Comentario del San Marcos 2:23—3:6
Leyendo el texto de Marcos sobre el sábado, la ley, las costumbres y la actitud de Jesús respecto a esos asuntos, me parece que Jesús era un provocador. El texto de Marcos dice claramente que estaban buscando razones para arrestarlo y para acusarlo. Si eso es así, entonces Jesús y sus discípulos tenían que saber que estaban siendo vigilados. Viniendo de una sociedad donde la vigilancia por el estado a grupos disidentes es normal (le llamamos a esa práctica el “carpeteo”), puedo comprender lo que Jesús estaba haciendo. Sabía que le vigilaban, sabía que tenía enemigos, gente que le odiaba por el desafío que suponía su predicación para el estatus quo, y sabiendo eso no dejó de desafiar la norma. La pregunta que tengo que hacerle al texto es: ¿Hasta qué punto ese desafío es parte fundamental del proyecto de Jesús? Y también: ¿Cómo tenemos que reaccionar nosotros/as ante ese desafío?
Tradicionalmente, la interpretación bíblica ha reducido el texto del sábado y el del hombre enfermo a formas de desafiar la ley. En la interpretación hemos escuchado cómo Jesús coloca al ser humano en una posición superior a la ley, a la norma, a la regla. La regla, se dice, está al servicio del ser humano y no a la inversa. Aunque esa interpretación es radical y pertinente, tengo que hacer varias observaciones al respecto.
En primer lugar, no puedo quitarme de la cabeza que una lectura del texto de Marcos desde una perspectiva luterana podría interpretar que la ley se refiere a las normas eclesiásticas de la iglesia de los tiempos de Lutero. En ese sentido, la lectura del texto se convertiría en un anacronismo. Estaríamos imponiendo sobre el texto una interpretación que no corresponde a la intención original. Leer el texto como una denuncia del poder de la ley, entendida como ley eclesiástica, es quitar el valor del texto como invitación y provocación.
Una segunda lectura del texto podría reducir el mismo a una denuncia de la ley judía, reavivando cualquier lectura antisemita del texto. La ley no es la del pueblo judío. Jesús no sólo está denunciando una ley como está establecida. Si leemos el texto desde una perspectiva histórica, tenemos que aceptar que nuestros supuestos sobre la relación de la religión y el estado no son aplicables a este contexto. No había distinción entonces entre la ley del estado y la ley religiosa. Eran, ambos contextos, uno mismo. La ley del estado y la ley religiosa eran el entramado de poder que caracterizaba a la sociedad de Jesús.
Desde esta perspectiva, el texto es una denuncia del poder real, histórico, no simplemente de la norma religiosa, sino del ejercicio del poder represivo y opresivo que caracterizaba a aquella sociedad. Jesús, entonces, no estaba desafiando a las instituciones religiosas, sino confrontando el ejercicio del poder en una sociedad muy vigilada y controlada. El poder, que es el objeto de la denuncia de Jesús, es la estructura de control que se le impone al ser humano por parte del nudo de control concretizado en el estado y en las instituciones sociales. La denuncia de Jesús sobre el sábado ya no se puede leer como una denuncia de carácter religioso, así como la denuncia de Lutero contra las leyes religiosas de su tiempo no puede ser entendida como una denuncia meramente religiosa. El poder estatal y el religioso eran parte de un mismo entramado de control.
Jesús se enfrenta a los que determinan la suerte de la vida de los pobres. El hombre de la mano paralizada es el ejemplo de una sociedad que está enferma, quebrada, rota, dañada, atemorizada, aterrada. Esa sociedad aterrada, colonizada, es una sociedad sometida al control por parte de los poderes que determinan quién vive y quién muere. Esa es la mayor manifestación de poder. Los que establecen las reglas del juego—como en el sistema neoliberal con sus dogmas de muerte, como en el capitalismo con sus dogmas de precariedad, como en el sistema imperial con sus guerras genocidas—tienen el poder. Los dogmas del poder son fuente de dolor, de sufrimiento, de abandono. Los dogmas del poder son fuente de exterminio.
En nuestra realidad, quienes se enfrentan al poder del imperio sufren las consecuencias. Quienes desafían el poder del proyecto neoliberal son exterminados. Quienes se resisten al poder del capital son borrados de la faz de la tierra. Quienes siguen el modelo de Jesús saben que su suerte está echada. El modelo de Jesús no es un modelo encerrado dentro de las estructuras religiosas, sino que constituye una invitación a desafiar al poder en todas sus dimensiones.
En el texto de Marcos podemos utilizar lo que la teóloga feminista Septemmy E. Lakawa llama “hermenéutica de la ruptura.” Esta hermenéutica reconfigura los textos bíblicos considerando las heridas de la sociedad a la que le habla.1 Esta hermenéutica no es ciega a la realidad de los sufrimientos de la sociedad, sino que lee el texto a la luz de esa misma realidad de dolor para identificar formas en las que se puede curar a esa sociedad. El hombre de la mano paralizada es un signo creíble del dolor de una sociedad colonizada. Esta hermenéutica nos tiene que empujar a ver el contexto en el que nació el movimiento de Jesús como uno de violencia militarizada. Esa violencia militar es una causa, una manifestación, de las heridas abiertas de la sociedad a la que Jesús le habla. El desafío realizado por Jesús contra la ley es un desafío a ese poder de ocupación militar. El desafío de Jesús es un acto de liberación al ser un acto de provocación.
Jesús quiso provocar a los poderes de su tiempo. A esos poderes coloniales, violentos, militares, que condicionaban la existencia de los pobres y de los oprimidos. Jesús quiso poner en jaque a los que creían que tenían el control de aquella sociedad. Pero el desafío practicado por Jesús es un desafío provocador. Jesús quería provocar a sus seguidores, a su pueblo, para que confrontaran al poder de su época. No era un mensaje religioso sino político. El mensaje de Jesús es un llamado a desafiar y quebrar el poder de control del imperio sobre los cuerpos de los pobres, de las mujeres, de las personas oprimidas. Mirar las heridas de una sociedad colonizada, como era la sociedad de Jesús, supone identificar las rendijas que deja descubiertas el poder del imperio. El imperio quiere tener el control absoluto, pero no puede. Jesús nos invita a entrar en esas rendijas y detonar el desafío como una estrategia para deconstruir ese poder. En las rendijas, el sábado, la cura de la mano paralizada, el imperio se muestra débil y vulnerable. Jesús nos invita a identificar esas rendijas, esas vulnerabilidades del imperio y a utilizarlas como espacios de libertad donde podemos mostrar al pueblo la debilidad del imperio. Entonces se cumple una frase atribuida a Ramón E. Betances, líder independentista y antimperialista puertorriqueño, que dice: “Los grandes solo nos parecen grandes porque estamos de rodillas. ¡Levantémonos!”
La teóloga Kowk Pui-Lan, analizando el problema de la teología en contextos poscoloniales, nos dice que “el colonialismo y el militarismo no solo afectan las condiciones físicas y materiales, sino también dejan una marca indeleble en la psique de quienes han sido colonizados.”2 Ese impacto nos señala otro espacio de la vulnerabilidad del imperio. Así como el sábado y el hombre de la mano paralizada fueron espacios donde se coló Jesús para debilitar al imperio, el impacto psicológico del imperialismo en los colonizados de hoy abre las rendijas donde podemos entrar para reconocer las heridas y debilitar el ejercicio del poder imperial.
Jesús el provocador nos invita a romper con el control del poder, de los poderes, del entramado de control que se nos impone en la sociedad neoliberal, capitalista y patriarcal. Esa ruptura es posible si practicamos una hermenéutica de la ruptura que nos ayude a identificar los espacios donde el imperio, el poder, es vulnerable, y a desarrollar estrategias de resistencia que quiebren el control del imperio para abrir espacios de libertad y dignidad. Es el momento de seguir el llamado de Betances y de desafiar a los poderosos, provocarlos y provocar que el pueblo se levante para que los poderes de siempre sean definitivamente derrotados. “Extiende tu mano” (Mc 3:6), dijo Jesús. Levantémonos, repetimos nosotros/as.
Notas
- Septemmy E. Lakawa, “Teaching Trauma and Theology Inspires Lives of Witnessing Discipleship,” International Review of Mission 107, num. 2 (2018), 331–346.
- Kowk Pui-Lan, “Teología feminista poscolonial en Asia-pacífico,” en Silvia Martínez Cano, Miradas a todo color. Teologías feministas poscoloniales en un mundo en conflicto (Navarra: Editorial Verbo Divino, 2023), 60.
June 2, 2024