Décimo domingo después de Pentecostés

La narrativa de Juan describiendo el ministerio de Jesús en esta perícopa del capitulo 6 de su evangelio, es una parte de una pieza en que Juan cuidadosamente va conduciéndonos a un plan mayor en que Jesús se presenta como el Pan de Vida.

August 5, 2012

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Comentario del San Juan 6:24-35



La narrativa de Juan describiendo el ministerio de Jesús en esta perícopa del capitulo 6 de su evangelio, es una parte de una pieza en que Juan cuidadosamente va conduciéndonos a un plan mayor en que Jesús se presenta como el Pan de Vida.

El escenario es la ciudad de Capernaúm, ubicada cerca del mar de Galilea.

Alimento que permanece para vida eterna
Hace unos meses escuché a un estudiante de teología decir lo siguiente: “Visité una congregación vibrante y me gustó tanto que participaré en ella.” La palabra “vibrante” está siendo usada en el lenguaje de algunas personas para describir congregaciones en las que la vida congregacional es sumamente activa dentro y fuera de su comunidad. En un contexto latino algunas personas dirían que este estudiante tuvo una experiencia transformadora. Lo cierto es que la palabra “vibrante” según el diccionario expresa algo en constante movimiento, que tiene vida. Ahora, si trasladamos esta palabra “vibrante” al sistema circulatorio del ser humano, podríamos hacer una comparación con el corazón, que está en actividad constante, irrigando el cuerpo y produciendo vida.

El texto de Juan 6:24-35 es la continuación del milagro de la multiplicación de los panes. El evangelista Juan no nos dice si son las mismas cinco mil personas las que van en busca de Jesús; lo cierto es que las personas que comieron el pan y los peces se ponen en camino para ir al encuentro de Jesús hasta encontrarlo. El encuentro de Jesús con ellos es en Capernaúm, y aquí Jesús no se retira (Juan 6:15) al monte. Jesús habla con ellos, ayudándoles a reflexionar sobre su propia búsqueda. Según los vv. 26-27, Jesús les respondió: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna.” Juan nos presenta a las personas que tuvieron la vivencia del milagro, pero que todavía no entienden las señales de Jesús. Ellos vieron, sintieron en sus manos y en sus cuerpos el alimento, pero no entienden y preguntan a Jesús (v. 28): “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” Jesús los llama a obrar por un alimento que permanece. Ellos quieren saber qué deben hacer para obrar las obras de Dios. La tardanza de estos hombres y mujeres para entender cómo obrar nos lleva a formular tres hipótesis:

1) Ya tienen la ley de Moisés para obrar, pero deben cambiar para obrar las obras de Dios.

2) Está por celebrarse la pascua judía y esta celebración es para ellos un signo del éxodo que vivieron sus antepasados.

3) Jesús dice: “Yo soy el pan de vida” (v. 35), y los y las llama a obrar por el alimento no perecedero (v. 27). La ley judía es importante, y la tradición de la pascua es importante. Pero ahora Jesús mismo les está dando la libertad de elegir un alimento para la vida eterna. Ya sus antepasados probaron el maná en el desierto y no fue Moisés quien los alimentó: “Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo” (v. 32).

Jesús es el logos a quien Juan nos presenta al inicio del evangelio en 1:1 “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios.” El maná, lo mismo que los panes y los peces que Jesús multiplica, son alimentos perecederos muy importantes en la vida del ser humano. Los milagros son señales de la grandeza de Dios para alimentar y sustentar el cuerpo y para brindar la vida eterna. Juan nos presenta a estos seguidores que no alcanzan a comprender que Jesús mismo es pan. Por eso Juan nos recuerda las palabras de Jesús en el v. 35: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.”

Sugerencias para la prédica:
1. Jesús es el perfecto amor que alimenta y no rechaza a nadie. Jesús es el que nos hace “vibrantes” ofreciéndose a sí mismo como la Palabra (o el Verbo) que es el pan de vida para la humanidad. El alimento que es Jesús, nos recuerda el evangelista Juan, ofrece sustento para el cuerpo y el alma. No se deja por ello de lado la importancia de que todos y todas tengan el sustento diario en las mesas familiares en nuestro tiempo. Esta es una cuestión primaria de la que Jesús se fija cuando, según Juan 6:5, pregunta a Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman estos?” El milagro de los panes y peces es necesario para que siga el plan de salvación de la humanidad ahora presente en Jesús. El alimento que permanece tiene como centro a Jesús, y queda la acción humana de creer y obrar. El llamado de Jesús a este grupo de personas que lo busca sólo por una parte del alimento, el perecedero, es que hay algo más. “Yo soy el pan de vida”, les dice. Crean y obren. Este sería el signo de vida, que el milagro tenga repercusión y vaya más allá de ver y sentir. Que alimentarse sea creer y obrar.

2. Jesús alimenta a los que están con hambre cuando dice: “Yo soy el pan de vida” (v. 35). Mi pregunta es: ¿Qué hace que una congregación sea vibrante o no vibrante? Hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños que fueron alimentados, atraviesan el mar de Galilea y van en la búsqueda del que los alimentó, y Jesús no se retira al monte (v. 15). Porque él es el alimento. El primer paso de los seguidores de Jesús es la búsqueda de quien los alimentó. El segundo paso es ir con sus dudas, temores o interrogantes y hablar con Jesús. Ellos se presentan tal cual son, y Jesús los escucha y no los rechaza, porque Jesús es el perfecto amor y los motiva para que crean. Y el tercer paso es atender a la recomendación de Jesús de obrar. Son tres pasos importantes también en la vida congregacional: recibir la Palabra, creer en la Palabra y como resultado del amor a Dios, obrar en el día a día. De esta manera la vida congregacional tiene resonancia en la Palabra y se reproduce alrededor de la Palabra. Todo es posible si dejamos que Jesús sea el pan de vida. En la iglesia hemos escuchado decir: “Esta es una congregación vibrante, porque algo impactante o que tiene repercusión ocurre en ella.” “Vibrante” es algo que se multiplica y está en actividad constante o teniendo resonancia. Al recordarnos que Jesús se presentó como el pan de vida, Juan nos está diciendo que el corazón de una congregación es Jesús, la Palabra viva que viene a alimentarnos y a llamarnos a creer y obrar.

3. Jesús es el restaurador del ser humano: Las personas en este siglo 21 están en camino de sus propias búsquedas personales, generacionales, sociales, etc. Todo ello tiene su centro en la vida. Ser parte de cualquier movimiento religioso, social, político, empieza con una causa. Haciéndonos eco de las palabras de la gente que está conversando con Jesús en Capernaúm, podemos preguntarnos como seres de esta magnífica creación: ¿Qué estamos haciendo en nuestro día a día para obrar las obras de Dios, del creador? Para las personas que están en su búsqueda personal y/o comunal es importante recordar que somos salvos por gracia. Que nuestras obras son productos de nuestra fe y aun esta fe es un regalo de Dios. Las obras nuestras no contribuyen a nuestra salvación (Gálatas 5:4). Las obras vienen como un fruto de la salvación; no a causa de ella. Jesús es la vida que vino al mundo y está presente; él es el alimento presente y para la vida eterna.