Vigésimo quinto domingo después de Pentecostés

El evangelio para hoy consta de dos secciones: una crítica a los escribas (vv. 38–40) y una historia que gira en torno a la devoción reflejada por medio de las ofrendas (vv. 41–44). 

1 Kings 17:12
"I have nothing baked, only a handful of meal in a jar, and a little oil in a jug."Photo by Elliott Stallion on Unsplash; licensed under CC0.

November 11, 2018

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Comentario del San Marcos 12:38-44



El evangelio para hoy consta de dos secciones: una crítica a los escribas (vv. 38–40) y una historia que gira en torno a la devoción reflejada por medio de las ofrendas (vv. 41–44). 

Ambas secciones se desarrollan en el templo, y se conectan entre sí—y con algunos de los pasajes del Antiguo Testamento para hoy—por medio del tema de las viudas.

Escribas y Viudas

En una sociedad patriarcal, el estatus civil de una viuda la hace vulnerable y la coloca en una situación de peligro. Una mujer sin marido y sin recursos no tenía muchas opciones para sobrevivir; por esta razón, el mensaje de los profetas del Antiguo Testamento denunciaba los abusos contra las viudas y demás personas desvalidas de la sociedad (Is 1:16–17; Zac 7:9–10). De igual manera, los códigos legales condenaban a oprimían a los sectores más vulnerables de la sociedad y propiciaban mecanismos para ayudar en la satisfacción de sus necesidades (Ex 22:22; Dt 24:17–20). Ante esta realidad, leemos los vv. 38–40 del texto para este domingo. Continuando su enseñanza en el templo, Jesús denuncia y condena la actitud arrogante y corrupta de algunos escribas. Advierte a quienes le escuchan para que estén muy pendientes y tengan cuidado con ellos. Estos líderes religiosos aprovechan su lugar privilegiado en la sociedad para procurar un trato preferencial (vv. 38–39) y despojar a las viudas de lo que tienen, cubriendo el acto con un manto de espiritualidad (vv. 40–41).

La Viuda en el Templo

En segundo lugar, Jesús observa la dinámica que se estaba desarrollando mientras la multitud presente se acercaba a las arcas del templo a echar sus ofrendas. Jesús resalta dos tipos de personas entre la gente ofrendante: los ricos (v. 41) y una viuda (v. 42). Los ricos ofrecían grandes sumas de dinero, mientras la mujer echó solamente dos moneditas. La estampa ofrece otra ocasión para presentarles una lección a sus discípulos: la ofrenda de la mujer, que parece insignificante, es mayor que la de todas las otras personas que han ofrendado. Mientras las demás personas ofrendaban de lo que le sobraba—especialmente los ricos, la viuda ofreció todo lo que tenía para subsistir (vv. 43–44). La historia presenta a una mujer que, en su entrega, refleja lo que más adelante también realizará Jesús, justamente la entrega de su vida. La viuda es una representación de lo que conlleva seguir a Jesús. Ya anteriormente Pedro había expresado la condición de los doce, que lo habían dejado todo por seguirle (10:28), y que participarían de los sufrimientos que Jesús sufrió (10:38–39).

El pasaje de la viuda es muy conocido en la vida de la iglesia cristiana. Nos unimos a las palabras de Jesús, alabamos la entrega de esta mujer, e invitamos a la gente a imitarla. Sin embargo, este es un texto que causa incomodidad y preocupación cuando nos detenemos a pensar en lo que implicaba la viudez en la sociedad judía de los tiempos de Jesús y del evangelio de Marcos. En primer lugar, este texto no puede desconectarse de los versos que le preceden. De la misma manera en que Jesús condena a los escribas que se aprovechan de las viudas, se condena implícitamente a toda persona que actúa como ellos y propicia el empobrecimiento de las poblaciones más débiles de la sociedad.

En segundo lugar, el texto extiende la crítica e incluye al templo como parte de un sistema político-religioso que no cuida de las personas desvalidas. Permitir que una mujer viuda llegue a una situación de pobreza y que así y todo entregue todo lo que tiene para su sustento, mientras que el sistema se beneficia por demás con las grandes sumas de dinero que recibe de los ricos, es también una manera de opresión. Ya previamente Jesús había denunciado las malas prácticas en el templo, diciendo que lo habían convertido en una “cueva de ladrones” (Mc 11:15–19).

Recientemente asistí a un servicio de adoración en una iglesia hispana. La iglesia estaba haciendo lo que podía para subsistir, pero las pocas personas presentes en el servicio ofrendaban sus dones y su tiempo juntos para celebrar la presencia de Dios y escuchar el evangelio de Jesús como comunidad de fe. En esa ocasión, el pasaje de la viuda en el templo tomó otro sentido. Esta iglesia era como la viuda que entregó lo que representaba su vida en el templo. Es sumamente importante, entonces, enfocar la predicación en el gesto de la mujer viuda a la luz de los elementos que apuntan a un sistema religioso desenfocado y abusivo. De esta manera podemos denunciar a los líderes que exigen a su feligresía altas sumas de dinero como ofrenda y se burlan—abiertamente o en privado—de las ofrendas humildes de quienes tienen menos. A la misma vez, podemos denunciar las estructuras religiosas que reciben con agrado las dos moneditas de parte de las congregaciones más empobrecidas—mayormente compuestas por minorías—pero no ven o fingen que no ven su necesidad. Alabar la acción de entrega de la mujer sin denunciar los males anteriormente mencionados es una manera de ser cómplice de estos abusos.