Vigésimo segundo domingo después de Pentecostés

La conexión entre el amor a Dios y el amor al prójimo

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October 29, 2023

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Comentario del San Mateo 22:34-46



Contextos

Este texto describe el segundo de los cuatro grandes debates que Jesús mantiene con sus adversarios, saduceos, fariseos y escribas, según Mt 22:15 a 23:46. En ellos se abordan las cuestiones del pago de impuestos al César, la resurrección, el gran mandamiento y el Mesías. Los debates son concebidos como intentos de poner a prueba a Jesús. Sus adversarios intentaban decidir si Jesús iba en contra o por encima de la Torá y la tradición judía y por lo tanto si era de fiar o incluso si era blasfemo. 

La tradición judía siempre trató de dar resúmenes de los mandamientos de la Torá. “Una vez, un gentil se presentó ante Shamai y le dijo: ‘Hazme prosélito a condición de que me enseñes toda la Torá mientras estoy de pie sobre una sola pierna.’ Entonces él lo empujó con el palo que tenía en la mano. Entonces vino a Hillel, y él lo hizo prosélito y le dijo: ‘No hagas a tu prójimo lo que es odioso para ti. Esta es toda la Torá, todo lo demás es interpretación. Ve y aprende.’”¹ 

Observaciones sobre el texto

Después de que Jesús hiciera callar a los saduceos, que constituían la casta sacerdotal dominante que rechazaba la creencia en una resurrección, le desafían los fariseos. Como movimiento laico respetuoso de la ley, querían escuchar de su boca qué pensaba Jesús de la Torá. La pregunta sobre el mandamiento más elevado es una trampa, porque obligaba a Jesús a reclamar autoridad sobre el valor de los mandamientos bíblicos y situarse por encima de los mismos. Su respuesta socava a los interrogadores. Jesús combina dos mandamientos centrales del Antiguo Testamento: el mandamiento de Dt 6:5 (“Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas”) y el mandamiento de Lev 19:18 (“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”) y los ancla en la confesión básica de Israel, el Shema Israél (“Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es,” aún visible en el pasaje paralelo de Mc 12:29).

¿Qué significa amar a Dios? ¿Y puede ordenarse el amor? Los exégetas clásicos como Lutero y Calvino solían explicarlo como conocer y obedecer a Dios y eso es demasiado racional y orientado a la autoridad. El comentarista judío Maimónides lo resume mejor. El amor a Dios ordenado es “morar en Sus mandamientos, Sus palabras y obras, y meditar en ellos, para que podamos entenderle cada vez más, y mientras tanto alcanzar la más alta alegría: mediante este proceso se forma el amor a Él del que estamos encargados.”² Oír, morar, comprender, alegrarse: el amor se forma en el Evangelio, no en la Ley.

“Con todo tu corazón”: En la concepción antigua, el corazón es la sede del pensar, querer y sentir. Todo el corazón incluye los instintos buenos y malos. Toda la persona debe ponerse a disposición de Dios.

“Con toda tu alma”: A veces el amor a Dios se demuestra en situaciones extremas, cuando está en juego el alma, el aliento de vida, cuando el alma sólo puede refugiarse en Dios, en situaciones como las que el pueblo judío experimentó con demasiada frecuencia en su historia.

“Con toda tu mente,” tu pensamiento, tu razón: No se trata sólo de una actitud interior. La razón, la lógica del pensamiento, se expresa en la lógica de la acción. Por eso Lutero tradujo “con todas tus fuerzas” o “con toda tu capacidad.”

Jesús sitúa el amor al prójimo en pie de igualdad con el amor a Dios. Esto es más que una concatenación de dos mandamientos. Jesús se preocupa por la identificación de Dios con el prójimo necesitado. Dios une su dignidad a la dignidad del hombre. Jesús lo desarrolla en el discurso sobre el juicio final (Mt 25:31-46) y la primera epístola de Juan lo lleva a la conclusión: “Dios es amor” (4:16). Con esta ecuación, Jesús defiende también las transgresiones de la ley de las que le acusaban escribas y fariseos, por ejemplo, cuando curaba en sábado. El amor al necesitado es amor a Dios y a su mandamiento de vida, y a la inversa, el rostro de Dios se encuentra en el rostro del prójimo.

A continuación, Jesús lleva el debate al extremo. Pregunta a los fariseos quién es el Mesías, de quién es hijo. Su respuesta clásica, que es el Hijo de David, muestra qué tipo de Mesías esperan. Ellos anhelan al nuevo rey de Israel, un libertador político. Utilizando la redacción del Salmo 101, Jesús demuestra que esta esperanza de sus adversarios es errónea y que conoce el Primer Testamento mejor que ellos.

Reflexión teológico-homilética

El núcleo del sermón puede ser la conexión entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor al prójimo funciona como una norma básica o meta-norma para el comportamiento de las personas cristianas, que utiliza y evalúa otros mandamientos, como el Decálogo, como concreciones. Esto contrarresta el peligro del biblicismo o incluso del fundamentalismo, que entienden los mandamientos como principios absolutos y degradan así la ética cristiana a una pura moral de la obediencia. El principio rector del comportamiento cristiano debe ser siempre el amor al prójimo. Amar “como a ti mismo” puede traducirse también por “porque el otro es como tú.” Esto nos pone a ti y a mí al mismo nivel. Así lo practicó el propio Jesús, por ejemplo, al transgredir el mandamiento del sábado o al tratar con la adúltera. Los mandamientos individuales se convierten en ayudas orientativas que indican la dirección de la conducta, pero sólo tienen una validez relativa, sólo sirven en la medida en que indiquen cómo debe ser el amor al prójimo que requerido en la situación concreta. Como muestra el ejemplo de Lutero del buen árbol que da buenos frutos, el amor al prójimo surge del amor a Dios y éste, a su vez, de escuchar y detenerse en las historias bíblicas que hablan de un Dios amoroso y liberador.

El sermón podría introducirse con estas preguntas: ¿Cómo reconocer realmente una vida y un comportamiento fiel? ¿Cuáles son las normas que la guían? Jesús ya se enfrentó a estas preguntas cuando los fariseos le interpelaron. El sermón podría desarrollar lo que piensa el propio Jesús, el Mesías, de los mandamientos del Antiguo Testamento. Y en la parte final podría hacerse una referencia a la cuestión del Hijo de David. Jesús, el Mesías, diferente de como lo esperaban, sitúa los mandamientos en un nuevo horizonte, o mejor, en su horizonte original de servicio a la vida.


Notas:

  1. Babylonischer Talmud Schabbat (Hebräisch-Deutsch), 31a, ed. por Lazarus Goldschmidt Berlin: Benjamin Harz Verlag, 1897ff
  2. Maimonides, Sefer HaMizvot, citado por Wolfgang Kruse, Predigtmeditation zu Mk 12,28-34,“ en Predigtmeditationen im christlich-jüdischen Kontext. Zur Perikopenreihe I, ed. por Studium in Israel e.V., Wernsbach, 2014, 304.