Sexto Domingo después de Pentecostés

El texto del evangelio de Mateo nos presenta cuatro parábolas de Jesús: el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla.

July 24, 2011

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Comentario del San Mateo 13:31-33, 44-52



El texto del evangelio de Mateo nos presenta cuatro parábolas de Jesús: el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla.

Todas ellas se encuadran en la sección del evangelio referido a los discursos sobre el Reino o dominio de Dios. Aunque sus temáticas sean obviamente diferentes, tienen en común la referencia al Reino como algo pequeño, a veces insignificante, pero que se hace grande o que posee mucho valor. Particularmente en las últimas dos –tesoro y perla– el énfasis está dado en la respuesta gozosa de quienes dan con algo de valor supremo –el Reino.

En la primera parábola sobre el grano de mostaza cabe destacar que es incluido en los tres evangelios sinópticos, lo que indica la popularidad de la misma en la iglesia primitiva. La parábola presenta un tono irónico, pues obviamente se contrapone a otras metáforas bíblicas que empleaban el símbolo del árbol majestuoso como sinónimo de poder y grandeza (cfr. La imagen de la majestuosidad del cedro del Líbano, símbolo imperial en Ez. 17:23, o del cobijo escatológico en Dan. 4:12). Aquí Jesús escoge un arbusto común, una planta de jardín, a fin de no confundir el misterio del reino y sus humildes comienzos (grano de mostaza) con expectativas mundanas de grandeza imperial. Aún así, a pesar de sus humildes inicios y para nada espectacular desarrollo, el pequeño arbusto es capaz de ofrecer cobijo a las muchas aves del cielo. 

La segunda parábola referida a la levadura presenta la interesante característica de ensalzar algo considerado ‘impuro’ en la cultura israelita. El hecho de que la parábola no describe simplemente la producción de pan (las proporciones y procedimientos no son correctos), sino que explícitamente indica que la mujer ‘esconde’ algo considerado impuro en una cantidad exagerada de masa, apunta al carácter oculto –y hasta despreciado– del Reino. Sin embargo esta levadura transforma la masa en la que fue escondida. El tema aquí no es sólo el acto de fermentación de la levadura, o el crecimiento de la masa, sino el  estatus dudoso de la levadura y su carácter oculto en la masa.

Las dos últimas parábolas para este domingo son exclusivas de Mateo. La parábola del tesoro presenta una situación moralmente ambigua –el tesoro es encontrado en un terreno ajeno, es ocultado para después poder comprar el terreno a su dueño original. Pero como toda parábola su temática no es una enseñanza moral, sino ilustrar cómo se manifiesta el Reino y lo que sucede cuando alguien se topa con él. El Reino no es el tesoro, sino la alegría que brota de la persona que la descubre y da todo lo que tiene por él. Nuevamente la temática de lo oculto o escondido vuelve a manifestarse, para así poder resaltar el gozo del hallazgo. La renuncia o el desprendimiento evangélico no es un medio para acceder al Reino, sino la consecuencia de un encuentro con Dios.

De la misma manera la última parábola sobre la perla tiene una temática similar. No es una enseñanza o ejemplo de buenos negocios, pues el mercader se empobrece al vender todo sólo para adquirir una preciosa perla. La imagen de la perla posee un profundo simbolismo, pues apunta a otro tipo de valor, tal vez la sabiduría.  El hecho de que aquí se presente un mercader en búsqueda de perlas no debe confundirse con un elogio de la búsqueda religiosa. Más bien, la persona da con una perla de extremado valor por la cual vale la pena despojarse de todo.
 
Sugerencias para la predicación
A menudo asumimos que Jesús es similar a un maestro de escuela, o a un profesor universitario. Sin dudas fue un ‘rabí’ (maestro), mas no solo esto. Pero después de muchos años de escuela dominical, estudios bíblicos, sermones escuchados y hasta predicados, nos hemos malacostumbrado un poquito. Pensamos que las enseñanzas religiosas deben ser claras, edificantes, que no dejen lugar a dudas. Por supuesto muchas veces este es el caso; tanto la Biblia como los Catecismos frecuentemente no dan mucho margen para la especulación. Su sentido es claro y directo. Pero en otras ocasiones, como en el ejemplo de las parábolas, el caso es distinto. Esto no significa que el sentido de las mismas sea oscuro, o peor aún, que mientras más incomprensible sea, más trascendente es. Más bien se trata de enseñanzas cuyo motivo principal va más allá de la simple comunicación de contenidos teóricos o doctrinas, buscando en vez ilustrar cómo se manifiesta en medio de realidades cotidianas una dimensión que está más allá de toda comprensión racional –el Reino de Dios.

En efecto, nuestras parábolas nos indican que el Reino escapa de ser un objeto que pueda ser analizado y comprendido, como si fuera una cosa a nuestra disposición. Las parábolas de Jesús claramente nos indican que el Reino es una serie de eventos a los cuales se nos invita a participar en forma plena y sin miramientos. Al decir que son eventos nos referimos a que son cosas que nos suceden, o lo que es lo mismo, se trata de Dios sucediendo ‘en’ y ‘entre’ nosotros/as. No hay Reino sin Dios, sin gracia, pero tampoco hay Reino sin nuestra participación, sin nuestra respuesta.

Mas el Reino se manifiesta de una manera especial. En primer lugar, sus comienzos podrán ser humildes, casi imperceptibles, pero no obstante crece y se manifiesta como un lugar donde en principio se acoge a todos, gratuitamente. El Reino es generoso. En segundo lugar, el Reino podrá aparecer muchas veces como algo ‘ordinario’, casi impuro. Pero lo que es ordinario para los ojos del mundo es el germen de lo extraordinario para Dios. En tercer lugar el Reino aparece en forma oculta, escondida. Al igual que Dios, el Reino se oculta en el sentido que adquiere un ‘ropaje’ que podemos no solo reconocer, sino ‘probar’. El Reino siempre nos sorprende y transforma. Por último, el Reino viene a nosotros no para juzgar o condenar, sino para dar vida y gozo. Nuestra respuesta gozosa es un aspecto integral del Reino de Dios.

Al predicar sobre las parábolas es conveniente no tratar de encontrar una ‘lógica’ en las mismas, ya sea una doctrina o una regla moral. Más bien se trata de aprender a traducir y aplicar el modelo de la parábola a hechos o eventos que tienen lugar en la congregación, la comunidad o el país. La idea es ‘parabolizar’ nuestra realidad, es decir, leer bajo la clave de las parábolas sobre el Reino aspectos referidos a la generosidad, la gratuidad, o la alegría que se ocultan en medio de nuestra cotidianeidad pero que traslucen las huellas y rastros del caminar salvífico de Dios entre sus criaturas.