Sexto Domingo después de Pentecostés

Contra el texto, pero no contra el Espíritu

Metal sign with
Photo by Nick Fewings on Unsplash; licensed under CC0.

July 17, 2022

View Bible Text

Comentario del San Lucas 10:38-42



Nunca me ha gustado mucho la historia de Marta y María. Siempre me he identificado más con Marta que con María. Me parece que Marta actuó como una persona responsable. También yo me he esforzado siempre por actuar de la misma manera.

Marta fue quien recibió a Jesús en su hogar (v. 38), y uno puede pensar que también fue quien se aseguró de que se hiciera el trabajo necesario para y durante la visita de Jesús (v. 40). María, en cambio, siempre me ha parecido una persona que se aprovechó de la presencia del Señor para evitar el trabajo que implicaba tener un invitado. Por eso se sentó a sus pies para escucharlo, sin “hacer” nada (v. 39). Cuando Marta le pidió a Jesús que le dijera a María que le echara una mano, y Jesús se puso del lado de María diciendo que María había elegido la “buena parte” (vv. 40, 42), la historia me molesta. A menudo he sentido que Jesús, al ponerse del lado de María, parece mimarla como una niña privilegiada. Yo hubiera aceptado que Jesús dijera que María había elegido una parte que era “tan buena” como los esfuerzos de Marta. Pero que Jesús dijera que María había elegido algo mejor que Marta (y yo), me obliga a un incómodo examen de mí mismo y de mis formas de seguir a Jesús en el mundo de hoy.

Entonces, ¿qué hay que hacer y aprender de este pasaje, especialmente para alguien como yo que preferiría ignorarlo? Tal vez mucho, ya que, como tantos otros pasajes bíblicos, el texto ha sido y puede ser leído por diferentes intérpretes en diferentes contextos en formas que subrayan diferentes mensajes. ¿Cómo podría hablarme el texto a mí, o a cualquiera de nosotros/as (como yo), en la actualidad?

Tal vez uno pueda aprender de la historia algo acerca de la espiritualidad. De hecho, en la historia de la iglesia, el cuento de Marta y María ha sido a menudo tomado como un texto que promueve el valor de la vida contemplativa sobre la existencia activa o comprometida. Es mejor meditar tranquilamente en las cosas eternas que estar agobiado por la ansiedad y la preocupación por cosas mundanas. En un mundo donde muchos luchan ansiosa e insaciablemente por asegurar su propia ventaja, deseando por ejemplo la riqueza o la notoriedad, tal mensaje podría resultar bastante necesario para muchas personas.

Otros/as lectores/as de la historia de Marta y María han encontrado que promueve la liberación y la igualdad de las mujeres en las comunidades cristianas, ¡una buena noticia que siempre necesita ser reiterada! Por ejemplo, al no hacer nada, uno puede pensar que María está adoptando radicalmente un poco de autodeterminación. Para escuchar a Jesús, ella deja de lado, al menos por un momento, las tareas domésticas serviles, el trabajo que, en la mayoría de los hogares de la Palestina del primer siglo, como todavía en gran parte del mundo de hoy, normalmente era y es una actividad reservada a las mujeres. En presencia de Jesús, María experimenta un poco de libertad de tan obligatorio trabajo. También, al sentarse a los pies de Jesús y escuchar sus enseñanzas, María podría incluso estar reclamando para sí misma la posición de una genuina discípula de Jesús. Sería un error caricaturizar el judaísmo del primer siglo como una religión cerrada y atrasada y sugerir que Jesús es completamente único en ese contexto en su voluntad de enseñar a una mujer. Aún así, la mayoría de las personas que la Biblia nombra como discípulos del Señor son hombres. El “no hacer nada” de María, por lo tanto, podría constituir realmente una acción audaz: reclamar, como mujer, la participación plena y libre en la comunidad de seguidores/as de Jesús.

Otros/as lectores/as, sin embargo, pueden pensar que la historia de Marta y María de ninguna manera constituye un cuento “en favor de las mujeres.”  De hecho, después de todo, la historia enfrenta a dos mujeres y coloca a ambas en una posición subordinada a un hombre, aunque este hombre sea Jesús. Estos/as otros/as lectores/as podrían sugerir, pues, que en el momento en que Lucas lo escribió, la historia funcionó polémicamente para disminuir o restringir los roles que las mujeres podían desempeñar en la iglesia antigua.

El trabajo del que Marta se estaba ocupando no era simplemente un “trabajo de mujeres” que se reducía a preparar una comida para un invitado importante. En el original griego, la palabra que se traduce como “quehaceres” es diakonian, y significa “servicio” o “ministerio.” Es la palabra que el Nuevo Testamento usa a veces para describir ciertas formas de liderazgo religioso cristiano. Jesús mismo afirma ser un diakonōn en Lucas 22:27. En dicho versículo, el Señor insinúa que sus seguidores debían imitarlo y, como él, dedicarse al servicio de los demás. Marta, en Lucas 10, estaba haciendo precisamente eso. Y como Jesús nota, estaba muy concentrada en hacerlo (v. 41). Aun así, el texto de Lucas hace que Jesús le dé más importancia a la pasividad de María que a la actividad de Marta. De hecho, en contraste con la actividad y el discurso de Marta que registra el pasaje, María se sienta en silencio y no pronuncia una sola palabra.

El texto de Lucas parece decir que Marta estaba ansiosa en hacer sus tareas, y no debía estarlo—como muchos/as lo reconocen. Sin embargo, ¿no podemos imaginar que, con toda sinceridad, sólo estaba asegurándose de cumplir con las obligaciones de su ministerio? O más bien, ¿podemos discernir en la historia de María y Marta un conflicto que existía en la iglesia primitiva? ¿Hubo quienes insistieron en que las mujeres no debían tomar roles activos en las comunidades de seguidores/as de Jesús? ¿Articula la apelación de Marta a Jesús en Lucas 10 una protesta contra tales voces? ¿Representa su petición la posición de quienes creían que, entre los/as seguidores/as de Jesús, como podrían sugerir las palabras de Pablo en Gá 3:28, las identidades sexuales y de género no eran determinantes de nada y que todos/as podían ministrar como lo estaba haciendo Marta en Lucas 10? Al ponerse del lado de María, ¿intentan las palabras del “Jesús de Lucas” resolver el asunto diciéndoles a Marta y a mujeres como ella que se tranquilizaran, pararan de realizar sus ministerios y tomaran asiento, en silencio, al lado de María?

Muy posiblemente así sea. Y si es así, ¿puede uno “predicar contra” el “Jesús de Lucas” en este punto? ¿Puede uno reconocer, como ya lo han hecho muchas denominaciones cristianas, que la Escritura aquí sacraliza un punto de vista históricamente contingente—la exclusión de las mujeres de la plena participación en la iglesia—que en realidad va en contra del mensaje liberador del Evangelio? Seguro.

Por supuesto, predicar contra el texto puede resultar para algunos/as no solo incómodo, sino escandaloso. El leccionario, sin embargo, sitúa este texto en el sexto domingo después de Pentecostés, del día en que Dios entregó el don del Espíritu Santo a los/as seguidores/as de Jesús. El Espíritu nos guía, empodera e ilumina mientras buscamos vivir una vida fiel y nos esforzamos por ser fieles intérpretes (y predicadores/as) de las Escrituras. En este trabajo no necesitamos aceptar cada afirmación que hace el texto como palabras literales e inviolables de la deidad para nosotros/as. En cambio, podemos recordar que la Escritura es el testimonio del pueblo de Israel y de la iglesia primitiva sobre su existencia con Dios, y que este testimonio es diverso. Al leer el pasaje de hoy, podemos recordar mensajes de otras partes de la Biblia, como Gá 3:28. También podemos recordar el testimonio de las mujeres que han experimentado la gracia, la libertad y el llamado al servicio que Dios hace posible. Cuando lo hagamos, y cuando “después de Pentecostés” invoquemos en oración la guía del Espíritu Santo en nuestros esfuerzos por interpretar la Biblia en, y para, la iglesia, podremos estar seguros/as de que este Espíritu nos guiará, a través de las palabras escritas en la Biblia, a un mensaje fresco—a una nueva palabra—para el pueblo de Dios en el día de hoy.