Comentario del San Mateo 24:36-44
Vivir despiertos
Al comenzar el tiempo de Adviento nos encontramos frente al discurso escatológico de Mateo, un pasaje que suele leerse como un llamado al miedo o a la urgencia moral. Sin embargo, una lectura más atenta revela un mensaje más profundo: Jesús invita a la comunidad a despertar a la presencia constante de Dios en medio de la vida.
El texto no pretende generar ansiedad ante el fin, sino cultivar una conciencia despierta del presente. Anthony de Mello lo expresó con lucidez al afirmar que “la mayoría de las personas están dormidas, pero no lo saben. Nacen dormidas, viven dormidas, se casan dormidas, tienen hijos dormidas, mueren dormidas sin despertarse nunca. Nunca comprenden el encanto y la belleza de esto que llamamos la existencia humana.” Esta intuición dialoga con la exhortación de Jesús: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (v. 42).
Leído así, este pasaje del Evangelio se convierte en una pedagogía de la atención: una invitación a despertar, a entrenar la mirada y el corazón para reconocer la irrupción de la presencia de Dios aquí y ahora.
Exégesis y contexto
El pasaje forma parte del quinto gran discurso de Jesús en Mateo (caps. 24–25). Compuesto probablemente entre los años 80 y 90 d.C., el evangelio responde a la tensión de una comunidad que vive el retraso de la parusía. Frente a la impaciencia o al olvido, Mateo recoge las palabras de Jesús sobre la ignorancia del día y la hora (v. 36) para afirmar una verdad teológica fundamental: el tiempo último pertenece solo a Dios.
En lugar de alimentar la especulación apocalíptica, Jesús transforma esa expectativa en una llamada ética: vivir como si el reino estuviera siempre a las puertas.
Las comparaciones—los días de Noé, las dos personas en el campo, el ladrón en la noche—revelan la imprevisibilidad de la venida del Hijo de lo humano. Por eso, el llamado de Jesús no apunta a la ansiedad ni al cálculo del futuro, sino a cultivar una atención despierta en el presente.
La comunidad mateana, nacida dentro del judaísmo y en crisis en su relación con la sinagoga, necesita vivir la fe como espera vigilante: seguir actuando con justicia, aunque el futuro de Dios todavía no se vea. Así, el texto reinterpreta la tradición apocalíptica no como un calendario, sino como compromiso con el presente.
El texto y su sentido teológico
El pasaje subraya primero la ignorancia humana ante el “día y la hora” (v. 36). Lejos de ofrecer una clave para descifrar el futuro, este énfasis invita a asumir la incertidumbre como parte de la condición humana. No se trata de conocer lo que vendrá, sino de aprender a vivir sabiamente en un mundo cuyo ritmo no controlamos.
En este horizonte, la vigilancia no es ansiedad, sino la capacidad de esperar sin garantías, confiando en que Dios puede irrumpir en cualquier momento.
El paralelo con los días de Noé (vv. 37–39) profundiza esta dimensión. La narrativa subraya la rutina cotidiana—comer, beber, casarse—no como actos culpables, sino como signo de inconsciencia espiritual. Mateo denuncia la incapacidad de leer los signos del reino en medio de la vida ordinaria (16:3). El contraste no es entre gente inocente y gente culpable, sino entre personas despiertas y personas distraídas.
El problema no es la vida cotidiana, sino vivirla sin atención, sin estar despiertos.
Esta lógica continúa en las imágenes de dos personas trabajando—una será llevada y otra quedará (vv. 40–41). Ambas realizan la misma acción; la diferencia es existencial, no moral. La distinción es entre quienes viven en modo consciente y quienes viven en modo automático. El evangelio nos presenta la vigilancia como un modo de presencia: una disposición a reconocer la acción de Dios en el tejido mismo de la vida.
La figura del ladrón en la noche (vv. 43–44) retoma un motivo característico del lenguaje apocalíptico del período del Segundo Templo: la irrupción repentina que desinstala y revela. Jesús utiliza esta metáfora—frecuente en la literatura apocalíptica posterior del cristianismo primitivo (1 Tes 5:2; 2 Pe 3:10; Ap 3:3; 16:15)—para expresar que la venida de Dios no se puede calcular, solo acoger con vigilancia. Así, el “ladrón” no describe a Dios, sino la sorpresa de su irrupción.
En conjunto, estas imágenes articulan una teología del tiempo y de la presencia: el futuro no se calcula, se habita. La vigilancia que Jesús propone es una pedagogía del despertar, una invitación a vivir abiertos/as a lo inesperado y disponibles para la manifestación de Dios aquí y ahora.
Camino a la predicación
¿Cuántas veces nosotros/as, predicadores/as, hemos recibido la visita de Jesús sin darnos cuenta, simplemente por estar dormidos?
Recuerdo una experiencia de hace varios años atrás. Salía muy contento de un servicio religioso y, al llegar a la plaza de comidas de un gran centro comercial en Buenos Aires, un señor de aspecto humilde se acercó y, casi en susurro, me pidió algo de comer. No pidió dinero; pidió comida, y lo hizo con evidente vergüenza. No recuerdo exactamente mis palabras, pero sí mi lenguaje no verbal, que hizo que aquel hombre pidiera disculpas y se alejara.
Casi de inmediato me invadió un profundo malestar. Yo, que acababa de celebrar la fe junto a mi comunidad, estaba rechazando a alguien que solo deseaba alimentarse. Me levanté a buscarlo entre la multitud, pero el Señor—así, con mayúscula—ya se había ido.
Tiempo después comprendí que uno puede estar físicamente despierto y espiritualmente dormido. Y es precisamente esa ceguera cotidiana la que este pasaje intenta sacudir. Jesús no llama a calcular el futuro, sino a abrir los ojos al presente donde Dios sigue irrumpiendo.
La imagen del ladrón (v. 43) apunta en esta dirección: la irrupción de Dios desinstala, rompe rutinas y desarma nuestras falsas seguridades. Adviento se convierte así en una práctica espiritual: revisar dónde estamos dormidos/as y qué nos impide reconocer la visita del Señor.
Predicar este texto implica invitar a la comunidad a una espera activa: cuidar, amar y trabajar por la justicia. La vigilancia cristiana no es miedo al futuro, sino fidelidad alegre al presente donde Cristo ya actúa. Como señala José Pagola, estar despiertos es “vivir atentos a la realidad; escuchar los gemidos de los que sufren; sentir el amor de Dios a la vida; vivir más atentos a su presencia misteriosa entre nosotros. Sin esta sensibilidad no es posible caminar tras los pasos de Jesús.”
Bibliografía
De Mello, Anthony. ¡Despierta!: Charlas sobre la espiritualidad. Bogotá: Editorial Norma, 1994.
France, R. T. “Matthew.” En The Oxford Bible Commentary, editado por John Barton y John Muddiman, 844–886. Oxford: Oxford University Press, 2001.
Harrington, Daniel J. The Gospel of Matthew. Sacra Pagina Series 1. Collegeville, MN: Liturgical Press, 2007.
Pagola, José A. El camino abierto por Jesús: Mateo. Madrid: PPC Editorial, 2010.


November 30, 2025