Decimonoveno domingo después de Pentecostés

Me crie escuchando un refrán popular que dice: ¿a quién le amarga un dulce (golosina)?

Matthew 22:4
"Everything is ready; come to the wedding banquet." Photo by Kim Daniels on Unsplash; licensed under CC0.  

October 11, 2020

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Comentario del San Mateo 22:1-14



Me crie escuchando un refrán popular que dice: ¿a quién le amarga un dulce (golosina)?

Usualmente este refrán se usa cuando te ofrecen algo que claramente no vas a rechazar. Sin embargo, en el caso de esta parábola, parece que existen personas a quienes un dulce les puede amargar la vida. El texto para este día es la última de tres parábolas que Mateo comparte de seguida. Esto debe causar algún tipo de interés en quien lee, ya que, cuando algo se repite en el texto bíblico, no sólo es de importancia para quienes lo escucharon en su momento histórico, sino que también es de suma importancia para quienes lo leemos hoy. En esta ocasión, esta tercera parábola se trata de un rey que le preparó una fiesta a su hijo y envió a sus siervos a que llamaran a los invitados una vez que todo estaba listo (vv. 1-4).

¿A quién no le gusta ser invitado a una fiesta? En especial, a una fiesta preparada por un rey. Yo vengo de una familia a la que le encanta festejar. Quizás es parte de nuestra idiosincrasia latina. Cualquier excusa es buena para prender el fuego, preparar comida y pasar el tiempo en la sobremesa. Pero esto no es lo que ocurre con quienes fueron invitados a esta fiesta. Por alguna razón, rechazaron la invitación. Esta respuesta de parte de los invitados desalentó al rey. ¡Por supuesto que uno siente el desaire cuando invita a una fiesta y los invitados no llegan!

Al leer la parábola, uno puede inferir que ya había habido algún tipo de invitación hecha por parte del rey a los invitados porque el texto dice en el v. 3 que el rey “envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda.” No conocemos si los invitados habían respondido afirmativamente a la invitación, pero ahora el rey estaba listo para recibir a sus invitados y festejar la boda de su hijo. Según el texto, el rey dice: “Decid a los invitados que ya he preparado mi comida. He hecho matar mis toros y mis animales engordados, y todo está dispuesto; venid a la boda” (v. 4). La respuesta de los invitados al llamado de los siervos fue una de rechazo: “sin hacer caso, se fueron: uno a su labranza, otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los golpearon y los mataron” (vv. 5-6). La respuesta del rey al rechazo de los invitados fue una de enojo. A tal grado que se levantó contra los invitados y sus pueblos (v. 7). No cabe la menor duda de que esta respuesta es un tanto incómoda para quien lee. Pero si recordamos el tono con el cual Jesús culmina la parábola de los labradores que se rebelaron con el dueño de la viña, nos damos cuenta de que existe una correlación entre lo que les ocurriría a los labradores y lo que les pasa a quienes rechazaron la invitación del rey en la parábola de hoy.

A continuación, el rey ordena a sus siervos que salgan a invitar a otros. Parece que considera que no vale la pena festejar si no hay invitados. Según el relato, el rey dice: “La boda a la verdad está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a la boda a cuantos halléis” (vv. 8-9). Los siervos no se hicieron esperar; salieron tal y como les fue dicho y comenzaron a invitar a todas las personas que encontraron en el camino. Según el relato, no hubo ningún tipo de requisito en la invitación. Dice la historia que “reunieron a todos los que hallaron, tanto malos como buenos, y la boda se llenó de invitados” (v. 10). Por fin ocurre lo esperado por el rey. Hay invitados presentes en la fiesta.

Sin embargo, ocurre una transición inesperada. Al entrar el rey en la fiesta, vio a un hombre que no estaba vestido de manera apropiada para la fiesta. Esta interacción es un tanto sorpresiva, ya que no se revela que esto haya sido un requisito para los invitados que se encontraron por el camino y en las calles. Pero a los ojos de rey, este invitado no era digno. Puede significar que este hombre no estaba contado entre los que llegaron por medio de la búsqueda de los siervos. Al ser confrontado por el rey, el hombre guardó silencio. Es posible que su silencio, más que su atuendo, fuera lo que provocó que lo removieran de la fiesta. Y como resultado, fue echado fuera, a la oscuridad de la noche.

Como en toda parábola, parece que existe más de una forma de recibir las enseñanzas de Jesús. En primer lugar, uno pensaría que una invitación de un rey sería categórica e incapaz de ser rechazada. Pero los primeros invitados estaban tan enfocados en sus propias responsabilidades que no les interesó participar de la fiesta que el rey le había preparado a su hijo. En segundo lugar, la fiesta no dejará de celebrarse y se llenará de quienes menos pensamos. Quienes no fueron contados en un principio, tendrán la oportunidad de celebrar en la fiesta que ha preparado el rey. Por último, a pesar de la apertura para que otros vengan y celebren, el rey será quien tendrá la palabra final sobre quiénes podrán participar de la fiesta.

Nos ayude el Señor a no rechazar la invitación del rey. Vivamos hoy preparados para su llamado, para que cuando ocurra no estemos ocupados en otros quehaceres. Y si por alguna razón estamos entre quienes hemos sido añadidos por el rechazo de otros, entremos a la fiesta con la humildad de saber que habrá sido por su gracia y no por nuestros méritos. Y participemos entonces de la fiesta con la esperanza de no ser echados/as en la oscuridad de la noche.