Fifth Sunday in Lent (Year C)

Jesús había resucitado a Lázaro, el hermano de María y Marta (Juan 11), realizando el último milagro, la última señal de que era el hijo de Dios, antes de entrar a Jerusalén.

Two-Fold
"Two-Fold," Carolyn Brunelle.  Used by permission from the artist. Image © by Carolyn Brunelle.  Artwork held in the Luther Seminary Fine Arts Collection, St. Paul, Minn.

March 17, 2013

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Comentario del San Juan 12:1-8



Jesús había resucitado a Lázaro, el hermano de María y Marta (Juan 11), realizando el último milagro, la última señal de que era el hijo de Dios, antes de entrar a Jerusalén.

Ahora Jesús vuelve a visitar a Lázaro.

El v. 1 define dónde y cuándo ocurren los hechos. En el resto del pasaje se descubren tres actitudes de los protagonistas hacia el Señor.

I. Primera actitud, la de Marta, quien le hizo una cena (v. 2):

Jesús fue a Betania, donde parece que le hicieron un banquete en su honor en el que estaban Lázaro, a quien había resucitado de los muertos, sus hermanas Marta y María, los doce y también uno llamado Simón, si es que aceptamos que Mt 26:6 y Mc 14:3 se refieren a la misma comida que aquí nos refiere el evangelio según Juan.

Marta, como de costumbre (veáse Lc 10:40), tomaba bien su papel de servicio. Y esta es la primera actitud que se observa aquí, la del servicio. Suponemos que todas las personas que estaban en la casa eran conscientes de que estaban celebrando y dándole el reconocimiento a Jesús, el Maestro de Nazaret.

Una de las actitudes principales para desempeñar cualquier ministerio eclesial es la de servicio. Marta sabía cuál era su responsabilidad y su deber como discípula del Señor. Debía acatar su papel en el servicio a los demás, y esta actitud no debe faltar en los líderes eclesiales, aunque muchos lo hayan olvidado.

II. Segunda actitud, la de María, quien ungió los pies de Jesús (v. 3):

En la cultura judía, cuando un visitante llegaba a una casa y se lo invitaba a comer, el deber del anfitrión era asegurar que fueran lavados los pies de la visita. Es lo que hizo la mujer de la ciudad, que era pecadora, y que regó los pies de Jesús con sus lágrimas y luego los secó con sus cabellos (Lc 7:38), y que algunos identifican con María de Betania.

Lo cierto es que la actitud de María en este pasaje del evangelio según San Juan es una actitud de humildad y humillación. Ella sabía quién era Jesús. Tanto ella como Marta estaban seguras de que tenían enfrente a Cristo el Hijo de Dios.

El relato de Juan no menciona que María haya derramado lágrimas, como se dice de la mujer que interrumpe la comida que se nos refiere en Lucas 7:36-50, pero no cabe duda de que el trabajo del ungimiento de los pies era una tarea servil, para los esclavos o sirvientes de la casa. No lo hacía nunca el anfitrión o dueño de la casa, y por eso es una muestra de devoción lo que María hace aquí.

En Juan 13 se nos cuenta que Jesús realiza una acción similar a la de María cuando se levantó de la cena y se puso a lavarles los pies a los discípulos con los que compartía la cena, que no habían entendido todavía que la grandeza se mide con el servicio y la humillación. En contraste con Judas, María expresó una devoción leal a su Señor.

III. Tercera actitud, la de Judas Iscariote, quien criticó la acción de María (vv. 4-6):

A. Judas Iscariote objetó que habría sido mejor que María vendiera el perfume en lugar en lugar de derramarlo sobre los pies del Señor (v. 4-5).

El costo del perfume que María derramó para ungir los pies de Jesús equivalía aproximadamente a 300 denarios, o sea el salario de un jornalero por 300 días de trabajo. Y cabe preguntarnos: ¿Tenía razón Judas al argumentar que habría sido mejor vender el perfume y darles las ganancias a los pobres?

A veces es un dilema elegir entre lo correcto y lo justo, pero muchas veces depende de las intenciones del corazón. La intención de Judas parecía buena, pero detrás se escondía una idea maligna.

B. Manifestó un supuesto interés en los pobres (v. 5-6):

A Judas se lo acusa de ladrón en el v. 6, se lo acusa de manifestar un interés en los pobres que en realidad era fingido. La verdad es que era falsa su preocupación por el desperdicio del perfume en los pies de Jesús.

Muchos hacen lo mismo. Presentan un interés social por alguien o por un grupo de personas, pero es con el exclusivo propósito de gestionar y agenciarse una ganancia.

Lamentablemente hoy la noble práctica de “la opción por los pobres” se ha vuelto para muchos una manera de vivir, un modus vivendi. ¡Cuántos abusos no se han cometido en nombre de los pobres y desamparados!

Judas robaba lo que de hecho les pertenecía a los pobres, el no querer compartir se vuelve una traición, y Judas se convierte en el traidor de Jesús.

C. La naturaleza de su actitud era pecaminosa:

Judas termina de manifestar su real condición a pesar de ser uno de los doce cuando vendió a Jesús por treinta piezas de plata (Mt 26:15). La creencia o la espiritualidad en Jesús no se miden por el tiempo de convivencia en la iglesia o en el ministerio; se miden por los frutos de arrepentimiento y por el cambio de mentalidad.

La vida de Judas muestra que fue una persona que nunca cambio de mentalidad; que si creyó en el Mesías, fue a medias. No hubo un cambio de mentalidad ni de pensamiento. No hubo una conversión que mostrara los resultados del cambio en la convivencia con el Maestro.

IV. El Señor pone el punto final a la actitud de Judas (vv. 7-8):

Mientras que Judas no reconoció a Jesús como el Mesías, Jesús defendió la actitud de María al ungirle los pies con perfume. Lo más importante es que María había visto lo que algunos de los que acompañaban a Jesús, incluyendo a Judas, no habían reconocido: que Jesús era el Mesías. María había reconocido el significado de la “hora”.

Jesús interpretó que María había guardado el perfume para el día de su sepultura y a decir verdad, en su acto María se anticipó seis días (v. 1) a la muerte y sepultura de Jesús, mostrando que había entendido que Jesús había venido para salvarlos a ella y a todos y todas los que habrían de creer en él (véase Juan 17).

Todos los hombres y mujeres de hoy, así como María, le debemos la salvación a Jesús. Al reconocer la muerte y resurrección de Jesús y humillarnos ante él, todas las personas debemos aceptar que Jesús es el único medio de salvación.

El texto nos deja unas cuantas preguntas para que reflexionemos: ¿Es necesario ser humilde para ser servidor? ¿Cuál es nuestro pensamiento respecto a estas tres actitudes que se describen en el texto de hoy? ¿Qué actitud debe distinguir a la iglesia del Señor?