Transfiguración de Nuestro Señor

Transfiguración y carnaval

sun shining on a valley
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February 19, 2023

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Comentario del San Mateo 17:1-9



Teniendo en cuenta el calendario litúrgico, este domingo leemos y compartimos este texto tan conocido de la transfiguración de Jesús. A la vez, nos encontramos en época de carnaval.

Motivado por este contexto social, quiero que consideremos algunas cuestiones “carnavalescas” de este texto que aparece en los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas)

¿Acaso hay alguna semejanza entre este texto y la festividad o temporalidad de carnaval? Probemos…

Carnaval

Pensemos brevemente algunas características de esta fiesta que tiene orígenes tan difusos como antiguos. Y, digámoslo también, que ha sido un motivo popular tan potente como para que la iglesia en la edad media lo incorporara de alguna forma a su propio calendario, en una historia anual de la salvación que incluiría el miércoles de cenizas.

Una primera característica que veo en los carnavales tiene que ver con las máscaras. De una u otra forma, estas fiestas tienen en sus celebraciones la cuestión de tener otro rostro, de ocultar o tal vez de mostrar otra cara. A esto se pueden agregar los coloridos vestidos o disfraces.

Una segunda característica es esa cuestión tan propia de las fiestas, la de un momento, un estado liminal. ¿Liminal? ¿Qué es esto? Bueno, se entiende por liminal ese momento en los rituales en que los roles socialmente construidos quedan suspendidos o invertidos. Ese momento, podríamos decir, que es un gran “paréntesis.” Lo cotidiano se suspende. Se suspende la moral, se suspenden las categorías sociales, las jerarquías, los géneros.

De esta forma, el carnaval lleva en sí una potencia muy fuerte de resistencia, de memoria de otra forma diferente de estar en el mundo. Una forma festiva, una forma en libertad, una forma de recordarnos que las cosas se pueden poner “patas para arriba.”

Transfiguración

Veamos ahora el texto y también, ¿por qué no?, prestemos en el texto una especial atención a estas dos características del carnaval que mencionamos anteriormente.

De caras y máscaras

Si hay algo que se nos presenta en el primer momento en el relato es un nuevo rostro de Jesús. Como describe el pasaje, la “máscara” que usa Jesús es de una belleza y potencia tal que parece el mismo sol. Como si esto no fuera suficiente, al mejor modo de carnaval, Jesús también usa un disfraz. Sus vestidos ahora son blancos como la luz. Claro que no nos olvidamos al leer este relato que estamos frente a una teofanía en una montaña, como tantas en la Biblia Hebrea. Pero queremos darle este matiz de transformación que tiene el carnaval, este tiempo en que las transformaciones sobre los cuerpos, sobre las vestimentas, son casi el guión principal del encuentro.

Estos dos elementos son para tener en cuenta en la historia de Jesús. No es algo común leer sobre el rostro de Jesús o sobre sus vestimentas en los evangelios sinópticos (tal vez en Juan aparezca un poco más destacado el tema de sus ropas). De hecho, las pocas veces en que se mencionan estos dos elementos, rostro y vestimentas, suelen estar asociados a contextos de dolor y sufrimiento (por ejemplo, Mt 26:67, Lc 9:51-53,1 Mt 9:20-21, Mt 27:31.35)

Desde esta perspectiva, en el monte, vemos llegar a este campesino de Galilea con su vestimenta sin mayor lujo, sin nada para destacar. Vemos también a ese pescador de rostro curtido seguramente por los sufrimientos. Vemos luego en la transfiguración carnavalesca ese cambio soñado y esperado por los pueblos cansados que buscan la alegría como el sol en el rostro y los vestidos que sean como luz que alumbre lo cotidiano. No es entonces extraña esta idea de Pedro de quedarse, de extender ese momento de carnaval, de otro rostro lleno de sol, de otras vestimentas llenas de luz.

De tiempos liminales

Otra característica del carnaval es que, como toda fiesta, produce una pausa, un paréntesis en lo cotidiano. Esa pausa tiene que renovar, tiene que hacernos recordar quiénes somos, para qué vivimos, cual es el sentido de este caminar en el mundo.

Y no es muy diferente lo que sucede en ese momento en el monte. Moisés y Elías aparecen y también lo hace esa voz recordándoles a quienes están ahí que tienen buenas razones para caminar y seguir adelante.

Ese tiempo liminal abre otra dimensión que muchas veces olvidamos en los tiempos cotidianos. Ese momento abre en quienes están ahí la seguridad de que lo cotidiano y lo difícil no es estrecho, sino que tiene historia, tiene otras dimensiones que se nos escapan cuando nos vemos atosigados por los sufrimientos y las urgencias cotidianas.

Es lo que descubren estos tres pescadores de Galilea. Son parte de algo más grande que lo que les propone un imperio, una sociedad que posiblemente los esté discriminando continuamente. Ese momento festivo en el monte es un momento en que pueden recomponerse como seres humanos en todas sus dimensiones. La dimensión divina, que trasciende lo concreto, lo visible y lo palpable, se abre al pasado, pero también al futuro, mostrando a ese Hijo de Dios presente en el caminar de cada día.

Luego llega ese momento donde la liminalidad debe terminar. Pedro intenta extenderla. Pero cada vez que se quiere extender este momento, se pierde. Solo tiene la fuerza del momento, que tiene que servir para volver a la cotidianidad desde otro lugar, con otras perspectivas. Y es precisamente lo que va a proponer Jesús: bajar del monte.

Algunas pistas para la predicación

Hoy en día estamos demasiado atados y atadas a la urgencia de lo cotidiano. Pareciera que es lo única que nos define y nos condiciona.

Este texto nos propone retomar la idea de carnaval y encontrar las máscaras y vestidos en un tiempo liminal. Nos propone que tomemos un tiempo “paréntesis” para rearmarnos y encontrar la memoria de nuestro ser como humanos, como iglesia, como sociedad, como creación entera.

Tal vez sea un buen momento para ver a la iglesia como promotora de estos tiempos y espacios en los que podemos retomar las dimensiones amplias de nuestras existencias. Para que luego podamos bajar a lo cotidiano con otra luz en nuestros rostros.


Notas

  1. Cabe agregar que el original griego de Lucas 9:51 incluye la palabra prosopon que la versión Reina Valera 1995 traduce correctamente como “rostro.” Lamentablemente no todas las versiones en español incluyen esta palabra en sus traducciones. A mí este texto, con el dato de que Jesús “afirmó su rostro para ir a Jerusalén,” siempre me ha parecido genial porque significa que se le ve en la cara lo que le está sucediendo a Jesús tanto en el momento de la transfiguración como en el momento de bajar del monte y encarar el camino difícil a Jerusalén.