Comentario del San Lucas 16:1-13
“Cada persona es culpable de todo el bien que no hizo.”1 La culpa es un sentimiento que nos empuja a reconocer el mal que hemos hecho en nuestras vidas, pero aún más profundo es ver y reconocer el bien que no hacemos. Me refiero a las oportunidades perdidas para amar a Dios y al prójimo.
En el evangelio de Lucas, la deuda es frecuentemente un sustituto para el pecado (véase Lc 7:36–50 y 11:1–4). El mayordomo en la lectura de hoy reduce las deudas de las personas que le deben algo a su amo y lo hace para asegurar su futuro. Hace el bien para beneficiarse a sí mismo, pero su amo no lo condena: “Y alabó el amo al mayordomo malo por haber actuado sagazmente, porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz” (v. 8). ¿Cómo se percibe el bien en esta parábola del mayordomo infiel?
Caminando hacia Jerusalén, y hacia su pasión, Jesús continúa enseñando a sus discípulos por medio de parábolas. Lo siguen las muchedumbres en su camino, los fariseos y los escribas. Las tres parábolas anteriores a esta—la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo—ejemplifican el amor de Dios que sigue buscando y encontrando al pecador. Estas responden a las preguntas: ¿Cuántos se salvarán? ¿Quién será aceptado en el reino de Dios? (Lc 13:23–24). Pero la parábola del evangelio para este domingo cambia el enfoque. Las acciones del personaje principal, el mayordomo infiel pero sagaz, responden a la inquietud: ¿Qué puedo hacer yo, para asegurar mi entrada en el reino de los cielos? La parábola ejemplifica el lugar de la fidelidad y la sagacidad frente a nuestras fallas y flaquezas.
En esta parábola existen dos tipos de deuda—la deuda monetaria o el pago que el hombre rico debía recibir de sus terratenientes, y la deuda social o interpersonal. La lectura nos dice que el amo se da cuenta de que su mayordomo derrochaba sus bienes. No sabemos quién acusó al servidor, pero el mayordomo no trata de protestar su inocencia. Acepta su culpa y sagazmente trata de hacer arreglos para que lo “reciban en sus casas” los deudores de su amo. En la cultura de la época de Jesús, al perder su trabajo, el mayordomo perdía su posición social. Al tratar de preservar su propio acceso a la hospitalidad de los deudores de su amo, sobreviviría socialmente.
Según la parábola, la deuda monetaria es enorme y podría poner en juego la sobrevivencia y la libertad de individuos, familias e incluso aldeas enteras. Al reducir las deudas, el mayordomo actúa con misericordia. Si la deuda de una familia era demasiado grande, la única opción que tenía bajo la ley romana era que los familiares trabajaran para el acreedor hasta pagar todo lo que debían. Si no, las autoridades romanas llevaban a los deudores a la prisión esperando que los familiares pagaran un rescate.2 Al reducir las deudas de la gente que le debía dinero a su amo, el mayordomo crea una deuda social para asegurar su propia supervivencia. La raíz de esta deuda social es la disminución de una enorme deuda monetaria.
A la vez, al reducir las deudas que le debía la gente a su amo, el mayordomo creó una situación económica y socialmente difícil para el hombre rico. ¿Qué recurso le queda al amo al darse cuenta de los arreglos del mayordomo?
Si el hombre rico anula los arreglos del mayordomo, se arriesga a enajenar seriamente a la gente de toda la aldea, en el momento en que los deudores estarían celebrando su sorprendente generosidad. Si permite que las reducciones de las deudas permanezcan, será alabado por todas partes (y también el mayordomo por haber hecho los “arreglos”) por ser un hombre noble y generoso. El mayordomo cuenta con esta reacción.3
Tanto el mayordomo como su amo se encuentran en una situación en que están sirviendo las riquezas, y no a Dios (v. 13), pero las acciones del mayordomo alivian la vida de los deudores.
En nuestro mundo, la manera tramposa que el mayordomo usa para asegurar su futuro nos parece una ética muy falsa. Pero Jesús no parece verlo de esta manera: “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (v. 9). El mayordomo salva algo bueno para todos, reduce una deuda injusta, no vive las consecuencias de su falta de honestidad, y aumenta la buena fama de su amo. El bien sobrepasa el mal de las acciones del amo y su mayordomo, pero todavía está sirviendo a dos señores, el bien de todos y las riquezas (v. 13). La situación se resuelve en “lo menos peor.” Pero hay algo mejor…
Al final de la parábola, Jesús nos da una visión de lo mejor. Mejor es actuar de una manera honesta: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (vv. 10–11). En estos versos Jesús apila términos éticos: fidelidad, justicia y verdad. Estos definen el estándar de la honestidad, pero al mismo tiempo, Jesús reconoce que cada persona crece; va de lo poco a lo mejor (o a la inversa, si es poco justo se vuelve más injusto) en estas tres categorías.
Quienes escuchaban a Jesús, no eran solamente sus discípulos; la parábola apunta hacia quienes querían tener la mejor reputación moral y la conveniencia de la seguridad que traen las riquezas. Los fariseos y escribas imponían valores morales absolutos a la gente, aun cuando ellos mismos no podían llegar a ese nivel: “Oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él” (v. 14). ¿Con cuál personaje se identificarían los opositores de Jesús? Tanto el hombre rico como el mayordomo solamente llegan al nivel moral de “menos peor.” Las acciones del mayordomo no son el máximo ejemplo para quienes siguen a Jesús. Todavía existen en su mundo dos señores: el mayordomo regatea entre hacer el bien y salvar su posición. Todavía “es culpable de todo el bien que no hizo.” En su mundo, todavía no vemos el autosacrificio que requieren la fidelidad, la justicia y la verdad, pero Jesús confía en que sus oyentes estén creciendo hacia esta realidad.
Y nosotros/as, ¿examinamos nuestras vidas para ver todo el bien que no hemos hecho? Esta es la clave para crecer hacia la fidelidad, justicia y verdad.
Notas
- Atribuido al escritor francés Voltaire (François-Marie Arouet), 1694–1778.
- Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Synoptic Gospels (Minneapolis: Fortress Press, 2003), 349.
- Ibid., 293. Traducido por Renata Furst.
September 21, 2025