Quinto Domingo después de Pentecostés

El Reino de Jesús: La semilla que se escucha

Sower went out to sow
Sower went out to sow, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.

July 13, 2014

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Comentario del San Mateo 13:1-9, 18-23



El Reino de Jesús: La semilla que se escucha

Cuando yo era niño, cierto día llegó al colegio una compañerita con una gran novedad: de su oído había brotado una pequeña plantita. Recuerdo que todos y todas en el salón de clase estábamos maravillados con el hecho… incluso nuestra maestra del curso. Luego nos explicaron que una semilla de frijol (poroto), con la que ella había estado jugando días antes, se había colocado en su oído y encontró las condiciones adecuadas para germinar. Sin embargo, ahora siendo yo adulto, me viene aquel recuerdo como una metáfora apropiada para releer el texto bíblico de hoy: El oído es una oportunidad para que una semilla brote.

Una de las maneras a través de las cuales Jesús enseñaba fácilmente a la gente sencilla, pero lograba confundir a los doctos, era a través de parábolas. Comparaciones directas entre el proyecto de vida que Jesús propone y situaciones frecuentes y bien conocidas de la vida de la gente común.

Caso emblemático es la “parábola del sembrador.” Jesús seguramente había experimentado en muchas ocasiones lo que significaba la vida y el trabajo del campo. La vida rural y la producción agrícola era diferente a las técnicas que comúnmente conocemos en muchos de los países de occidente.

Hoy en día se está utilizando cada vez más, en varios países del sur del continente americano, así como en los Estados Unidos, la llamada técnica de la “siembra directa,” pero lo cierto es que todavía en muchos de nuestros campos estamos acostumbrados a arar la tierra, y después a sembrar haciendo surcos para que por ellos corra el agua que alimentará a las plantas cuando germinen, etc.

La forma de siembra que conoció Jesús se parecía más a la actual “siembra directa.” Era una práctica tal vez más “azarosa,” que consistía en dispersar las semillas en el campo sin labrar, lo cual puede suponerse un verdadero despilfarro.

En realidad, la forma de sembrar que conoció Jesús conservaba tintes teológicos sublimes. La semilla se esparcía indiscriminadamente por el campo con la esperanza, es más, con la certeza, de que Dios en su providencia daría el crecimiento. Si alguna semilla se perdía, no existía mayor problema pues igual era don de Dios. Además, arrojar las semillas “a la buena de Dios” era también un gesto simbólico de abundancia. Hoy en día, reminiscencias de ello perduran en las fiestas sabatinas de los judíos (Shabbat), cuando están a la mesa y, después de los rituales de gratitud a Dios, toman la “Jala” (una trenza de pan) y acostumbran a cortar trozos generosos lanzándolos a cada comensal como símbolo de abundancia y providencia divina, pues así derrama Dios el alimento y las bendiciones a su pueblo.

Obviamente que no todas las personas podían entender porqué el Reino de Dios es como la acción de sembrar. Para empezar, ni siquiera todas las personas que escuchaban a Jesús sabían cómo era la práctica de la siembra judía. Entre quienes escuchaban las parábolas había pescadores, publicanos, artesanos, pastores y personas de muchas otras profesiones; no sólo agricultores. El mundo campesino fue diverso ayer como lo es hoy, aunque para quien viva en la ciudad parezca todo la misma cosa.

Así que, quienes escuchaban a Jesús podían saber de redes, balsas, mareas, tempestades, porcentajes, leyes de recaudación de aranceles, sumas, restas, pesos, medidas, arcillas, clavos, martillos, muebles… pero no todos sabían de semillas y tipos de tierra.

El Reino de Dios funciona como cuando un campesino salió a sembrar, y en esta metáfora de Jesús se cubre y descubre el misterio de su proyecto. Para quien conoce la práctica, seguramente quedó claro que el Reino de Dios se esparce por el mundo donde todos y todas lo tienen a su alcance, pero no cualquiera lo recibe en forma adecuada. Sin embargo, esta parábola también oculta el mensaje a quienes están acostumbrados a aprender en forma tradicional, a través de leyes y sentencias y reglamentos complementarios o escuelas de interpretación de las leyes.

Jesús ha mostrado su proyecto con un ejemplo simple que las personas más sencillas pueden comprender, pero lo ha vuelto un acertijo para sus detractores; aquellos que queriendo torcer sus palabras, buscan el mínimo pretexto para acusarle de hacer o enseñar cosas malas.

Y por esa razón hay una segunda parte de esta narración. Cuando Jesús tiene que explicar la parábola.

El maestro es interpelado por quienes viven también una vida sencilla, pero no conocen del todo la práctica agrícola. Jesús no rehúsa explicarles para que puedan entender; sabe que ellos guardan las mejores intenciones y que no tienen porqué saberlo todo de antemano. Jesús se da cuenta de que no puede poner a todos “los pequeños” en la misma bolsa exigiéndoles demasiado; incluso se da la oportunidad a sí mismo de transformar su discurso. Lo que ocultó a los oídos mal intencionados, lo revela a oídos sencillos que quieren escuchar, pero les cuesta trabajo comprender.

Jesús tiene buenas intenciones, pero no es ingenuo. Sabe cuándo debe ser claro y cuándo resulta adecuado “oscurecer” su mensaje; con todo, se atreve a cambiar de actitud y a dejar su sagacidad si ésta ha complicado alguna situación.

Jesús es totalmente un ser humano y, como persona se maneja. Toma la vida y sus circunstancias como oportunidad para enseñar que, como dijo Juan Calvino: “El mundo es el escenario de la gloria de Dios”.

Ahora vuelvo al relato con el que inicié hoy: el oído es una buena oportunidad para que una semilla brote, o dicho de otra manera, oír el evangelio es propicio para que germine el Reino de Dios.

Dios se manifiesta en este mundo; no creó otro para hacerlo… es este, y a partir de ello es que se nos da a conocer. Dios no quiere que el ser humano viva sólo pensando en el “más allá.” En todo caso, ese tema lo tiene resuelto. Jesús quiere que podamos verlo en el “más acá” donde la semilla del Reino es sembrada para que nosotros, nosotras y nuestro entorno seamos campos fértiles para una buena cosecha.

Post Scriptum

Y si, además, alguna semilla cae en mala tierra o a la vera del camino: ¡Dios sabrá qué hacer con ella!