Sexto Domingo de Pascua

Espiritualidad cristiana y trinitaria

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May 25, 2025

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Comentario del San Juan 14:23-29



Este texto ofrece contenidos, fundamentación y expresiones de una espiritualidad cristiana y trinitaria.

I. El amor del discípulo a Jesús, el guardar la palabra de Jesús, y la presencia del Padre y el Hijo en la vida del discípulo (vv. 23–25) son contenidos de la espiritualidad cristiana.

Juan habla del amor (ágapa en el original griego) del discípulo por Jesús. Pablo enseña a los gálatas que ese amor es un don del Espíritu Santo (Gál 5:22). No es un simple afecto o cariño por Jesús; es amor divino en la vida cristiana. Ese amor divino es confirmado por su objeto de amor, Jesús, porque el Padre ama al Hijo (Jn 3:35).

El discípulo que ama a Jesús es presentado como uno que guarda (terései) su palabra (lógon). Guardar su palabra significa observar y obedecer como resultado de ese amor. Así, el Espíritu Santo es la fuente del amor del discípulo que lleva a guardar la palabra de Jesús. De modo que ante Dios nunca somos justificados/as por nosotros/as mismos/as, sino por la gracia de Dios en nuestras vidas, y eso incluye nuestra vida cristiana.

Juan también habla de guardar los mandamientos (entolás) de Jesús (Jn 14:15.21) y la palabra de Dios (1 Jn 2:5). Los términos “palabra” y “mandamiento” aparecen reemplazándose uno a otro en Ex 20:1, Dt 5:1 y en la LXX en Sal 119:4.25.28 (Raymond E. Brown). Hay asimismo una similitud entre la exigencia de Jesús y la exigencia de Dios en el pacto, como puede verse en Dt 6:5–6 y 7:9–13 (Francis J. Moloney).

Jesús promete que el Padre no solo amará al creyente, sino que llegará a su vida junto con Jesús para hacer morada (monén) en su vida permanentemente. La vida del creyente (entiéndase como el ser y la plenitud de sus acciones) será morada, casa de Jesús y el Padre.

II. El Consolador, el Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre de Jesús, quien les enseñará y recordará todo lo dicho por Jesús (v. 26) es base de la espiritualidad cristiana trinitaria.

El parákleto (una persona llamada para estar al lado de otra) tiene varios sentidos. Puede referirse a un abogado en un juicio, 1 Jn 2:1; un intercesor, en Qumran (con un ángel); o un consolador, en la LXX en Job 16:2 e Is 40:1 (Francis J. Moloney). Este es el Espíritu Santo que el Padre enviará en nombre de Jesús. Pero Jesús también envía el Espíritu a sus discípulos (Jn 16:7; 20:21–22). Jesús llama al Espíritu “otro” parákleto (Jn 14:16) porque él mismo es un parákleto. El Espíritu estará espiritualmente con los discípulos para siempre, a diferencia de Jesús que había estado física y temporalmente con ellos. El Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo para morar en el creyente por donación divina.

El Espíritu Santo les enseñará (didajei) y recordará (úpomnesei) a los discípulos aquello que Jesús ha enseñado. La obra del Espíritu no es contraria a las enseñanzas de Jesús, ni va en contra de la obra de Dios en el Antiguo Testamento, sino que guía a la verdad de manera creativa en las situaciones que los creyentes viven. Enseñar y recordar son “funciones paralelas” y “no diferentes” (Raymond E. Brown), que van de la mano con la guía innovadora y creativa. El discípulo tiene que abrir sus oídos para escuchar esa voz apacible del Espíritu de verdad y ser dócil a la guía del Espíritu Santo.

Es el Espíritu de verdad, áletheiá, que guiará a toda verdad (Jn 16:13), en oposición al “espíritu de error” (1 Jn 4:6). Jesús es la verdad (Jn 1:14; 14:6). Por eso, el Espíritu de verdad estaba con los discípulos y a la vez era prometido para el futuro (Jn 14:17). El Espíritu Santo continúa la obra de Jesús, guiando hacia la verdad (Jn 3:21; 4:23–24).

Así como Jesús es enviado por el Padre, también el Espíritu es enviado por el Padre. “La misión y el objetivo del primer parakleto Jesús, Jn 14:13–14; que habla y enseña a los suyos, continuará en la misión y objetivo del nuevo parakleto, v. 16, que enseña y recuerda todas las cosas que Jesús había dicho” (Francis J. Moloney).

El Padre, el Hijo y el Espíritu sostienen la vida cristiana, la vida espiritual. Moran y residen en el creyente. La vida espiritual no es obra exclusiva del Espíritu, sino también del Padre y del Hijo. Una auténtica espiritualidad cristiana es trinitaria. El Dios trino morando en la vida del creyente, y el creyente buscando vivir en armonía plena con Dios.

III. La paz de Jesús dada a los discípulos, “no se turbe vuestro corazón,” y el Padre que “mayor es que yo” (vv. 27–28) son expresiones de la espiritualidad cristiana trinitaria.

La paz que Jesús da a sus discípulos no refiere a la forma cultural de despedida, de dar la paz (1 Sam 1:17). No es “la paz romana” que era el mundo controlado por el poder militar del imperio romano. Esa era la paz que se conocía en el tiempo de Jesús. No es la paz del Mesías judío que reinaría sobre las 12 tribus en la tierra de Jacob con su santuario (Ez 37). Tampoco es “la paz de la ONU,” que es uno de los objetivos principales de la Organización de las Naciones Unidas. Esto es lo que conocemos hoy, pero que no es real, porque en la actualidad tenemos guerras en Medio Oriente, en Europa, y en otros lugares. No es la paz del mundo.

La paz de Jesús es la tranquilidad activa en medio de los problemas que resulta de la confianza plena en Jesucristo, de la consagración a la voluntad amorosa del Padre. Esa fue la vida de Jesús. Recibir la paz de Jesús implica perdón frente al quebrantamiento de la ley divina y conlleva reconciliación frente a la separación humana. La paz de Jesús nada tiene que ver con la fuerza militar, ni con gobiernos nacionalistas religiosos, ni con maniobras políticas para la convivencia. La paz de Jesús es don de Dios, obra del Espíritu (Gál 5:22) que transforma nuestra vida y sus relaciones.

El corazón del creyente tiende a sentir temor en circunstancias adversas. Pero allí resuenan las palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy” (v. 27). Como pasa con todo don de Dios, el creyente tiene que abrir su corazón y recibirla, y disfrutar de sus beneficios. Y como la paz implica consagración, perdón y reconciliación, el creyente tiene que buscar en su vida qué ofensa o falta debe perdonar; con quién o con quiénes necesita reconciliarse; y qué áreas de su vida necesita consagrar a Dios. La paz de Dios conlleva renovar relaciones quebrantadas.

¿En qué sentido el Padre es mayor que Jesús? En varios sentidos: 1) Jesús está hablando como hombre, Jn 3:13–15; 2) en su naturaleza humana Jesús es la Palabra (o el Verbo) encarnada del Padre, Jn 1:1.14 (De Tuya); 3) Jesús tiene su origen en el Padre, Jn 3:31; 6:51; 4) todo lo que tiene Jesús procede del Padre, Jn 3:35; 17:7 (Mateos y Barreto).

La espiritualidad cristiana trinitaria se expresa: 1) en una tranquilidad activa en medio de los problemas que resulta de la confianza plena en Jesucristo; 2) en la paz de Dios en la vida del creyente que supera la cultura de violencia que nos rodea; 3) en la consagración a la voluntad amorosa del Padre como fuente de la paz de Cristo; 4) en perdonar las ofensas, aún las más duras, y en reconciliarse con los enemigos, basados/as en el poder del Espíritu Santo.


Referencias

Aland, Kurt, et.al. The Greek New Testament. Nördlingen: United Bible Societies, 2001.

Brown, Raymond E. The Gospel According to John (XIII–XXI). Introduction, Translation, and Notes. New Haven: Yale University Press, 1970. 641–655.

De Tuya, Manuel. Biblia Comentada. Texto de la Nacar-Colunga. Tomo II. Evangelios. Madrid: BAC, 1964. 1237–1240.

Mateos, Juan y Barreto, Juan. El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético. Madrid: Cristiandad, 1982. 642–649.

Moloney, Francis J. El Evangelio de Juan. Estella: Editorial Verbo Divino, 2005. 392–399.