Comentario del San Juan 1:43-51
Se considera el evangelio de Juan como un espejo de toda la cultura y religión del mundo antiguo. Las epístolas de Juan se mueven en el mismo círculo que el evangelio, pero exhiben pocos rasgos judíos; el evangelio hay que situarlo dentro del marco del pensamiento del Mediterráneo Oriental. Sin embargo, el contexto helenístico del evangelio no debe entenderse aparte del judaísmo, sino como un contexto más amplio para el judaísmo (tanto palestino como el judaísmo de la diáspora). Casi todo lo helenístico en este evangelio puede explicarse en términos de dicha influencia ya conocida en el judaísmo temprano.
Nuestro texto nos invita a reflexionar sobre temas fundamentales para la fe, en la búsqueda de la comprensión y la práctica del seguimiento y el desafío de “ir” y de “ver,” como Juan nos presenta a Jesús. Llama la atención que el término griego mathétés (discípulo) ocupa un lugar destacado en el Nuevo Testamento. Aparece doscientas sesenta y dos veces en los evangelios y el libro de los Hechos de los Apóstoles. El evangelio de Mateo lo utiliza setenta y tres veces; Marcos, cuarenta y seis; Lucas, treinta y siete; el libro de los Hechos, veinte y ocho; y el evangelio de Juan lo emplea setenta y ocho veces.
En definitiva, el cuarto evangelio es el que más veces emplea el término. Además de los Doce, otras personas1 que, al menos parcialmente, siguieron a Jesús, reciben el título de “discípulos.” Nótese que el primer epilogo en Jn 20:30 dice: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.”2 Sookgoo Shin3 explica que las narrativas antiguas nunca tuvieron la intención de ser éticamente neutrales y, en consecuencia, cada elemento de la narrativa, como la trama, el estilo, el escenario, los personajes, etc., son éticamente encargados de moldear y transformar la mente, los deseos y la imaginación de los/as lectores/as. A partir de esto, abordaremos algunas llaves de entrada al texto en cuanto al seguimiento y al discipulado por las que nos guía Juan. El discipulado normalmente comienza con presenciar las señales de Jesús o escuchar sus enseñanzas (o a veces testimonios de otros sobre Jesús) sobre su identidad, misión y relación con el Padre.
Comentario
Aunque la narrativa del evangelio comienza con 1:19, su origen se encuentra en 1:1–18 (la mayoría de los primeros oyentes de Juan probablemente ya eran cristianos). El prólogo4 presenta a Juan el Bautista como un testigo modelo de Jesús, lo que conduce inmediatamente a una sección (1:19–51) sobre la naturaleza del testimonio y la formación de discípulos de Jesús, que abre Juan el Bautista (1:19-28). Además, el prólogo marca el tono para el resto del evangelio, presentando a Jesús como la “luz verdadera” (1:9 cf. 3:16-17; 6:39).
- 43-44: “Al siguiente día, Jesús quiso ir a Galilea; encontró a Felipe y le dijo: —Sígueme.” Se marca un cambio de tiempo y de escenario, que da una continuidad al hilo conductor que inició con los vv. 35-39 cuando Juan el Bautista está con dos de sus discípulos y señala a Jesús como el cordero de Dios. El v. 33 parece sugerir que Juan ya había tenido esta revelación, y es probable que la audiencia le hubiera escuchado (cf. Hechos 1:5; 11:16; 19:2-3; 1 Corintios 12:13). Estos discípulos de Juan siguieron a Jesús, y éste les pregunta “¿Qué buscáis?,” a lo que responden llamándole Rabí (Maestro) y queriendo saber dónde habita. La respuesta de Jesús es vital para la comprensión de este encuentro: “Venid y ved,” y siguiéndole se quedaron con él ese día. Generalmente los discípulos debían seguir a sus propios rabinos. No era extraño, sin embargo, que discípulos de un maestro siguieran a otro; incluso un maestro podía remitir sus discípulos a otro. Estos discípulos probablemente ya habían escuchado el mensaje de Juan acerca de la llegada de un bautizador del Espíritu. ¿Habría realmente el Bautista remitido a sus discípulos a Jesús (1:36)?5
Las escenas de los vv. 37-39 y los vv. 40-42 están construidas en paralelismo.6 Senén Vidal dice: “La escena tradicional de v.40-42, al igual que la de v.44-49, refleja una situación repetida, probablemente en los orígenes de los grupos joánicos: la consecución de nuevos miembros por medio de contactos entre familiares y conocidos.”7 Felipe llama a Natanael (v. 45), así como Andrés llama a Simón su hermano (v. 41), y Jesús llama a Felipe y le dice “Sígueme” (v. 43). Aunque técnicamente Jesús ya está en Galilea,8 Jesús “quiso ir” a Galilea (v. 43) para encontrar un discípulo galileo (v. 44).
1:45-51: “Felipe encontró a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.” Felipe va al encuentro de Natanael; podríamos decir que así inaugura su discipulado. Natanael solo aparece en el evangelio de Juan, en esta sección y en 21:2, donde es mencionado con otros más. Craig S. Keene9 considera que Natanael puede ocupar un lugar destacado en el cuarto evangelio, no porque fuera uno de los Doce, sino porque es fuente primaria de la tradición galilea del evangelio, siendo de Caná de Galilea (21:2; cf. 2:1; 4:46), o quizás un amigo del autor o de su fuente (cf. 21:2).
El detalle que da Felipe de que Jesús es “hijo de José, de Nazaret,” trae como respuesta “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”10 La pregunta de Natanael es paralela a la de quienes se oponen a Jesús: “¿De Galilea ha de venir el Cristo?” (7:41); “Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado un profeta” (7:52). Sin embargo, Natanael enseguida se convence de que su pueblo natal no lo descalifica. Esta vez es Felipe quien dice “Ven y ve” (cf. 1:39), y Jesús reconoce en Natanael a un israelita de verdad, dando paso a rico diálogo y una confesión de fe: “¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!” (v. 49).
Ven y ve: ¡Cosas más grandes verás!
Podemos sentarnos como Natanael a la sombra de una higuera (v. 48) y repensar el mensaje de este texto para nuestros días y nuestras comunidades. Era usual buscar algo de frescor mientras se reflexionaba, bajo un árbol, en este caso una higuera que encaja muy bien con el contexto geográfico y la flora de Palestina. “Ven y ve,” en el lenguaje joánico, es una invitación a “Ven a reflexionar” o “Ven y escucha,” en el lenguaje de la sabiduría y de la Torá. Esta acción lleva al testimonio y a la confesión de fe. Para eso se hace necesario el encuentro y también la memoria expectante de algo que anuncia novedad y tiempos distintos.
El “Ven y ve” implica un viaje permanente; no es una invitación a la pasividad y a instalarse en la “comodidad” de la fe, sino a desinstalarnos y andar, ir al encuentro de otros/as, del que puede ser diferente, y con quienes podamos dialogar de nuestras dudas y pesares existenciales. Nuestro texto se caracteriza por los diálogos, algunos más cortos, atravesados por las expectativas y hasta por nuestros prejuicios. Ser discípulos/as significa también ir contracorriente, pero asidos permanentemente en Cristo, tal como lo indica la bella imagen de la vid y los pámpanos (Jn 15:5). La permanencia en la fe y la búsqueda de la justicia a través de la verdad se vuelven imperativas en una sociedad de lo descartable, de la inmediatez y lo efímero.
El “Ven y ve” es aprender a dialogar, a escucharnos y a escucharle. En el evangelio de Juan, los debates no producen conversiones explícitas, pero dan tregua a la reflexión, a la sabiduría, y a la experiencia personal y comunitaria con Dios. En vista de la cristología de Juan (cf. 1:1–18), algunos comentaristas encuentran aquí un eco de la invitación de la Sabiduría (Proverbios 8:5; 9:10; Sabiduría 6:12-14).
“Ven y ve” nos hace permanecer en la promesa de que “cosas mayores que éstas verás” (v. 50), como “el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre” (v. 51), que nos recuerda la escalera de Jacob con los pies a tierra. El “Ven y ve” es un desafío ético para seguir creciendo como discípulos/as cada día, leyendo los signos de los tiempos y acompañando nuestro mundo dolorido en la esperanza que nos da el asombro por la irrupción de lo inédito y de la paz con justicia.
Notas
- Incluso se les da este título a quienes fueron testigos oculares de las obras de Jesús.
- Estos son, sin duda, la “gran multitud de sus discípulos” (ochlos polys mathētōn) (traducción NIV de Lc 6:17) o la “multitud de los discípulos” (to plēthos tōn mathētōn) (Lc 19:37).
- Sookgoo Shin, Ethics in the Gospel of John. Discipleship as Moral Progress (Leiden: Brill, 2019).
- Los dramas griegos a menudo comenzaban informando al espectador de lo que había sucedido antes del estreno de la obra.
- Los biógrafos informan de ocasiones excepcionales en las que los maestros que quedaban impresionados con otros maestros referían a sus discípulos a ellos.
- Cabe aclarar que Juan indica que Felipe, Andrés y Pedro son de Betsaida (1:44), mientras que según el Evangelio de Marco parecen ser de Capernaúm.
- Senén Vidal, Nuevo Testamento (España: Sal Terrae, 2015), 506.
- Juan pone énfasis en que Galilea, la “frontera” más periférica de Judea, acogió a Jesús cuando su “propia” Judea le era hostil (1:11; 4:43–44; 7:1, 9).
- Craig S. Keene, The Gospel of John. A Commentary (Michigan: Baker Academic, 2003).
- Nazaret era una ciudad relativamente pequeña, aunque pocas ciudades y aldeas de Galilea eran grandes; muchas aldeas habrían tenido menos de 300 habitantes y sólo Tiberíades y Séforis eran técnicamente ciudades en el sentido helenístico.
January 14, 2024