Tercer Domingo de Pascua

Hijos e hijas de Jonás

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May 1, 2022

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Comentario del San Juan 21:1-19



Múltiples sentidos

Decía uno de mis profesores de Nuevo Testamento en el seminario que antes de que alguien se atreviese a intentar interpretar el evangelio según Juan era recomendable que hubiese pasado no menos de diez a quince años estudiando los otros tres evangelios. La razón es porque el cuarto evangelio está lleno de símbolos y además los símbolos tienen varias capas de sentido. Esto a veces produce resultados cómicos, como cuando Jesús le dice a Nicodemo que había que nacer de nuevo para poder ver el reino de los cielos y Nicodemo pensó que se trataba de volver a entrar al útero de su madre (Juan 3:7). Además, el uso del lenguaje griego en este evangelio es mucho más sofisticado que en los otros escritos del Nuevo Testamento y revela una tendencia en Juan de usar palabras e imágenes en las que varios posibles significados coexisten, a veces incluso en tensión unos con los otros.

¿Me amas más que estos?

El texto que nos ocupa en esta ocasión está lleno de símbolos y de una multiplicidad de posibles sentidos. Un ejemplo es el diálogo entre Jesús y Pedro. Cuando Jesús le pregunta: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?” (v. 15), el “más que estos” puede tener al menos dos sentidos. Según el comentarista William Barclay1, esa pregunta puede referirse a si Pedro ama a Jesús más que los otros discípulos, pero el “estos” podría referirse a estos utensilios de la pesca como la barca y las redes.2 En ese segundo sentido, la pregunta se refiere a si Pedro, después de los eventos de la crucifixión de Jesús y los riesgos ahora inminentes de ser su discípulo, ha optado en vez por regresar a su vida anterior de pescador. Quizás por eso le llama Simón, su nombre de nacimiento, en vez de Pedro, el nombre que Jesús mismo le había dado como discípulo suyo. En el primer sentido, que es el más favorecido entre los intérpretes bíblicos, la pregunta de Jesús “¿me amas más que estos?” hace referencia al acontecimiento del aposento alto, cuando Jesús anunció que sus discípulos se iban a escandalizar de él y lo iban a abandonar, pero Pedro protestó diciendo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mateo 26:33; ver también Juan 13:36-38). Esa escena es clave para entender este dialogo, así que vale la pena citarla en su totalidad, aunque sea larga. Según Mateo:

Después de haber cantado el himno, salieron al Monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

—Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, pues escrito está: “Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas.” Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

Respondiendo Pedro, le dijo:

—Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.

Jesús le dijo:

—De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

Pedro le dijo:

—Aunque tenga que morir contigo, no te negaré (Mateo 26:30-35).

Al Jesús preguntarle tres veces a Pedro si lo ama le dio la oportunidad de redimirse por las tres veces que lo negó.3 O, mejor aún, le recuerda que ya desde el principio él sabía que Pedro lo iba a negar y aun así lo escogió, así como escogió a los otros discípulos aun sabiendo que a última hora se iban a escandalizar y le abandonarían. Sabiendo eso de antemano, Jesús los escogió a ellos, y a nosotros/as también. Conociéndonos tal como somos, Jesús nos llama y quiere que le sirvamos, con nuestras faltas, aprendiendo a confiar, no en nuestros propios méritos, sino en su sola gracia y amor, como Simón Pedro y como los demás discípulos.

Los 153 peces

Otro símbolo polisémico en este evangelio es la pesca misma y los 153 peces que Juan dice que los discípulos lograron sacar en sus redes. Según Barclay4, ese número pudo haber sido simplemente un número cualquiera que quedó grabado en la memoria de los discípulos por lo emotivo de la ocasión. Pero también puede estar preñado de sentido. Por ejemplo, Cirilo de Alejandría5 especuló que 153 era la suma de 3 + 100 + 50 = 153. El tres representa la Santísima Trinidad; el cien representa plenitud y totalidad (ej., como las cien ovejas y la semilla que rindió fruto al ciento por ciento), es decir, la universalidad de la salvación que incluye a todas las naciones, y el cincuenta es por el remanente de Israel que también está incluido en la promesa de salvación. El famoso teólogo africano Agustín de Hipona,6 por su parte, sugirió que 7 es el número de la gracia y de los dones del espíritu y que 10 son los mandamientos, o sea 7 + 10, y que la suma de todos los números empezando por el uno y llegando hasta el 17 es 153. De manera que el 153 corresponde a la universalidad de la salvación, es decir a la suma de todos los que ya sea por la gracia (el siete) o por la ley (el diez) han sido alcanzados por la salvación ofrecida por Dios en Cristo.

Abundan las interpretaciones numerológicas, pero lo importante es que este evento-signo que es la pesca de los 153 peces apunta a la universalidad de la misión que Cristo encomienda a sus seguidores y por ende a su iglesia. Este es un símbolo clásico de la escatología bíblica (ver Mateo 13:47-50). No le corresponde a la iglesia decidir qué peces serán incluidos en la red de la gracia ni qué ovejas serán apacentadas en el redil del reino. Eso sólo le corresponde al que dijo con palabras y acciones: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11) y también: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Las implicaciones de esta interpretación de la pesca de los 153 es tan radical como lo fue el ministerio de Jesús. La iglesia traiciona su misión cada vez que hace acepción de personas, ya sea por motivos de raza, etnia, estatus legal, identidad de género, orientación sexual, condición socioeconómica, credo político, o por cualquier otra razón. De hecho, si somos fieles a la práctica de Jesús, entonces también debemos incluir diversidad religiosa. Quizás lo que dijo Jesús a Pedro sobre Juan en otro contexto podría también aplicarle a la iglesia sobre las otras religiones: “¿Qué a ti? ¡Sígueme tú!” (Juan 21:22).7

La misión de la iglesia

Hemos visto que este texto no trata solamente sobre el encuentro de Jesús con Simón Pedro y algunos de sus otros discípulos, ni tampoco de la resurrección en abstracto, sino que incluye claves importantes sobre la misión de la iglesia. La misión consiste en echar las redes al mar, simbólicamente hablando, y también en apacentar las ovejas de Jesús. En el imaginario bíblico, especialmente en la comunidad joanina, de donde salieron también las cartas de Juan y el Apocalipsis de Juan, el mar representa peligro y muerte, es el ámbito de la bestia de siete cabezas (el imperio romano–las siete colinas de Roma).8 Desde una lectura postcolonial esto implica que el ministerio de la iglesia incluye rescatar a las víctimas del mar, devoradas por la bestia del poder de los imperios políticos y económicos que las atrapan en torbellinos de guerra, de servidumbre, de hambre y de miseria por la avaricia desmesurada de quienes están en el poder y a quienes les importa más el lucro y el bienestar de la economía y de los mercados (en abstracto) que la vida de los más vulnerables.9

La misión que Jesús le encomienda a su iglesia incluye ser “pescadores de hombres [y mujeres],” (Mateo 4:19) es decir, usar las redes de la gracia, por medio de la predicación de la palabra, para rescatarles. Pero también implica apacentarles como los/as pastores/as apacientan al rebaño. Apacentar significa alimentar con pasto, como dice el Salmo 23:2: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará” (ver también Ezequiel 34:11-16). Si los peces y el rebaño incluyen a las víctimas de sistemas que producen pobreza, hambre y miseria (entre otros muchos), eso quiere decir que apacentar las ovejas incluye darles pan y pescado, arroz y habichuelas, tortillas y pupusas, medicina y albergue, y lo que sea que necesiten para su plena recuperación. Esto fue lo que hizo Jesús con sus discípulos. Sabiendo que tendrían hambre, les preparó desayuno mientras ellos pescaban. Esta es la dimensión de diaconía de la misión de la iglesia, y nunca debe ser descuidada. Pero sabemos también que “no sólo de pan vivirá el [ser humano], sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Por lo tanto, apacentar a las ovejas también incluye alimentarles con la palabra de Dios y con los sacramentos. Esa es la dimensión de la misión de la iglesia llamada liturgia, e incluye la proclamación, la oración, los sacramentos, y todo lo que nos alimenta con la vida misma de Cristo en el Espíritu Santo.

¿Hijos e hijas de Jonás?

Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. Cuando Pedro le contesta que sí, Jesús le dice de qué manera quiere ser amado: “¡apacienta mis ovejas!” Esto ya Pedro lo sabía, así como los otros discípulos. Pero cuando llegó el momento de la verdad, después de la crucifixión y a pesar de la resurrección, decidió (decidieron/decidimos) volver a lo que conocía. Su historia nos recuerda la historia del profeta Jonás. Cuando Dios lo llamó a proclamar la palabra en Nínive, Jonás decidió irse por otro lado. Cuando Jesús llama a Pedro, “Simón, hijo de Jonás,” ¿será porque así se llamaba su papá, o será eso también simbólico? A fin de cuentas, Jonás y Pedro deciden obedecer el llamado de Dios de extenderle esa red del auxilio de la gracia a quienes más desesperadamente la necesitaban, y a quienes fuera que la quisieran acoger. ¿Seremos nosotros/as hoy día, como iglesia, hijos e hijas de Jonás? A nosotros/as también nos dice Jesús, como a Simón: “hijo/a de Jonás, ¿me amas? Apacienta mis ovejas.” ¿Qué diremos?


Notas:

  1. William Barclay, The Gospel of John, The Daily Study Bible Series, Revised Edition (Philadelphia: Westminster Press, 1975), 282-288.
  2. Barclay, 285-26.
  3. Barclay, 286.
  4. Barclay, 283-284.
  5. Barclay, 283-284.
  6. Barclay, 283-284.
  7. “Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?»  Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús:
    —Señor, ¿y qué de éste?
    Jesús le dijo:
    —Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti? Sígueme tú (Juan 21:20-22; ver también Juan 10:16).
  8. Ver la obra de Pablo Richard, Apocalipsis: Reconstrucción de la esperanza (San José, Costa Rica: Departamento ecuménico de Investigaciones, 1994).
  9. Ver el excelente análisis de Elsa Tamez en Contra toda condena: La justificación por la fe desde los excluidos (San José, Costa Rica: Departamento ecuménico de Investigaciones, 1991).