Comentario del San Mateo 5:13-20
¿Funcionamos o existimos?
Esta duda existencial es parte del trabajo del filósofo ítalo-argentino Miguel Benasayag.1 La reflexión de este pensador avanza sobre la idea de que en la vida podemos funcionar siendo parte de una maquinaria social, siendo engranajes que tan solo están para que todo funcione mecánica, médica y financieramente. El ser que funciona es un ser que necesariamente tiene que producir, se entiende a sí mismo como productor y/o consumidor. Es un ser para la producción. Es un ser para el consumo.
O bien, podemos existir.
La idea de existir, en lugar de funcionar, tiene que ver con concebir lo humano como algo improductivo, inútil (en el sentido de no aportar un beneficio económico). La humanidad se hace completa, no por su valor de mercado sino por estar en comunidad, en relación. Y muchas veces improductivamente.
Entonces, me parece interesante prestar atención a la disyuntiva de funcionar o existir al leer el texto que tenemos en esta ocasión. O por lo menos una parte de este. La parte de la sal, tan conocida.
Sal de la tierra.
La explicación tradicional sobre la sal y la luz nos ha propuesto vivir como seres que funcionan. ¿Qué quiero decir? Hemos aprendido desde hace mucho que la sal es algo útil, y que la luz es necesaria. Hemos interpretado esos dos símbolos en clave utilitarista. O somos útiles o somos descartados. Casi casi que este pasaje puede ser una justificación para una sociedad productivista donde lo que importa es que un ser humano produzca o consuma. Si no… es descartable. O peligroso. O no encaja en la sociedad. Después de todo, si la sal no sala… se arroja y es pisoteada por los seres humanos.
¿Era esto lo que proponía Jesús?
Al leer los textos bíblicos, debemos tener mucho cuidado de no aplicar nuestros propios lentes modernos. Los lentes productivistas han influido tristemente en nuestra vida. Si no producimos, no servimos. Y esto, no quiero dejar de mencionarlo, es causante de una enorme cantidad de enfermedades que aquejan a nuestro tiempo.
Usando estos lentes, no es extraño interpretar que, si la sal se vuelve inútil, se arroja. Pero acá nos viene el primer dato interesante. En el texto griego no aparece la palabra “inútil.” Tal vez en el texto de Lucas 14:34-35, la palabra euthetos, que se traduce como “útil” podría acercarse levemente a este sentido. Pero tanto en Mateo, nuestro texto, como en Marcos, lo que pasa con la sal es que se vuelve algo sin sabor. No tiene el poder de dar gusto. Pierde la cualidad de resaltar, de condimentar.
La traducción de Reina-Valera del v. 13 dice: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.”
Propongo la siguiente traducción, que saca la idea de la sal “que pierde valor” o “no sirve más para nada”: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No tiene fuerza (isjyo en el original griego) ya para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
Vemos cómo las traducciones que usamos corrientemente adjudican valor a la sal. Y por lo tanto, a nuestras vidas. Y ante esto, tenemos que afirmar: ni nuestra vida ni la vida de nadie tiene valor. El mercado es quien pone valor a nuestras vidas, las cotiza por edades, por colores, por género, por clase social y, en definitiva, por productividad. Por esta razón es que recuperamos la traducción que rescata la palabra fuerza en lugar de valor: la sal sin sabor pierde su fuerza. Es este el sentido primario del verbo isjyo usado en el original.
Veamos otro dato más a partir de leer el texto.
Quisiera proponer, para interpretar esto de la sal, un comentario muy antiguo, que leemos en Marcos 9:50 donde aparece este texto de la sal. Ahí, el evangelio de Marcos dice: “Tened sal en vosotros mismos, y vivid en paz los unos con los otros.”
Pensar en la sal como una forma de estar en paz con nuestros seres vivientes cercanos (para ser inclusivos y tener en cuenta también a las especies vegetales y animales, reforzando la idea de que estamos hablando de la sal de la tierra) es un proyecto que deja de lado el ideal productivista y nos invita en cambio a que consideremos a la sal como la posibilidad de un encuentro pleno, con toda la creación.
Si no podemos vivir en encuentro, hemos perdido el sabor. Hemos perdido nuestra fuerza.
Ahora, volviendo a Mateo, quisiera remarcar un dato más que ciertamente nos ayuda en la interpretación de la sal (que puede aplicarse también a la luz) como figura para existir y no para funcionar.
Mateo 5 abre el conocido Sermón del Monte donde Jesús, a través de las bienaventuranzas, proyecta un modo de estar en el mundo que se opone completamente al modo exitista. La carencia, la ausencia, la persecución, el desprecio social, son puestos casi irónicamente como un estar siendo en el mundo que es acompañado por Dios y que Jesús llama bienaventuranza.
A estos, y no a quienes funcionan bien en la sociedad, Jesús les dice: Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo.
Algunas pistas para predicar
Tal vez podemos repasar dónde están en nuestras sociedades quienes no funcionan. ¿Serán los niños y las niñas diagnosticados con diferentes trastornos de aprendizaje, con autismo? ¿Serán las personas pobres? ¿Serán quienes tratan de cultivar el suelo sin destruirlo? ¿Serán quienes viven la sexualidad en formas diversas? ¿Serán quienes no tienen los mismos rituales que nosotros/as? ¿O tal vez los ancianos y las ancianas que ya no producen?
¿Podremos apreciar como sal a estos y a otros grupos mal vistos socialmente? Y remarco el énfasis culinario de los evangelios: La sal es lo que le da sabor a la tierra, al mundo. ¿Dónde estamos buscando la sal? ¿Qué sal le ponemos a nuestra vida? ¿Creemos que el éxito es la sal de la vida? ¡Miremos las bienaventuranzas y veamos a un grupo de antihéroes como sal de la vida!
No dejemos de tener en cuenta que la traducción que propusimos cambia la palabra “valor” por “fuerza.” No se trata de que podamos perder valor, desvalorizarnos. De lo que se nos habla es que cuando perdemos la conexión con nuestros seres vivientes cercanos, con la tierra, nos quedamos sin fuerzas. Sin sabor de vida.
La propuesta de Jesús es recuperar la fuerza a través de la reconexión y el reencuentro con los seres vivientes que nos rodean.
Notas:
1. Miguel Benasayag, ¿Funcionamos o existimos? Una respuesta a la colonización algorítmica. Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2022
February 5, 2023