Comentario del San Lucas 1:39-45, (46-55)
Este último domingo de adviento se hace fiesta en el encuentro entre María e Isabel (vv. 39-45) y poesía preñada de esperanza en el cántico de María (vv. 46-55).
El encuentro y alabanza a Dios de María e Isabel les permite vivir el futuro que aún nadie ve. Sólo ellas lo sienten… en su cuerpo. “Bienaventurada la que creyó que se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (v. 45, en mi ligera revisión de la traducción de la versión Reina Valera 1995).
María e Isabel
María ha recibido el sorpresivo anuncio del ángel Gabriel (1:26-38) y una nueva escena la encuentra rumbo a la casa de Zacarías e Isabel. Allí se encuentra con Isabel y ambas embarazadas comparten buenas nuevas, esperanzas y la unción del Espíritu Santo. El texto no explica las razones del viaje de María y su larga estadía allí de tres meses. Tentado de llenar ese silencio, uno no puede dejar de pensar en la solidaridad entre mujeres que hace posible llevar esos tiempos densos y al mismo tiempo protegerse de las miradas que juzgan como inconcebible el embarazo de quien aún no conoce varón (v. 34). Por otro lado, es esperable que María se dirija hacia su pariente Isabel pues conoce de su “raro” embarazo (v. 36).
En el encuentro entre ambas, comienzan a cumplirse las promesas de Dios. Juan, ya con más de seis meses, salta de gozo en el vientre de su madre y ésta queda llena del Espíritu Santo (v. 41). Esto da cumplimiento a las palabras comunicadas por el ángel Gabriel a Zacarías: “será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre” (1:15). Pero también es el reconocimiento de parte de Juan de quién es el que está dentro del vientre de María: el “Hijo del Altísimo” (1:32).
Además, acto seguido Isabel, llena del Espíritu Santo, llama a María “madre de mi Señor” (v. 43). Esta es la primera vez en el Evangelio de Lucas que Jesús es designado con este título y anticipa lo que será confirmado después de la resurrección y ascensión de Jesús en Hechos 2:36.
Isabel también felicita a María pues ella ha creído que Dios cumpliría su promesa: “bienaventurada la que creyó que se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (v. 45).
María Cantó
Entonces María toma la palabra para cantar su alabanza a Dios por lo que ya está realizando en medio de su pueblo. Vale decir que todos y cada uno de las personajes que aparecen en los primeros dos capítulos de Lucas hablan inspirados por el Espíritu Santo o bien traen directamente la voz de Dios. En tal sentido, lo que el ángel Gabriel, María, Isabel, Zacarías (a partir del v. 67), Simeón y Ana digan son palabras que representan la voz de Dios. Se trata de personajes que vienen directamente de Dios o son calificados positivamente en la narrativa para que así sean interpretados. Por lo tanto, las palabras del cántico de María no representan, como se dice descalificándolas, las esperanzas mesiánicas del pueblo, sino que representan la voz y plan de Dios.1
El cántico de María está lleno de citas y referencias no explícitas que vienen del Antiguo Testamento y que son reconocibles para un auditorio familiarizado con el mismo. En sus palabras se entrelazan la historia personal con la historia de su pueblo. María exulta de alegría y revela un Dios misericordioso para con su pueblo y al mismo tiempo poderoso y dispuesto a trastocar la situación de injusticia presente en favor de su pueblo oprimido.
Es como si el texto de Isaías 40:3-5 citado en Lucas 3:4-6 se transformara de construcción de camino a realidad social: quienes están arriba, bajan y quienes están sometidos, se levantan. Quienes todo lo tienen quedan con las manos vacías y quien está hambriento es colmado de bienes. Esto mismo es lo que Jesús anuncia a sus discípulos en las bienaventuranzas de 6:20-26 y que se hace realidad en su ministerio.
María revela la identidad profunda de Dios, la misericordia y la gracia con que Dios ha tratado a ella y ha tratado a su pueblo. Pero al mismo tiempo canta futuro; lo va gestando. Su voz de alabanza llega a Dios por lo realizado y al mismo tiempo anuncia un futuro que comienza a hacerse realidad al margen de la historia en aquel pueblo de Galilea llamado Nazaret (1:26).
Tal vez ahí resida el poder del cántico de María. Su canto se ancla en el pasado, en lo que Dios ya ha hecho, y su fe la lleva a ver el futuro como ya realizado. La promesa de Dios cumplida en su vida se convierte en promesa para su pueblo. Su cuerpo cuida la promesa. Su cuerpo alimenta la esperanza de su pueblo. Su canto hace realidad presente lo que aún no se ve. Su cuerpo embarazado, su poesía sabia y bella y su confianza en la promesa de Dios atraen el futuro, lo crean. El cántico de María es como un “salmo de reorientación”2 donde María experimenta el inesperado poder salvador de Dios. No se trata de volver a lo viejo conocido, sino del futuro de Dios que “asalta” al presente instaurado.
En resumen, en el primer domingo de adviento Jesús nos invitaba a animarnos, a ponernos de pie y a permanecer firmes pues “vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). María ahora nos revela la clave para permanecer de pie y para no quedarnos enredados en las trampas de este tiempo. María no espera que llegue; no se queda ansiosa añorando. María lo gesta en su vientre, lo celebra en su cuerpo y lo canta con su voz. Y sorpresivamente, cuando María cree en la promesa de Dios, esta comienza a existir. El futuro se hace presente. Por eso, “bienaventurada la que creyó que se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (v. 45).
Notas:
1. He tratado con más amplitud este tema, especialmente en relación al cumplimiento de las promesas a lo largo de la obra lucana, en mi ensayo “Fortaleciéndonos con Teófilo – Una lectura de Lucas 1-2,” en la Revista RIBLA N° 53, 84-85.
2. Walter Brueggemann, El mensaje de los Salmos (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 1998), 183-250.
December 23, 2018