Séptimo domingo después de Pentecostés

Jesús, el maestro por excelencia, recurre a un elemento pedagógico extraordinario para llevar a sus oyentes a reflexionar cuando utiliza la figura de la parábola.

Jacob's Ladder
Marc Chagall. Jacob's Ladder, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.

July 23, 2017

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Comentario del San Mateo 13:24-30, 36-43



Jesús, el maestro por excelencia, recurre a un elemento pedagógico extraordinario para llevar a sus oyentes a reflexionar cuando utiliza la figura de la parábola.

A través de las comparaciones, permite que quien escucha abra sus ojos a verdades profundas, con el fin de obtener nuevas significaciones que afecten su actuar en el momento histórico en que vive. Así, utilizando la  imaginación como recurso, Jesús llama la atención sobre los asuntos del reino de Dios o reino de los cielos.

Como es la costumbre, Jesús aborda con mucha pasión el tema del reino. Este es el mensaje favorito de su ministerio. Su predicación no se concentra en hacer discursos teológicos sobre la naturaleza de su Padre, sino que describe las funciones y el carácter del Padre en el marco del tratamiento del tema del reino. Sin embargo, a pesar de ser su tema predilecto, Jesús nunca da una definición explícita sobre lo que es. El significado del reino se construye en la reserva de sentido que aporta cada parábola, cada historia, cada vivencia. Es un concepto enriquecido y enriquecedor que va tomando forma según la semejanza que Jesucristo le quiera agregar. Esto se logra dependiendo de la situación que se narre y la respuesta que tenga el reino de Dios a cada situación particular.

El objetivo de Jesús en esta parábola no es dar una cátedra sobre botánica o agricultura, ni decirnos cómo se siembra el trigo y cómo nace la cizaña.Tampoco es alertarnos sobre la realidad de que siempre, con la buena planta, crecerá la cizaña, ni mucho menos darnos la receta o las estrategias de cómo evitar que la cizaña aparezca. La perícopa encierra una verdad mucho más profunda.

Si notamos el tono de la narración, nos vamos a dar cuenta de que los/as oyentes de ese momento ya conocen la modalidad de la siembra. Saben que la cizaña siempre aparecerá junto al trigo. El trigo es la planta que en ese momento es muy paradigmática y apreciada.

Jesús habla a un público que maneja el arte de sembrar el trigo y de bregar con la cizaña. De forma inexplicable, ella siempre aparece junto al trigo, o a cualquier otra planta buena. Es una planta que al fortalecerse y, en la mayoría de las veces, desarrollarse mucho más que las plantas buenas, absorbe parte de sus nutrientes y, en el peor de los casos, tiende a ahogarlas e impedir su crecimiento normal. La práctica en la jardinería permite observar otro elemento importante: el de que toda planta de la especie “cizaña” siempre adquiere la semejanza (imitación) de la planta junto a la cual nace. Sus rasgos y apariencia son muy parecidos a los de la planta buena. Por eso es necesario dejar que crezca y que sólo se consuma en el día del juicio (v. 30). Es fácil, sobre todo si no se tiene suficiente experiencia, que al momento de querer limpiar el campo, se corte la planta buena junto con la cizaña, por no poder diferenciarlas, debido a su estrecha semejanza (v. 29).

Es muy importante que interpretemos esta parábola en el contexto de las otras parábolas que aparecen en el mismo capítulo 13 de Mateo. Nos referimos en primer lugar al reino de Dios semejante a una semilla que, al ser sembrada, cae en cuatro lugares diferentes: junto al camino, junto a pedregales, entre espinos y en buena tierra (13:1-8). Lo cierto es que la semilla siempre se siembra, pero no toda lleva fruto, porque depende del terreno en el que cae. Sin embargo, en el reino de Dios rige el principio de que, aunque la semilla no prospere en algunos terrenos, siempre encontrará una buena tierra o un buen ambiente donde podrá germinar y producir al ciento por uno. Pase lo que pase, lo certero en el reino es que lo bueno siempre permanecerá y producirá fruto, a pesar de las circunstancias. Lo mismo sucede cuando se compara el reino de los cielos con una semilla de mostaza (13:31-32). Aunque es una semilla muy pequeña e insignificante, al crecer se manifestará de forma contundente, como un gran árbol (arbusto). También pasa lo mismo con la levadura que, al ser colocada junto a la harina, da fermento a toda la masa (13:33). Por su parte, las parábolas del tesoro escondido, de la perla preciosa y de la red (13:44-50) tienen como propósito mostrar la permanencia, expansión y valor incalculable que tiene el Reino de Dios.

En la parábola que nos ocupa, Jesús intenta agregarle un significado más al reino de Dios: el de llevarnos a entender que el reino puede instalarse en medio de la raza humana, de su miseria, de su egoísmo. No importan las circunstancias que tenga que enfrentar. El reino prosperará a pesar de todo. Este mensaje trae esperanza. Así como el trigo se va abriendo camino entre la cizaña, así también el reino de Dios se abre camino entre lo desagradable, lo miserable, lo extraño y lo nocivo. Al final sólo permanecerá el producto de la buena semilla.

La iglesia no es el reino de Dios. La iglesia solamente es la portadora del reino. Nos movemos permanentemente entre la injusticia de la realidad que nos agobia y la justicia que el reino de Dios propone dentro de nosotros y nosotras. Hay muchas cosas que se oponen a los valores del reino y que nos poseen. Pero al mismo tiempo el reino y lo que se le opone coexisten en la misma realidad. ¿Qué es la buena semilla en nuestra realidad? ¿Cuál es la cizaña? La buena semilla, la de la solidaridad, la misericordia y la justicia, se abre paso en medio de la indiferencia, la miseria, la injusticia y la corrupción.

El pasaje nos interpela y nos recuerda que el reino de Dios manifestado en nuestras acciones debe abrirse paso ante la miseria que la injusticia propone. Lo más seguro es que no cortaremos la cizaña de raíz, pero eso no debe desanimarnos. Esperemos en el tiempo final cuando se conservará la buena semilla y la cizaña sea destruida totalmente. Lo que nos toca es sembrar permanentemente buenas semillas.

El texto propone un mensaje de esperanza ante una terrible realidad que intenta estorbar la instalación del reino. Invita a seguir sembrando, leudando, influenciando, invirtiendo y, en consecuencia, esperando una excelente cosecha. ¿De qué manera podemos hacer presente el reino de Dios en el lugar donde Dios nos ha colocado?