Tercer Domingo de Adviento

A veces, la realidad no coincide con nuestras expectativas.

Isaiah 35:1
"The wilderness and the dry land shall be glad, the desert shall rejoice and blossom."  Photo by Pamela Heckel on Unsplash; licensed under CC0. 

December 15, 2019

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Comentario del San Mateo 11:2-11



A veces, la realidad no coincide con nuestras expectativas.

Tenemos una cosa en mente, pero lo que sucede no es lo que esperábamos. En la lectura de la semana pasada, vimos a Juan el Bautista lleno de confianza en la inminente venida del Mesías (Mateo 3:1-12). Pero en la lectura de esta semana, Mateo 11:2-11, Juan tiene dudas en cuanto a la identidad mesiánica de Jesús a causa de “los hechos de Cristo” (v. 2), lo que se refiere a los prodigios de Jesús narrados en los capítulos 8-9. Estas obras no correspondían a sus esperanzas.

El Bautista envía a sus discípulos a que le pregunten a Jesús si era “aquel que había de venir” (v. 3). Para entender por qué le hace esta pregunta, debemos recordar que las expectativas mesiánicas de Juan eran de naturaleza apocalíptica. Juan esperaba que la llegada del mesías traería el juicio final de justos e injustos (3:10-12). Como dijo en 3:10, “El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles.” Pero hasta ese momento, todavía no se había producido ningún juicio como ese. Juan esperaba alguien como el Hijo del Hombre que, según Daniel 7:13-14, vendría de los cielos a reinar con dominio eterno en la era mesiánica. Por el contrario, la realidad mostraba que las potencias mundiales como el Imperio Romano seguían su curso. Hasta uno de sus representantes, Herodes el tetrarca, había encarcelado a Juan por su ministerio profético (Mt 14:3-4). Este gobernante injusto que ya debería haber sido juzgado y eliminado tenía al Bautista en la cárcel. Así que es razonable que se sienta forzado a enviar a sus discípulos a preguntarle a Jesús si en realidad él era el Mesías (11:2-3).

Jesús responde la pregunta de Juan apuntando a sus milagros. Les insiste a los discípulos de Juan que le mencionen sus obras maravillosas (vv. 4-5). La tradición profética de Israel hablaba de que en la era mesiánica se realizarían las obras mencionadas por Jesús (Is 26:19; 29:18-19; 35:5-6; 61:1). El evangelista esta de acuerdo con esta expectativa. Para Mateo, los milagros de Jesús anunciaban que Jesús era el Cristo (como la narración lo llama en el v. 2). Estas obras no deben de ser un obstáculo para reconocer la identidad mesiánica de Jesús (v. 6), sino que sirven para confirmar esta identidad.

Tan pronto como se van los discípulos de Juan, Jesús le habla a la gente acerca de Juan en la segunda parte de la lectura (vv. 7-11). Con palabras de crítica contra Herodes (la persona responsable por la encarcelación de Juan), Jesús dice que uno puede confiar en que Juan mantendrá sus convicciones, pues no es alguien influenciado por cualquier viento que sopla (v. 7) o por la ropa que está de moda entre los miembros de la elite gobernante (v. 8). Juan es un sólido profeta de Dios. Además, Juan es “más que profeta” (v. 9) porque es el precursor del Mesías predicho por Malaquías 3:1 (v. 10; cfr. Mal 4:5-6; Mt 17:10-13). Juan es efectivamente el mayor de los profetas, aunque no es mayor que “el más pequeño en el reino de los cielos” (v. 11).

La discusión entre Jesús y Juan el Bautista refleja el dilema de los primeros cristianos. Creer que un hombre crucificado por los romanos es el Mesías de Dios y el Salvador del mundo fue, como dice Pablo, “para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Co 1:23). El autor del Evangelio de Mateo fue un judío que escribió su evangelio para una comunidad compuesta principalmente por judíos que llegaron a creer en Jesús como el Mesías. Pero según las Escrituras judías, especialmente Deuteronomio 21:23 que dice que el cuerpo colgado en un madero es maldito por Dios, su crucifixión descalificaba a Jesús para dicho título.

Para resolver este problema, los primeros cristianos tuvieron que interpretar Deuteronomio 21:23 de una manera que permitiera hablar de Jesús como el Mesías a pesar de haber sido crucificado (véase Gá 3:13). Pero también usaron otros pasajes de las Escrituras que, según ellos, señalaban a Jesús como el Mesías. Los Salmos y el Libro de Isaías en particular se interpretaron de esta manera. Aquí, en Mateo 11:4-6, vemos que ciertos pasajes de Isaías son usados para apoyar el argumento que el evangelista desarrolla a través de la respuesta que Jesús envía a Juan. El ministerio de Jesús es el cumplimiento de las palabras de Isaías 26:19, 29:18-19, 35:5-6, y 61:1. Con estas alusiones a Isaías, Jesús le dice a Juan que Jesús debe ser aceptado como el Mesías, porque sus obras cumplen con las expectativas mesiánicas de las Escrituras, aunque no de la manera que Juan esperaba.

Juan el Bautista esperaba que ciertos eventos apocalípticos acompañaran la llegada del Mesías. Otros judíos del primer siglo no aceptaron que el Mesías de Dios pudiera ser crucificado para llevar a cabo su misión mesiánica. Todos tenemos la tendencia a formar a Dios según nuestras propias opiniones. El presente pasaje nos recuerda que Dios trabaja a su manera sin adecuarse necesariamente a nuestras expectativas. Si conectamos esta lección a la presente temporada de Adviento, notaremos que, aunque se esperaba que el Hijo del Hombre viniese en forma grandiosa (“con las nubes del cielo,” Dn 7:13), Jesús nació humildemente. Las obras de Dios muchas veces deshacen nuestras expectativas y nos sorprenden.