Comentario del San Lucas 7:11-17
Esta semana vemos con claridad la compasión de Dios.
En la lección de 1 Reyes, el profeta Elías resucita al hijo de la viuda en Sarepta. Esta historia describe a una mujer pobre, que estaba preparando la última cena para su hijo y ella. Cuando la viuda compartió la comida con Elías, Dios la bendijo y le dio bastante comida para vivir durante la hambruna. Pero con todo, su hijo murió. La lectura nos dice que Elías oró a Dios, y “Jehová oyó la voz de Elías, el alma volvió al niño y este revivió” (1 Reyes 17:22).
Es afortunado oír la historia de la viuda de Naín junto con la historia de 1 Reyes. Las acciones de Jesús en Lucas nos hacen recordar la historia de la viuda en Sarepta. Ambas lecciones demuestran la preocupación de Dios hacia las personas más vulnerables de la sociedad — las mujeres que no tienen ningún hombre para protegerlas contra los sistemas patriarcales de su cultura.
Otra vez, en la lectura del evangelio, vemos a una viuda con un solo hijo. Esta mujer no tiene ningún modo de sostenerse. Es difícil imaginar a una persona en la sociedad palestina del siglo primero más impotente que esta viuda. En esta cultura, las viudas tenían dos opciones: permanecer en la casa de su marido y vivir de su posesión, o volver al hogar de sus suegros.1 Además de las expectativas sociales, también había dos leyes judías para la protección de las viudas. Estas leyes permitían a una mujer heredar las posesiones de su padre, o casarse con el hermano de su marido, para no dejarla sola.2 Evidentemente, ningunas de estas leyes ni costumbres de protección se aplicaron a la viuda en la lección del evangelio de hoy.
Hoy día en la sociedad, una mujer viuda (o divorciada o quien tenga otra tragedia en su vida) a menudo puede regresar a la casa de sus padres. ¡Claro, lo mismo puede ocurrir con los hombres! ¿Cuántos de nosotros hemos visto a un hijo o una hija adulta quien regresa a vivir con sus padres? Este es la realidad de muchas personas en cualquiera comunidad o congregación. Pero la viuda en el evangelio no tenía esta opción.
El evangelio no dice nada del marido de la viuda, y por eso podemos suponer que él murió hace bastante tiempo. Parece que la viuda de Naín decidió permanecer en la casa de su marido con su hijo. La lectura no menciona la familia de la viuda, y es posible que ella no tuviera a nadie, ni a suegros ni a sus propios parientes. Ella tenía solamente “gente de la ciudad” para acompañarla al entierro de su hijo. Verdaderamente, sería difícil encontrar a alguien con más tragedia económica en la sociedad palestina del siglo primero que esta mujer. Vemos como viene Jesús a la gente desfavorecida cuando se acerca con la procesión al entierro.
¿Quién era este joven, el hijo? La lección nos dice que él era el hijo único de su madre. Como ya hemos visto, sin marido y sin hijo, la viuda no tenía ningún modo de sostenerse. Además, la palabra griega monogenes (μονογενὴς) significa que el joven era el descendiente único de la mujer — el hijo no tenía ni hermanos ni hermanas.3 Este hecho aumenta la urgencia de la situación de la viuda, puesto que ella no tiene ninguna hija que podría cuidar de ella en el hogar de su marido.
Pero el hijo tenía una importancia mayor que la condición económica de la mujer. El hijo de esta viuda era especial. Monogenes (μονογενὴς) acentúa la unicidad del joven. Lucas utiliza esta palabra para describir a los niños especiales que Jesús sana (8:42, 9:39). En el Nuevo Testamento, esta palabra se utiliza para describir solamente a Jesús (5 veces) e Issac (una vez).4 Claro, el único hijo de una viuda tendría importancia especial para su madre. Pero en esta situación, vemos que había una relación profunda entre esta madre y su hijo.
No sólo está la viuda de luto porque ha perdido todos los recursos de la ayuda social, sino porque ella amó a su hijo y le iba a extrañar mucho. Esta es la razón por la cual su pena es tan intensa – y esta es la razón por la cual la acción curativa de Jesús es aún más necesaria. Si ella estuviera afligida solamente por la pérdida de ayuda social, sus problemas se habrían podido resolver con un apoyo económico. Pero sus heridas emocionales eran tan profundas, que no se podían curar de ninguna otra manera excepto con la sola presencia de Jesús.
Ahora podemos ver que Jesús tenía gran compasión por la mujer. La primera cosa que Jesús dijo a la mujer era, “No llores” (7:13). Jesús tuvo piedad del dolor de la viuda. La escena es como la de la Pascua, cuando los varones con vestiduras resplandecientes dicen a las mujeres, “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado” (Lucas 24:5-6). O mejor, cuando Jesús aparece a María Magdalena y le dijo, “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Juan 20:15). En la Pascua, y en la historia de hoy, las personas llorando descubren que no tienen razón de estar afligidos. Dios ha eliminado sus tragedias.
Esta mujer, entonces, sufría de problemas económicos y emocionales. Jesús respondió a sus necesidades emocionales y económicas. Aunque la sociedad era patriarcal, Lucas describe el hijo en relación a su madre (7:12). La viuda es la razón por la acción de Jesús. Por fin, esta lectura enfoca la viuda como el carácter principal en la historia. Ella es el ímpetu para el milagro de Jesús y la beneficiara de su obra.
1K. C. Hanson and Douglas E. Oakman, Palestine in the Time of Jesus : Social Structures and Social Conflicts (Minneapolis, MN: Fortress Press, 1998), 48.
2Ibid., 46-47.
3F. Büchsel, Μονογενὴς, ed. Gerhard Kittel, 10 vols., vol. 4, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1967), 738.
4F. Scott Spencer, The Gospel of Luke and Acts of the Apostles, Interpreting Biblical Texts (Nashville: Abingdon Press, 2008), 134.
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Bibliografía
Büchsel, F. Μονογενὴς. Edited by Gerhard Kittel. 10 vols. Vol. 4, Theological Dictionary of the New Testament. Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1967.
Hanson, K. C., and Douglas E. Oakman. Palestine in the Time of Jesus : Social Structures and Social Conflicts. Minneapolis, MN: Fortress Press, 1998.
Spencer, F. Scott. The Gospel of Luke and Acts of the Apostles. Interpreting Biblical Texts. Nashville: Abingdon Press, 2008.
June 6, 2010