Undécimo domingo después de Pentecostés

Comiendo sus palabras

rice in a bowl with sesame seeds (Bread of Life)
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August 4, 2024

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Comentario del San Juan 6:24-35



No todas las personas son conscientes de que los evangelios afirman claramente que durante el transcurso de la totalidad de su ministerio terrenal Jesús hizo de la ciudad de Cafarnaúm su lugar de residencia: “Los estudiosos de Jesús de todas las tendencias metodológicas e ideológicas están de acuerdo en que, si al Jesús histórico se lo pudiera encontrar en algún lugar, ese lugar sería Cafarnaúm y sus alrededores… un dato sobre el cual los académicos, que de otro modo proceden con diferentes sesgos epistemológicos, mediante supuestos metodológicos opuestos, sobre la base de fondos ideológicos divergentes, pueden, sin embargo, estar de acuerdo.”1

Mateo señala eso explícitamente:

Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea. Dejando Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas vio gran luz, y a los que habitaban en región de sombra de muerte, luz les resplandeció.» Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!» (4:12–17)

No deja de ser notable que en la profecía de Isaías que cita Mateo (Is 9:1–2) Zabulón preceda a Neftalí: Nazaret está en el territorio que le tocó en suerte a la tribu de Zabulón (Josué 19:10–16), mientras que Cafarnaúm en el que recibió la de Neftalí (Josué 19:32–39). Esto ha hecho decir a J. Spencer Kennard Jr.: “una infancia transcurrida en ese lugar implica una acumulación de coincidencias que asombra la imaginación. De ahí que lleguemos a la conclusión volteriana de que ¡nada menos que un milagro divino explica la infancia de Jesús en Nazaret!”2

Se ha sugerido incluso que Jesús tenía su “cuartel general” en una casa que Pedro y Andrés poseían en Cafarnaúm.3 Sin embargo, el pasaje de Juan 6 que nos ocupa tiene lugar precisamente al interior de la sinagoga de esa ciudad, si el v. 59 se debe aplicar a todo lo relatado a partir del v. 26, como parece ser el caso. Pero esto mismo resulta particularmente interesante debido a que la casa que la tradición adjudica a San Pedro en Cafarnaúm, y que funcionaba ya como iglesia cristiana por lo menos desde el siglo IV, se encuentra ¡a 25 metros de la sinagoga! Egeria la Peregrina, que visitó Cafarnaúm entre los años 381 y 384, escribe: “… en Cafarnaúm la casa del príncipe de los apóstoles ha sido convertida en iglesia, con sus paredes originales todavía en pie. Allí es donde el Señor curó al paralítico. Allí también está la sinagoga donde el Señor curó a un hombre endemoniado. Se entra por muchas escaleras, y está hecha de piedras labradas.”4

Por supuesto, se ha puesto en duda si los restos de una sinagoga que Charles W. Wilson identificó en 1866 en Tell Ḥum corresponden o no a la estructura visitada por Egeria y si esta a su vez corresponde a la sinagoga de tiempos de Jesús. La misma localización exacta de Cafarnaúm fue motivo de múltiples discusiones durante el siglo XX, pero, aunque se han propuesto otros lugares como Khirbet Minya o el cOreimeh, el consenso contemporáneo entre los investigadores es que Tell Ḥum (sitio que desde el siglo IV hasta el XIX fue considerado la antigua Cafarnaúm tanto por la historia rabínica y los judíos residentes en Palestina como por los padres de la iglesia y los peregrinos cristianos) es efectivamente la Cafarnaúm de Jesús.5

En el caso de la sinagoga, sin embargo, la opinión permanece dividida. De todas las sinagogas de Galilea en las que Jesús predicó, enseñó y realizó milagros, solamente la de Cafarnaúm está claramente identificada por su nombre en los relatos evangélicos. Conocemos incluso el nombre del principal líder de ella, Jairo. Sin embargo, los restos de la que Charles Wilson identificó muestran sólo una correspondencia limitada en estilo arquitectónico con el resto de Cafarnaúm e incluso parecen extremadamente ricos y extravagantes si se comparan con los de otras sinagogas del periodo que se han excavado en Galilea (Arbel, Hamam, Bar‘am, etc.). Estas discrepancias han llevado a sugerir distintos escenarios, por ejemplo, que debido a las peregrinaciones de fieles cristianos durante los siglos III y IV, los habitantes de Cafarnaúm habrían construido un edificio monumental como “atracción” digna de ser visitada, con piedras ya trabajadas e incluso importadas de otras regiones, es decir, que los constructores de por lo menos parte de las ruinas actuales habrían sido cristianos del siglo IV, no judíos del siglo I o épocas anteriores.6,7,8

En este sentido, llama poderosamente la atención que en la entrada norte de la sinagoga se observa un bajorrelieve que representa una olla con maná. ¿Está ahí como recuerdo explícito a las palabras de Jesús reseñadas en este capítulo?9 Y de ser así, ¿tal imagen podría datar del mismo siglo I o II? Benjamín Yamin Arubas y Rina Talgam señalan el hecho de que un par de textos del midrash rabínico Kohelet Rabbah indican que ya en el siglo II Cafarnaúm era considerada por el judaísmo ortodoxo una ciudad llena de herejes (cristianos).8

Los versículos para este domingo relatan la conversación que tuvo Jesús con la gente que lo buscaba para poder comer más pan gratis. Jesús afirma que no lo buscan sino “porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 26). La palabra griega traducida como “saciasteis” es chortazó, que desde el griego clásico se utiliza para indicar el dar forraje, la engorda de los animales, y que en el Apocalipsis se usa para describir la manera en que los buitres y otras aves carroñeras devoran los cuerpos de los ejércitos vencidos por el ejército de Cristo (Ap 19:21), es decir, en el griego evoca una idea que en buen castellano sería algo así como “comisteis como animales,” sin control ni medida.

Se ha sugerido que la multitud lo buscaba porque reconocía que Jesús era un profeta como Moisés y que esperaban recibir, como durante el Éxodo, una provisión diaria de pan del cielo, pero si tal era el caso, nuestro Señor los desanimó de inmediato, indicándoles que no debían esforzarse para obtener un alimento “que perece” (v. 27) [apollumi en el original griego, que también puede significar “se destruye”], en evidente referencia al maná del Éxodo, que se echaba a perder en menos de 24 horas (Éxodo 16:20).

En contraposición, Cristo los invita a esforzarse por alimentarse [brósis en el original griego del v. 27, que significa el acto de comer, no la “comida,” como traduce Reina Valera 1995], no con lo que ya se está pudriendo [apollymenēn en el original griego del v. 27; único uso en el Nuevo Testamento], sino con el alimento que dura, que permanece [menó en el original] hasta [eis] la vida eterna. Y les revela que él les dará ese alimento, porque Dios lo escogió [sphragizó, “lo señaló”] precisamente para ello. La multitud, queriendo recibir ese tipo de comida, pregunta: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (v. 28). Y Cristo corrige indicando que no se trata de hacer muchas “obras” [erga] en plural, sino de llevar a cabo solamente una, en singular: “Ésta es la obra [ergon] de Dios, que creáis en aquel que él ha enviado” (v. 29).

Muchos exégetas interpretan los versículos que hoy nos ocupan en un contexto exclusivamente eucarístico, pero en mi opinión ese no puede ser el caso, y conviene, para comprender esto, percatarnos de que todo texto bíblico posee siempre diversos niveles de lectura. Aquí nos encontramos con al menos un relato diacrónico superpuesto a uno sincrónico: Juan sin duda escribe para un público que tenía presente la eucaristía como una característica básica de la fe cristiana, y no podría leerlo sin hacer una relación directa a ella; sin embargo, Cristo habla a un público que no tiene la menor idea de ella, y su objetivo es claramente el invitarles a creer en sus palabras. Por eso el capítulo termina con Cristo mismo señalando que “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63), es decir, por endíadis, “son vida espiritual.”

Juan comprende muy bien esto, y por eso inicia y termina su evangelio con una evidente inclusio, indicando que las señales que hizo Jesús tuvieron un propósito central: que las personas creyeran en lo que él decía. “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (2:11). “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:30–31).

Ese día en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús pedía a la gente que se alimentara de sus palabras, porque al comerlas y creerlas, al digerirlas, ellas les permitirían obtener la verdadera vida. “Comer las palabras de Dios” es una figura retórica que se repite en las Escrituras en contextos muy trascendentes;10 y haríamos bien en prestarle bastante más atención.


Notas

  1. Rene Alexander Baergen, Re-Placing the Galilean Jesus: Local Geography, Mark, Miracle, and the Quest for Jesus of Capernaum. (PhD Thesis, University of St. Michael’s College, 2013). 22–23. Traducción del autor.
  2. J. Spencer Kennard Jr, “Was Capernaum the Home of Jesus?” Journal of Biblical Literature 65(2):131–141. 1946,137. Traducción del autor.
  3. Christopher B. Zeichmann, “Capernaum: A ‘Hub’ for the Historical Jesus or the Markan Evangelist?” Journal for the Study of the Historical Jesus 15:147–165. 2017.
  4. John Wilkinson, Egeria’s Travels, 3a ed. (Oxford: Aris & Philipps, 2006), 97–98. Traducción del autor. Existen traducciones al castellano del Itinerarium Egeriae por diversos autores.
  5. Sharon Lea Mattila, “Capernaum, Village of Nahum, from Hellenistic to Byzantine Times,” en Galilee in the Late Second Temple and Mishnaic Periods: Volume 2 – The Archaeological Record from Cities, Towns and Villages, ed. D.A. Fiensy y J.R. Strange (Minneapolis: Fortress Press, 2015), 217–257.
  6. Z.U. Ma‛oz, “The synagogue at Capernaum: a radical solution” en The Roman and Byzantine Near East. II: Some Recent Archaeological Research JRA SS 31, ed. J.H. Humphrey (Portsmouth, RI: Journal of Roman Archaeology, 1999),137–148.
  7. Benjamin Y. Arubas y Rina Talgam, “Jews, Christians and ‘Minim’: Who Really Built and Used the Synagogue at Capernaum – A Stirring Appraisal” en Knowledge and Wisdom, Archaeological and Historical Essays in Honour of Leah Di Degni, ed. G.C. Bottini, L.D. Chrupcała y J. Patrich (Milan: Terra Santa, 2014), 237–274.
  8. Wally V. Cirafesi, Capernaum: Jews and Christians in the Ancient Village from the Time of Jesus to the Emergence of Islam (Minneapolis: Fortress Press, 2024)
  9. Se puede ver una fotografía del bajorrelieve en el sitio web de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América: https://www.loc.gov/item/2019695175/ (acceso el 14 de julio del 2024).
  10. Jeremías 15:16; Ezequiel 2:8–3:3; Salmo 119:103; 1 Pedro 2:2–3; Apocalipsis 10:9–10, etc.