Comentario del San Mateo 20:1-16
Obreros necesitados, esperando que alguien tenga compasión y les de trabajo para sostener a sus familias.
Obreros que esperan pacientemente en las plazas… Buscar trabajo de esta manera requiere fe, fortaleza y paciencia, porque el obrero está a la merced de quienes viven en una situación más cómoda, de quienes saben de antemano de dónde les llega el pan de cada día. El obrero también está en una situación precaria y vulnerable porque espera que su próximo patrón lo trate con justicia y dignidad.
Obreros que esperan pacientemente en las plazas… Esta escena se repite en nuestra época, especialmente en las plazas donde se congregan obreros indocumentados.
¿Cómo nos reta con Jesús con esta imagen?
La Comunidad de Mateo: ¿Quién Escucha este Evangelio?
Esta parábola fue recordada y conservada por una comunidad de cristianos/as judíos/as, después de la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 de nuestra era (posiblemente el evangelio fue escrito entre los años 80 a 100). La comunidad había sufrido el trauma de la destrucción del templo y la dispersión de los habitantes de Judea. Es posible que la comunidad de Mateo viviera la experiencia de la precariedad en carne propia.
La parábola de los obreros en el viñedo es única porque no aparece en los otros evangelios sinópticos ni en el evangelio de Juan. Es parte del relato del ministerio de Jesús en Judea, cuando caminaba hacia Jerusalén. Jesús ya había predicho su muerte y Mateo muestra cómo va creciendo el rechazo a Jesús de parte de las autoridades religiosas. En esta escena, sus oyentes son los discípulos, quienes acababan de presenciar el llamado de un joven rico, a quien Jesús había desafiado a dejar todo lo que poseía y seguirlo en su misión. El joven había partido desanimado y los discípulos quedaron atónitos. Los discípulos pensaron en su propia situación. Pedro, el vocero del grupo, preguntó: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué pues, tendremos?” (19:27). Jesús, entonces, describió el discipulado así: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (19:29).
Reflexión
Ser ciudadano del reino de los cielos es un llamado a una existencia precaria, pero que al mismo tiempo depende de la generosidad de Dios. Esta situación se refleja a través de la parábola, en la presencia de obreros que no tienen tierras ni bienes; solamente el trabajo de sus manos. En el primer siglo de nuestra era, la época de Jesús y de la comunidad de Mateo, los obreros entraban en los pueblos y las ciudades esperando que alguien les diera trabajo. Estas personas habían sido desplazadas de sus tierras, o sencillamente eran demasiado pobres para tener un lugar en el cual vivir y cultivar su alimento diario. Era una vida llena de desesperación y dificultad que contribuía a la dispersión de las familias.1 Jesús escoge esta situación de injusticia social para pintar un retrato del reino de los cielos, pero su enfoque es el personaje del “padre de familia;” no tanto la situación de los obreros.
Jesús declara al principio de la parábola: “El reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña” (v. 1). El personaje principal es el “padre de familia,” cuyas acciones Jesús compara directamente con el reino de los cielos. La palabra griega oikodespote (vv. 1, 11) puede ser traducida como amo, cabeza de familia, terrateniente o “señor” del viñedo. También se emplea más adelante el término griego epitropo (v. 8), que significa capataz o mayoral.2 El padre de familia o el capataz salieron durante la época de la cosecha a buscar obreros adicionales entre la gente que esperaba en las plazas. Contrataron a los obreros, ofreciéndoles un denario, o sea, el salario usual por un día de trabajo. Su meta principal era cosechar las uvas a tiempo, para que no se echaran a perder o fueran devoradas por los animales del campo. Parece que la cosecha era abundante, puesto que tuvieron que salir a buscar obreros en varias ocasiones durante el transcurso del día. Sin embargo, el señor del viñedo no velaba solamente por sus propios intereses; también se fijaba en las necesidades de los obreros que se habían quedado sin trabajo.
Esta parábola de Jesús está llena de imágenes que reflejan la abundancia y generosidad del reino de los cielos. La cosecha es tan abundante, que el señor del viñedo tiene que salir a buscar obreros adicionales—más que los que tiene habitualmente en su finca. La generosidad del padre de familia se nota en el hecho de pagarles de manera justa a todos los que trabajan en su viñedo, aun a aquellos que entraron a trabajar a última hora.
La situación opuesta a la abundancia y generosidad es la de la carencia, escasez y precariedad. Cada situación genera su visión del mundo, y en esta parábola se reflejan las dos—la necesidad de los obreros y la generosidad del padre de familia. Al presentarles este contraste a sus discípulos, Jesús contrapone la mentalidad de la abundancia con la actitud de carencia: la que quiere saber qué “premio” va a recibir por su discipulado en el reino de los cielos frente a la que usa sus bienes para mejorar la situación de otras personas. La pregunta del padre “¿tienes tú envidia porque yo soy bueno?” realza el contraste entre la mentalidad de carencia y la de abundancia.
Nuestra Comunidad: ¿Cómo Recibimos esta Lectura?
La presencia de obreros transitorios, esperando trabajo en las esquinas de nuestras ciudades interpela la comodidad de nuestras comunidades. ¿Estamos dispuestos a ir a buscarlos? ¿Les daremos su pan de cada día, como el padre de familia en el reino de los cielos? ¿Somos una comunidad con una mentalidad de carencia o de generosidad?
Notas:
1. Bruce A. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Synoptic Gospels, Segunda edición (Fortress Press: Minneapolis, 2003), 101.
2. Arland J. Hultgren, The Parables of Jesus: A Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), 33.
September 24, 2017