Comentario del San Lucas 2:41-52
En este domingo nos encontramos con uno de los escasos textos canónicos sobre la infancia de Jesús. Fuera del canon tenemos algunos más, pero no muchos.
Quisiera traer, en esta oportunidad, una inquietud que seguramente surgía en aquel primer siglo, y reflexionar sobre cómo esa misma pregunta persiste hoy: el Mesías, ¿fue perfecto, divino, desde la infancia?
Vayamos pensando sobre las posibles respuestas que tendrán mucho de teología y también de percepción de las infancias.
La infancia de Jesús en los evangelios canónicos
El primero de los relatos evangélicos, Marcos, nada nos dice de la infancia de Jesús. Podríamos pensar que la vida adulta de Jesús, comenzando desde su bautismo, era la única etapa que podía ser considerada apropiada para un Mesías. De aquí, posteriormente, surgieron algunas teologías que fueron consideradas heréticas, como la adopcionista. Esta considera que Jesús sólo fue adoptado como Mesías a partir del momento de su bautismo. En esta concepción cristológica, entonces, la infancia de Jesús no es una etapa mesiánica.
El evangelio de Mateo se ocupa de la infancia de Jesús, aunque en un modo indirecto. La infancia en este evangelio narrará el nacimiento y el primer tiempo de la vida difícil de ese pequeño (Mateo utilizará el término griego paidion, que significa niño pequeño) que ya de bebé fue objeto de persecución. En este sentido, Mateo mostrará la conciencia de que ese niño recién nacido ya era Mesías. A la vez, mostrará una preocupación por el destino de las infancias en un mundo cruel. En este evangelio, la huida a Egipto de José, María y Jesús podría aportar indirectamente la idea de que Jesús pasó una buena parte de su infancia en Egipto, luego en una migración desde Egipto a Israel y finalmente en Nazaret. Pero Mateo no narra ninguna historia de la vida cotidiana de ese paidion.
Antes de llegar a Lucas, pasaremos brevemente por Juan. En este evangelio, a partir de su prólogo, podemos suponer que ese niño fue divino y perfecto desde el mismo comienzo. O incluso antes de su comienzo encarnado. La infancia de Jesús, entonces, desaparece completamente de la narración en este evangelio. Si bien en esto es similar a Marcos y ambos evitan referirse a la infancia de Jesús, Marcos y Juan tendrán diferentes motivos para silenciar esta parte de la vida del Mesías.
La infancia de Jesús en Lucas
Ahora, detengámonos en el evangelio de este domingo: Lucas. Este evangelio dispondrá de algunos versículos para relatar unas pocas palabras sobre la infancia de Jesús. A pesar de ser escasas, las mismas han levantado numerosas interpretaciones. Pero quisiera reflexionar brevemente sobre la posible razón por la cual Lucas sí incorpora este relato de Jesús niño.
En realidad, tenemos que decir que estamos ante varios pequeños relatos sobre la infancia de Jesús. Veamos.
En el primero de estos relatos, Lucas 2:1–20, Jesús es nombrado como brefos, bebé recién nacido (v. 16) y paidion, niño pequeño (v. 17), y es el relato del nacimiento y la historia de los pastores.
El segundo relato es Lucas 2:21–38, relacionado con la costumbre de presentar al niño a los ocho días ante Dios en el templo y ofrecer el sacrificio correspondiente. En este pasaje se nombra a Jesús como paidion (v. 27).
El tercer relato es una especie de resumen, que aparece en 2:39–40. En este relato se nombra a Jesús como paidion (v. 40) y se dice de él que crecía (verbo auxano en tiempo imperfecto) y se hacía fuerte (verbo krataioo en tiempo imperfecto). Ambas acciones sobre la infancia de Jesús son narradas en tiempo imperfecto, un tiempo que muestra el recorrido de una acción. A diferencia del tiempo griego aoristo, que señala una acción pasada en forma puntual, el imperfecto busca destacar que esa acción tuvo un tiempo durante el cual se desarrolló.
Y llegamos entonces al último relato, Lucas 2:41–52, que nos interesa en este domingo. Este relato se tomará más tiempo en contar sobre la infancia de Jesús. Para leerlo, retomaremos las dos estrategias narrativas anteriormente vistas.
En primer lugar, resaltamos que en este relato los verbos usados en el nuevo resumen de la infancia de Jesús también se dan en imperfecto. Marcan, si se quiere, que el crecimiento de Jesús llevó un tiempo; no fue algo instantáneo o ya dado. Este resumen pone en el v. 51 verbos como “les estaba sujeto” (a sus padres) y la madre “guardaba” todo esto en su corazón. Y finalmente, en el v. 52: Jesús “crecía (verbo prokoptoo en griego, en imperfecto) en sabiduría, en estatura y en gracia…”
En segundo lugar, destacamos como lo venimos haciendo, la forma de nombrar a Jesús. Ya vimos en los relatos anteriores que se pasa de llamarlo bebé (brefos, 2:16) a niño pequeño (paidion). Ahora en el texto de este domingo, se lo nombra en el v. 43, como Jesús el niño (pais, niño en griego). Anteriormente se lo llamó paidion que es un diminutivo de pais. Ahora es Jesús, el niño. Se percibe en el relato la intención de mostrar un crecimiento (a lo que podemos agregar la mención de la edad del pequeño). La madre lo nombrará como teknon, sin especificar la edad, sino más bien la relación filial, en el v. 48.
En este sentido, la nominación final en estos relatos de infancia terminará en el v. 52. Acá ya no hay mención de la situación de infancia sino del mismo nombre: “…y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia…”
Con esto estamos tratando de mostrar que en Lucas hay un interés particular en comprender a Jesús como bebé, como niñito, como niño y finalmente como adolescente (posiblemente) en el último relato. Los verbos en imperfecto, cuando resumen la vida de la infancia, nos proponen pensar en un proceso y no en algo que ya estaba en la humanidad de Jesús. El v. 52, “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia,” será la síntesis de este proceso de crecimiento. Esto implica que Jesús no tuvo esa sabiduría, estatura y gracia desde siempre, sino que lo fue aprendiendo, lo fue adquiriendo. Desde este resumen hay que leer el texto de la conversación de Jesús con los maestros de la ley en el templo. Jesús está aprendiendo, está preguntando.
Lucas, entonces, nos presenta una cristología en donde crecer y aprender es divino y el no estar completo es divinidad también. En esto se separa de otras cristologías que proponen que Jesús fue un ser divino completo desde su origen. Estas cristologías toman como modelos algunos relatos de emperadores o de sabios griegos en los que se narraba que de pequeños ya eran superdotados (permítaseme usar este término moderno). Pienso que acá Lucas está proponiendo algo muy diferente. Jesús estaba (tiempo imperfecto) creciendo en sabiduría, estatura y gracia. No tenía toda la sabiduría aún.
Las infancias hoy
En este camino, es interesante que Ireneo propone la idea de que, si el Mesías hubiera querido aparecer ya adulto y completo, lo habría hecho.1 En cambio, tomó el camino de ser un mesías bebé, niño, que va aprendiendo, que va creciendo. Y esto porque ese crecimiento ayudaba al ser humano a comprender al Mesías, así como el mismo Mesías iba aprendiendo de la humanidad.
Esta forma de entender la infancia de Jesús en Lucas nos desafía en nuestra relación con las infancias hoy. ¿Cómo las entendemos? ¿Cómo compartimos con las infancias el camino de crecer en sabiduría, en estatura y gracia? ¿Cómo nos comprendemos? ¿Nos percibimos ya completos/as o en constante formación?
Sería bueno, también, detenernos a reflexionar sobre el lugar que tienen las infancias en nuestras comunidades, en nuestras academias, en nuestras liturgias, en nuestros horizontes de esperanza.
Notas
- Para esta aproximación a la infancia de Jesús en Ireneo se puede leer el excelente artículo de Rosa Ruiz Aragoneses, “Cuando crecer salva. Sentido salvífico del crecimiento de la humanidad de Jesús: Una perspectiva Ireneana,” en SCRIPTA THEOLOGICA / VOL. 52 / 2020 / 433–461.
December 29, 2024