ante su nueva aparición, los discípulos responden con espanto y temor. Creían que se trataba de un “espíritu,” aclara el narrador (v. 37). Por eso la invitación de Jesús a mirar sus pies y manos y a palparlo tiene como objetivo hacerles ver que no se trataba de un “espíritu” sino que era él mismo en carne y hueso. A diferencia del relato juanino, el objetivo aquí no es mostrar los agujeros que dejaron los clavos sino su corporeidad.

No obstante, esto no parece ser suficiente. Las dudas que Jesús percibió en sus discípulos (v. 38) todavía están allí. Aunque ahora, se deben a su gozo y asombro, aclara el narrador (v. 41). Luke Timothy Johnson correctamente se pregunta cómo puede ser el gozo la causa de la incredulidad, y sugiere lo siguiente: “a) Lucas está exponiendo una respuesta puramente emocional que es tan poderosa que ellos están demasiado abrumados como para realmente ‘creer’ en el sentido de comprometerse con su realidad; b) una vez más, vemos cómo ‘hechos’ o ‘experiencias’ son en sí mismos insuficientes para la fe; se necesita también la palabra interpretativa.”1

Además de la palabra interpretativa, que llega a continuación, nuevamente aparece la comida como un elemento crucial en el proceso de comprensión de los discípulos. Como en el caso de los dos de Emaús a quienes se les abrieron los ojos después de que Jesús partió el pan (v. 31), ahora es un trozo de pescado asado lo que sirve como respuesta adecuada de parte de Jesús para salir al cruce de la incredulidad de sus discípulos. La memoria de los discípulos sin duda les hizo recordar cómo Jesús había compartido el pan con las multitudes según se narra en 9:16.

No se registra ninguna respuesta de parte de los discípulos ni a las acciones de Jesús ni a sus palabras, excepto al final del evangelio (24:52). Nuevamente se vuelve a señalar el gozo de los discípulos, pero ahora ya en un contexto de adoración y de compromiso con la poderosa realidad experimentada de la resurrección de Jesucristo. Los discípulos fueron transformados por la comida y las palabras explicativas de Jesús.

Explicación y Envío

Después del gesto de haber comido parte del pescado asado que había sobrado, Jesús pasa a explicar el sentido de los acontecimientos a partir de que lo había sido anunciado en las Escrituras. Vale notar que en el encuentro de Emaús el proceso es explicación de las Escrituras → compartir el pan. En este caso es, compartir el pescado → explicación de lo que Moisés, los Profetas y los Salmos habían anunciado.

La explicación de Jesús sobre lo que las Escrituras dicen no se refiere sólo a lo ya sucedido, sino que también incluye las futuras acciones de sus oyentes. Primero Jesús les abre su entendimiento para que puedan comprender. Esto es importante pues el último anuncio de Jesús de su pasión y resurrección había terminado en la falta de comprensión por parte de sus discípulos (18:34). Luego Jesús recuerda sus anuncios anteriores sobre la necesidad de su padecimiento, muerte y resurrección (9:22, 44; 18:32s). Sin embargo Jesús no se queda en lo ya vivido por los discípulos como espectadores. Ahora Jesús, el sujeto de todas las profecías ya cumplidas, se transforma en el mensaje que los discípulos, antes meros espectadores, deberían llevar desde Jerusalén hacia todas las naciones.

Así la profecía no incluye sólo lo ya sucedido, sino que va más allá; apunta a lo que sucederá y de lo cual los discípulos serán actores principales, como será relatado en “Hechos de los Apóstoles,” el segundo volumen de la obra lucana. Allí encontraremos a los discípulos proclamando en el nombre de Jesús la conversión para perdón de los pecados (Hch 2:38ss).

Un dato problemático tiene que ver con los destinatarios del mensaje. Éste no se restringe a los judíos sino que es para “todas las naciones” (v. 47). Al comienzo del evangelio, Zacarías, inspirado por el Espíritu Santo veía a su hijo Juan como precursor de Jesucristo, colaborando “… para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados” (1:77). Este fue el centro del mensaje proclamado por Juan el Bautista: “el bautismo del arrepentimiento para perdón de los pecados” (3:3). Si uno compara las palabras de Juan en 3:3 con las de Jesús en 24:47 puede darse cuenta de que aparecen dos nuevos elementos: Jesucristo (ahora la predicación es en “su nombre”) y el hecho de que el mensaje es para “todas las naciones.”

Extender el mensaje de salvación más allá de los límites del judaísmo resulta muy complicado para la naciente iglesia cristiana. Así lo muestra la importancia que tiene esta temática en el libro de Hechos. El ministerio de Pablo dedicado casi exclusivamente a los gentiles, es decir a personas que estaban fuera de los límites del judaísmo, el peso narrativo de la conversión de Pedro y su encuentro con Cornelio (Hch 10), y la asamblea de Hechos 15 son ejemplos de esto.

Encuentro con Jesús

Hemos mostrado cómo hay un énfasis en la primera parte en mostrar la realidad de la presencia corporal de Jesús (vv. 39-43), pero al mismo tiempo esa presencia tan real como antes es ahora trascendentalmente distinta. No sólo por la manera como Jesús desaparece en Emaús (24:31), sino por la manera como el propio Jesús se refiere a su presencia entre los discípulos en 24:44. El Jesús resucitado describe al presente como un momento distinto del anterior. En 24:44 el Jesús resucitado dice: “Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros,” distinguiendo así entre este presente y el tiempo anterior a su resurrección.

Finalmente, las apariciones de Jesús, y esta es sola una de ellas en el evangelio de Lucas, sirven como relatos fundantes de futuros encuentros con Jesús. El encuentro está marcado por esta indisoluble combinación de continuidad y ruptura. Es el mismo Jesús que caminó con sus discípulos y discípulas, pero al mismo tiempo es distinto. Y lo que es más significativo aún, especialmente en el relato de la aparición de Jesús a los dos que iban camino de Emaús y en el relato que estamos comentando aquí, es que Jesús se hace real al compartir el alimento, como tantas veces lo hizo durante su ministerio, y al explicar las Escrituras. Es justamente en comunidad, compartiendo las Escrituras y el pan, que también hoy podemos encontrarnos con el Jesús resucitado.


Notas:

1. Luke Timothy Johnson and Daniel J. Harrington, The Gospel of Luke (Collegeville, Minn: Liturgical Press, 1991), 402.