Miércoles de ceniza

El lugar del corazón

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February 17, 2021

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Comentario del San Mateo 6:1-6, 16-21



Con la celebración del Miércoles de Ceniza comenzamos la temporada de cuaresma. Recuerdo que en mis años de adolescencia era inconcebible hablar de celebrar este día. Los tiempos han cambiado, y las iglesias protestantes hispanas han ido incorporando servicios en este día para conmemorar el comienzo de la cuaresma. Es conveniente recordar que la celebración de esta fecha no nos hace mejores cristianos/as que otras personas. Al contrario, somos conscientes de las muchas veces en que erramos el blanco, las variadas ocasiones en que tomamos la dirección equivocada, y las muchas veces en que cedemos a nuestras debilidades. Aunque suene un poco anticuado: todos/as somos pecadores y pecadoras. El concepto neotestamentario de “pecado” (jamartia en el original griego)1 no se refiere tanto a las acciones individuales por las que una persona sería más o menos pecadora que otra. Al contrario, el pecado es visto como una fuerza que ha tomado control sobre la humanidad. Todos/as, sin distinción, somos pecadores y pecadoras. Pero entendámoslo bien: somos pecadores/as no porque cometemos pecados, sino que cometemos pecados porque somos pecadores.

El pasaje del leccionario para el día de hoy incluye la sección del Sermón del Monte que introduce las instrucciones de Jesús sobre tres prácticas de la piedad religiosa (la limosna, la oración, y el ayuno) y la sentencia contra el atesoramiento en la tierra. En la primera parte, el evangelio contrasta la conducta de los discípulos con la de “los hipócritas” (vv. 2, 5, 16) y “los gentiles” (v. 7). La sección comienza con una introducción (v. 1) que sirve como título a las tres instrucciones que siguen (vv. 2–4, 5–6, 16–18). Cada una sigue el mismo patrón. En primer lugar, la palabra “cuando” seguida de una descripción de la práctica particular (vv. 2, 5, 16). En segundo lugar, discute la manera en la cual la práctica particular no debe ser llevada a cabo (vv.2, 5, 16). En tercer lugar, la instrucción positiva sobre la manera adecuada de la conducta del discípulo (vv. 3, 6, 17). Finalmente, cada una de las instrucciones concluye con la promesa de la recompensa divina a la conducta correcta (vv. 4, 6, 18). El patrón es interrumpido por la inclusión de la oración del Padre Nuestro y la exhortación al perdón mutuo como parte de la instrucción sobre la oración (6:7–15). La siguiente tabla ilustra de manera gráfica el patrón utilizado en estas instrucciones sobre la práctica de la justicia.

Instrucciones sobre la práctica de la justicia (Mateo 6:1–18)
 Introducción general (6:1):
“Guardaos de hacer vuestra justicia… para ser vistos… vuestro Padre que está en los cielos.”
 Limosna (6:2–4) Oración (6:5–6) Ayuno (6:16–18)
 Práctica inadecuada 6:2 6:5 6:16
 Descripción 6:2a 6:5a 6:16a
 Prohibición de la conducta inadecuada: no + … hipócritas + descripción 6:2b 6:5b 6:16b
 Consecuencia de la conducta inadecuada: de cierto … recompensa 6:2c 6:5c 6:16c
 Práctica adecuada 6:3–4 6:6 6:17–18
 Descripción 6:3a 6:6a 6:17a
 Descripción de la conducta adecuada 6:3b 6:6b 6:17b
 Promesa de recompensa: y tu Padre… te recompensará. 6:4 6:6c 6:18

 
Existe una tensión entre esta sección del Sermón del Monte y la sección sobre la sal de la tierra y la luz del mundo (5:13–16). Allí se instruye: “así alumbre vuestra luz … para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (5:16), dando por sentado que las buenas obras (“justicia”) son vistas por la gente. Respecto de la instrucción sobre la limosna, la oración y el ayuno, en cambio, se dice: “guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” (6:1). Aquí se prohíbe la práctica de la justicia con el objeto de la exhibición pública. El contraste debe entenderse en términos de la intención con la cual se lleva a cabo la obra. En el primer caso, la identidad de los discípulos produce obras que, al ser vistas por las demás personas, glorifican a Dios. En 6:1 se da a entender que la práctica de la justicia con la intención del reconocimiento público (“para ser vistos por ellos”) no es para la gloria de Dios. 

La breve amonestación (6:19–21) de no “atesorar tesoros” (thēsaurizete … thēsaurus en el original griego) rompe el patrón de las instrucciones sobre la práctica de la justicia. Sin embargo, su inclusión en el texto para hoy puede ser de utilidad para enfocar el sermón en el último versículo: “Porque donde esté vuestro tesoro (thēsaurus), allí estará también vuestro corazón” (6:21). Así, tanto las instrucciones sobre la práctica de la justicia como la amonestación contra atesorar tesoros pueden entenderse en términos del valor más importante: ¿qué es lo más valioso de la vida? Si el reconocimiento público de las limosnas, la oración que se hace para ser vistos por la gente (no para que Dios la escuche), y el ayuno ostentoso son la motivación de la conducta en cuaresma, entonces nuestras vidas están orientadas en la dirección equivocada. Todas estas cosas son pasajeras. Lo más importante es que el corazón esté en el lugar correcto. En lugar de estar en los aplausos y el reconocimiento, el corazón debe tener su tesoro en el cielo, en la voluntad de Dios, en las acciones de misericordia, la oración y el ayuno que sirven para glorificar a Dios y benefician al pueblo.

El Miércoles de Ceniza, y toda la temporada de cuaresma, nos recuerdan la vulnerabilidad de nuestro carácter y la fragilidad de nuestras vidas. En verdad, cuando marcamos nuestra frente con cenizas recordamos nuestra condición humana, nuestra débil realidad que ante la santidad y majestad divina nos hace repetir con Job: “me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6). Ponemos cenizas sobre nuestras frentes como recordatorio propio, como señal al mundo, de que simplemente somos cenizas. Y un día, con la esperanza de la resurrección, se dirá frente a nuestros restos: “ceniza a ceniza, polvo a polvo.”


Notas:

1. P. Fiedler, “ἁμαρτία, ας, ἡ” en Baltz, Horst and Schneider, Gerhard. Exegetical Dictionary of the New Testament. T & T Clark, Edingburgh, 1990; W. Barclay, “Hamartia y Hamartanein (ἁμαρτία y ἁμαρτάνω)” en Palabras Griegas Del Nuevo Testamento. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2000; y David Cortés-Fuentes, “Sin: A Hispanic/Latino Experience” en Handbook of Latino/a Theologies, edited by Miguel De La Torre and Edwin Aponte, St. Louis, Missouri: Chalice Press, 2006.