Second Sunday of Christmas

Este primer domingo del año estamos invitados a celebrar el misterio de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo a partir del texto de Juan 1: [1-9] 10-18.1

John 1:9
"The true light, which enlightens everyone, was coming into the world." Photo by Ilja Tulit on Unsplash; licensed under CC0.

January 5, 2020

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Comentario del San Juan 1:[1-9], 10-18



Este primer domingo del año estamos invitados a celebrar el misterio de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo a partir del texto de Juan 1: [1-9] 10-18.1

Es apropiado que leamos los 18 versículos para comprender mejor cómo el evangelista nos presenta a Jesucristo, teniendo en cuenta que este evangelio fue escrito para que sus lectores/as creamos que “Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (20:31).

Los primeros 18 versículos del evangelio de Juan son reconocidos como un prólogo de todo el evangelio. Están densamente trabajados y nos presentan los aspectos fundamentales de la identidad de Jesús, el lugar de Juan, la reacción del “mundo” y la de los “suyos,” y cómo se relaciona Jesús con la tradición judaica de la cual proviene. Estos temas centrales para el evangelista Juan enunciados en los primeros 18 versículos se irán desarrollando después a lo largo del evangelio.

Cualquiera de ellos puede ser el centro de nuestra predicación para este domingo. Los/as invito, pues, a recorrer estos puntos atendiendo a cómo son presentados por Juan. Mencionaré también algunos textos posteriores del evangelio donde son desarrollados.

Jesucristo

Lo primero que vale la pena mencionar es el suspenso que crea Juan en relación con la presentación de Jesucristo, el protagonista principal de su obra. Si bien habla de él desde el primer versículo, lo hace de una manera indirecta que sólo es reconocida por quien ya ha aceptado a Jesús como el Cristo. El evangelista crea un suspenso en su obra y prolonga la incertidumbre sobre el nombre propio de quién es éste que es Verbo/Palabra (logos), que es vida y luz, que preexiste desde siempre en el seno de Dios, pero que ahora hizo morada en medio de la humanidad. Sólo en el v. 17 el evangelista revela que está hablando de Jesucristo.

El evangelio se inicia situándonos antes del comienzo de todas las cosas, antes de toda la creación. Juan nos lleva al momento previo a las palabras de Gn 1:1, según las cuales “en el principio creó Dios los cielos y la tierra.” El evangelio de Juan comienza su relato en el momento anterior a la existencia del tiempo y del espacio.

El evangelista nos traslada hacia la esfera de lo divino. Allí y entonces, la Palabra, el Verbo, estaba en perfecta comunión con Dios, era Dios, pero al mismo tiempo distinta a Dios (vv. 1-2). La Palabra estaba en el seno de Dios. Era una palabra para ser dicha, una palabra con poder creador y organizador de todo cuanto existe (v. 3).

Estas dimensiones de existencia, relación y proclamación2 aparecen ya señaladas en las diferentes dimensiones del verbo “ser/estar”. Este verbo aparece tres veces en el primer versículo y la versión Reina Valera 1960 traduce las tres apariciones de la misma manera, con “era,” lo cual es correcto. Sin embargo, esta traducción no nos permite captar las diferentes dimensiones del verbo. La Biblia de Jerusalén presenta la traducción que mejor logra transmitir esas diferencias: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios” (subrayado mío).

Otra tradición relevante para Juan en relación con Jesucristo es la de la Sabiduría. Ésta aparece en Proverbios 8:22-31 como agente creador de Dios. De acuerdo con Pr 8:22, la Sabiduría ha sido “creada,” “adquirida” o “poseída” por Dios, según cómo elijamos traducir el verbo hebreo usado en el original. Esto es una diferencia con lo que se dice de Jesús en los primeros versículos de Juan, según los cuales existía en la misma intimidad de Dios, pero de la Sabiduría se dice también en Pr 8:22 que antecedía al resto de la creación. Así, la conocida visión hebrea de la Sabiduría es tomada por Juan para presentar a Jesucristo, aunque haciendo las correcciones pertinentes. Por otro lado, esta misma tradición le permite a Juan mostrar el nexo entre lo creacional y el don de la Sabiduría de dar vida a quien la encuentre (Pr 8:35).

El evangelista, después de haber enfatizado el aspecto divino del Verbo, su preexistencia y relación con Dios, pasa a mencionar sus atributos que más adelante serán desarrollados a lo largo de su evangelio. Así, Jesús es vida (3:15-16, 4:14; 5:4; 10:10, 28; 11:25; 14:6; 17:3; 20:31), y es luz (3:19-21; 8:12; 9:5; 12:35-36, 46), y lo más relevante para sus lectores/as es que quien preexistía y que es vida y luz, “se hizo carne y habitó entre nosotros” (v. 14).

La expresión “habitar entre nosotros/as” seguramente llevaba a los/as lectores originales a recordar la narrativa del Éxodo, según la cual el objetivo central de la construcción del tabernáculo era posibilitar que Dios habitara en medio de Israel: “Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos”(Ex 25:8).

Reacciones ante la presencia de Jesús

La encarnación del Verbo, que es vida y verdad, implica por un lado la aceptación de algunos/as (los menos) y por el otro lado un rechazo profundo de otros/as (los más). Aquí nos detendremos en Juan, “el mundo,” “los suyos” y quienes lo aceptan.

Juan da testimonio

En el evangelio de Juan, Juan no es reconocido especialmente por ser “el bautista,” como en los otros evangelios. Su rol principal es el de “dar testimonio” (vv. 7 y 15). Así, en Jn 1:19-36 encontraremos cómo Juan da testimonio de Jesús y señala a éste en 1:30, repitiendo las palabras de 1:15. También lo identifica como el “Cordero de Dios” (palabras que repite en 1:36). Juan es presentado en el evangelio de Juan como una figura reconocida por las autoridades judías (1:19). Finalmente, Juan vuelve a aparecer dando testimonio de Jesucristo en 3:22-36, y nuevamente se refiere a cómo debe comprenderse su lugar en relación con Jesús. El evangelio insiste en que no hay rivalidad ni competencia entre Juan y Jesús. Juan da testimonio de Jesús y sólo en Jesucristo hay vida eterna (3:36). Como confirmación de esto, los dos primeros discípulos de Jesús provienen del círculo de Juan (1:37-42).

El mundo que no lo conoció y los suyos que no lo recibieron

Los vv. 9-11 nos introducen en el misterio de la llegada del Verbo al mundo. El evangelista Juan utiliza la palabra “mundo” con una variedad de sentidos. En estos versículos aparece el “mundo” como un lugar neutral, que designa al lugar físico donde habita la humanidad y al mismo tiempo incluye a la humanidad misma. Este “mundo” es destinatario del amor de Dios y su acción salvífica a través de Jesucristo (3:16-17). Pero la palabra “mundo” también designa una dimensión social, política y cultural en conflicto con Jesús (17:14-16; 18:36).

Esta distinción es importante, ya que si se pasan por alto estas diferencias en la acepción de la palabra “mundo” para Juan, se puede caer en una interpretación errónea del sentido del ministerio de Jesús. Hay teologías que aceptan como válidos los valores sociales, políticos y culturales de este mundo, y que no ven su contradicción con el evangelio de Jesucristo. Y hay otras teologías que buscan “despegarse” de la tierra y lo humano, cuando esto es justamente lo que Dios quiere salvar en Jesucristo.

El “mundo” como entidad social, política y cultural rechaza la verdad de Jesucristo. La contradicción es aplastante, y muestra cómo el “mundo” se ha distanciado de su propio sentido y esencia. Quien le dio sentido y lo creó ahora es desconocido por su creación. Es como mirarse al espejo y ver a alguien distinto.

Igualmente, así como “el mundo” no lo conoció, tampoco “los suyos” lo recibieron. No se menciona quiénes son “los suyos,” pero a lo largo del evangelio quedará en claro que “los suyos” son “los judíos.” La expresión “los judíos” es muy utilizada en el evangelio, especialmente en forma negativa. Es necesario señalar, por eso, que Jesús, los mismos discípulos y los/as lectores originales del evangelio de Juan son igualmente judíos/as, al menos en su mayoría. En tal sentido, hay que despegarse de cualquier lectura anti-judía. De lo que se trata es de un conflicto con las autoridades religiosas judías, y más precisamente con los fariseos, en el momento de la redacción del evangelio. La comunidad de Juan estaba en conflicto con la sinagoga farisaica (ver 16:2).

De modo similar, la mención de Moisés en el v. 17 anticipa la tensión entre la Torah y la Palabra de Jesús que luego se desarrollará en 6:22-66 con la distinción entre maná (=Torah) y “pan de vida” (= Jesucristo). Solamente quien come de éste tiene vida eterna (ver 6:54).3

Quienes sí lo recibieron

Ahora bien, aun cuando “los suyos” no lo recibieron, el Verbo, la Palabra, encontró su lugar en otros/as que sí lo hicieron y a estos/as “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (v. 12; ver también 1 Jn 3:2). Los verbos “recibir” y “creer” están en paralelo, mostrando su estrecha e inseparable relación. Quienes lo reciben son quienes creen y viceversa.

La conjunción adversativa “mas” en el comienzo del v. 12 muestra que hay un conflicto entre quienes lo rechazaron y quienes lo recibieron. La comunidad de creyentes incluye personas que originalmente no eran parte de “los suyos.” Esto vuelve a aparecer en el diálogo de Jesús con Nicodemo. Allí queda en claro la irrelevancia de la procedencia de sangre; lo que es verdaderamente importante es nacer del Espíritu (3:6). Esto es lo que permite, lo que da derecho4 de volverse “hijo/a de Dios.” Esto no es entonces un derecho de sangre sino una consecuencia de creer en Jesucristo.

Finalmente, en los vv. 14 y 16 aparece la primera persona del plural en las formas “habitó entre nosotros,” “vimos su gloria” y “recibimos,” que nos muestran que el narrador pertenece a la comunidad que cree en Jesucristo. Precisamente el juego entre la descripción en tercera persona y el uso de la primera persona me parece que podría ser un buen eje para la predicación en este domingo en que celebramos el misterio de la encarnación. Por un lado, la tercera persona describe los acontecimientos como hechos objetivos que suceden más allá de la respuesta humana. Con el paso a la primera persona, por el contrario, se describe aquello que sólo se puede vivir y alcanzar por quienes aceptamos y creemos en la verdad revelada por Jesucristo. Al aceptar a Jesucristo y su verdad, contemplamos su gloria (v. 14) y recibimos su gracia (v. 16).


 Notas:

1. Este comentario fue publicado por primera vez en el sitio el 4 de enero de 2015.

2. Así Raymond Brown, El Evangelio según Juan. Introducción, traducción y notas, 195.

3. Así lo muestra Severino Croatto, “Jesús a la luz de las tradiciones del éxodo. La oposición Moisés/Jesús en Jn. 6.”

4. Tal es el sentido del sustantivo exousian que Juan utiliza en el v. 12 y que la versión Reina Valera 1995 traduce como “potestad.” Ver Rudolph Bultmann, The Gospel of John. A Commentary, 57. También Raymond Brown, El Evangelio según Juan…, 203.


Bibliografía utilizada:

Brown, Raymond. El Evangelio según Juan. Introducción, Traducción y Notas. Madrid: Cristiandad, 1999.

Bultmann, Rudolph. The Gospel of John. A Commentary. Oxford: Basil Blackwell, 1971.

Croatto, Severino. “Jesús a la luz de las tradiciones del éxodo. La oposición Moisés/Jesús en Jn. 6.” RIBLA 17 (1994): 35-46.

Moloney, Francis J., y Daniel J. Harrington. The Gospel of John. Collegeville, Minn: Liturgical Press, 1998.

Richard, Pablo. “Claves para una re-lectura histórica y liberadora (cuarto evangelio y cartas).” RIBLA 17 (1994): 7-34.

Sloyan, Gerard. Giovanni. Torino: Claudiana, 2008.