El día de Navidad: Natividad de Nuestro Señor (II)

Tú decoras mi vida

The birth of Jesus with shepherds
JESUS MAFA. The birth of Jesus with shepherds, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.

December 25, 2020

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Comentario del San Lucas 2:[1-7] 8-20



Hay una escena en la serie Malcolm el de en medio (Malcolm in the Middle) en la que la madre de familia, Lois, sale de casa muy molesta al darse cuenta de que su esposo y sus cuatro hijos ¡olvidaron su cumpleaños! Decide ir a un parque para practicar, furiosa, al bateo de beisbol. Hal, el esposo, y sus hijos Francis, Reese, Malcolm y Dewey contratan a un payaso y le llevan un pastel en señal de arrepentimiento. En primera instancia Lois no acepta de buena gana el gesto, lo que provoca que el payaso le diga:

— ¡Escuche gruñona! Están tratando de hacer algo bueno por usted. Deles algún respiro.

Ante eso, Hal responde confrontando al payaso y comienza una pelea. Pronto los amigos del payaso se unen a la trifulca, por lo que los cuatro hijos también comienzan a pelear. Lois contempla a su familia peleando y haciendo bullicio. En un momento, la cámara comienza a reproducir las imágenes en cámara lenta y se hace un acercamiento al rostro de Lois, quien mira con amor, ternura y mucho orgullo a su familia defendiéndola mientras se escucha de fondo la canción de Kenny Rogers, “You Decorated My Life (Tú decoraste mi vida).

Esa mirada de Lois viendo todo en cámara lenta, grabando cada instante en su memoria, es precisamente la forma en la que María estaba viendo a su esposo, a los pastores y la sorpresa causada entre “todos los que oyeron” y que “se maravillaron” por el nacimiento de Jesús (v. 18). Afuera había un gran estruendo: la gente hablaba, corría para enterarse de lo ocurrido, los pastores, sus rebaños, haciendo ruidos; José, el esposo, de arriba hacia abajo, haciendo todo lo posible para que su esposa estuviera lo mejor posible tras el alumbramiento. ¡Hasta un coro de ángeles se había manifestado irrumpiendo desde el cielo con su potente canto!:

¡Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres! (v. 14).

El tesoro de la Navidad

Pese a todo ese ruido en el exterior, dentro, en el corazón de María, a semejanza de Lois en la escena de Malcolm el de en medio, ella se abstrae de todo el bullicio, al ajetreo de hombres y ángeles, y a toda la conmoción de la primera Navidad, para guardar “todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (v. 19). En griego la palabra traducida como “guardaba” se lee synetērei, que significa “atesorar,”, es decir, “guardar con mucho aprecio.” Lo que estaba ocurriendo era para María un tesoro que guardaría en su memoria.

¡Todo el mundo estaba en shock! Jesús ha nacido, cielos y tierra se estremecen, hombres, pastores, hasta magos y el mismo rey Herodes, posteriormente, se sacudirán ante este acontecimiento. Sin embargo, María solo contempla, meditando en cada una de las cosas que ocurren. Sabe que su hijo tiene una misión que cumplir. Ella aún no entiende del todo, pero reflexiona. Jesús nace en un pesebre, pero también en un corazón: en el de María, su madre, y en todos los recuerdos y memorias que va recolectando (symballousa) y guardando (synetērei).

El teólogo Pierre Teilhard de Chardin en su obra El medio divino (Alianza: 1988, pág 109) dice: “El Reino de Dios se halla dentro de nosotros mismos. Cuando aparezca Cristo sobre las nubes, no hará sino manifestar una metamorfosis lentamente realizada bajo su influencia en el corazón de la masa humana.”

María acaba de dar a luz a Jesús, pero en su meditabundo y reflexivo corazón que atesora el acontecimiento del Evangelio, va gestándose el Reino de Dios. Hay, sin duda una conexión entre el pesebre del nacimiento de Jesús y la nube de su retorno: se trata del Reino de Dios que va creciendo y abriéndose paso, desde el corazón de una madre hasta el fin del conflicto de los tiempos. De lo íntimo e individual hasta lo público y mundial.

El tesoro de la Navidad se guarda en el corazón, pero sus efectos de transformación, vida y resurrección se manifiestan a lo largo de la historia, y por lo largo y ancho del mundo. La decoración navideña no está solamente en luces, arbolitos, esferas y regalos. La Navidad decora nuestro mundo y nuestra historia con el recuerdo de que hubo una vez un niño que nació para traer al mundo la salvación del Reino de Dios.

Glorificando y alabando a Dios

Después de haber hallado a Jesús, de su madre y su padre en aquel pesebre (v. 16), y de haber contado a todos quienes pudieron lo que acababa de acontecer y el mensaje de los ángeles, los pastores salieron de allí siendo distintos. Cuando vieron al ángel por primera vez, dice el evangelio que “tuvieron gran temor” (v. 9), pero ahora, tras haber acudido hacia donde fueron llamados y haberse encontrado con Jesús recién nacido, ellos comenzaron a glorificar y alabar a Dios (v. 20).

Esta es la transformación que provoca Jesús: del temor hacia la alabanza; de lo íntimo del corazón hasta la manifestación pública del reino celestial. Lo privado, lo público, el pasado, nuestro presente, y el futuro anhelado. Navidad es la síntesis de la historia de la salvación.

El nacimiento de Jesús ocurrió en la intimidad de una familia migrante camino a empadronarse, pero la luz que emergió aquella noche ha alumbrado a todo el mundo. María se daba cuenta de todo eso, mientras su esposo, pastores y pueblo corrían apresurados. Como viendo todo lo que ocurría en cámara lenta, María guarda y atesora todo lo que representaba el nacimiento de su hijo. Hoy sabemos que no solo nacía un niño en un pesebre, sino la luz de la esperanza que, desde aquel momento, iría en crecimiento hasta alcanzar a toda criatura.

Este es el modo como Jesús, con la luz de su nacimiento, decora nuestras vidas.