Resurrección de Nuestro Señor

“Apóstol de los Apóstoles”

April 8, 2012

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Comentario del San Juan 20:1-18



“Apóstol de los Apóstoles”

Debemos primeramente aclarar la definición de la palabra apóstol como enviado o enviada, eliminando de esta manera las connotaciones jerárquicas eclesiales que a dicho título se le han provisto. Es desde esta prerrogativa que podemos ver el rol de María Magdalena como la primera persona, según el evangelio de Juan, en tener un encuentro con la tumba vacía, el Cristo resucitado y por tanto, la primera enviada/apóstol del mensaje de la resurrección. Aunque el evangelio de Lucas ha recibido más atención respecto a la participación de la mujer en el ministerio de Jesús, no es menos cierto que el cuarto evangelio también acentúa dicha participación.

El Jesús de Juan presenta un discurso anti-patriarcal en relación a la mujer. La conversación de Jesús con la mujer samaritana en el pozo, la acción liberadora de Jesús con la mujer adúltera, su diálogo con Marta y María previo a la resurrección de Lázaro, y su reacción a la mujer que unge sus pies, son algunas pinceladas de las aportaciones de la mujer en el cuarto evangelio. No ha de sorprendernos entonces la participación activa de María Magdalena en el momento de la resurrección de Jesús. Debemos recordar que la misma María yacía junto a la cruz de Jesús, acto que no debe pasar por desapercibido, puesto que contrario a la mayoría de los discípulos que desparecieron y se alejaron de Jesús, María Magdalena, junto a otras mujeres, tuvieron la gallardía de permanecer fiel al lado del maestro.

Es esta María la que se acerca primeramente a la tumba de Jesús; su amor por su maestro era tal que no le importó la oscuridad de la noche, ni el impedimento de la piedra delante del sepulcro, para acercarse a su maestro. Era una costumbre de esta región visitar la tumba de un ser querido durante los próximos tres días de su muerte, existía la creencia de que el espíritu de la persona permanecía en los alrededores durante dicho tiempo, luego se alejaba puesto que la descomposición hacía que no se reconociera a la persona.1 La participación primaria de la mujer en el evento de la resurrección de Jesús, no sólo en este evangelio, sino también en los sinópticos, es de suma importancia. La mujer en la sociedad judaica era considerada la razón del pecado del hombre, cuya única utilidad era el procrear y criar a los hijos. La participación clave de la mujer en los evangelios denota un cambio de paradigma en cuanto al rol sociológico de la mujer. Más importante aún es la presentación como testigos de la resurrección de Jesús, lo cual brinda aún más fidelidad al texto, pues si no hubiese sido la realidad del evento, hubiese sido más infalible presentar a un hombre como testigo de la resurrección.

Al encontrarse la piedra removida de la tumba, María corre hacia donde los discípulos. Pedro y el otro discípulo entonces corren hacia la tumba. Este sentido de urgencia ante lo sucedido es razonable ya que cabía la posibilidad de que el cuerpo hubiese sido robado, algo que era frecuente para este tiempo en Palestina. Al parecer era tan frecuente el hurto de cadáveres que el emperador Claudio decretó como pena de muerte la remoción de cuerpos de las tumbas. Es este temor el que lleva a Pedro y al otro discípulo a toda prisa hacia la tumba. Al llegar allí se percata Pedro de que los lienzos y el sudario están todavía allí, al ver está escena, el otro discípulo vio, y creyó. A diferencia de la resurrección de Lázaro, quien al salir de la tumba todavía estaba envuelto en sus lienzos, símbolos de la muerte que le había cubierto, Jesús ha dejado los lienzos allí como muestra de su victoria total sobre la muerte.

Aún cuando se indica que el otro discípulo creyó, no vemos un cambio significativo en las acciones de los discípulos. Al parecer, según el verso 9, los discípulos aún no habían entendido las escrituras, y por tanto no podemos asumir que hayan sido ellos los portadores de la noticia de la resurrección.

El texto regresa al personaje de María Magadalena, esta vez aparece llorando junto al sepulcro, adicional a la muerte de Jesús, ahora se añade el desconsuelo de no saber dónde está su cuerpo. Mientras está allí se produce la aparición de unos ángeles, advirtiéndonos que algo divino acaba de ocurrir y a su vez recordándonos las palabras de Jesús a Natanael de que vería ángeles “que suben y descienden sobre el hijo del hombre”,  (1:51). 2 Éste no es el único acontecimiento que presenta el cumplimiento de las expresiones previas por parte de Jesús. Las lágrimas de María Magdalena nos hacen memoria de las palabras de Jesús a sus discípulos al decirles: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.”

El cambio de tristeza a gozo ciertamente se lleva a cabo, luego de intercambiar unas palabras con los ángeles, aparece Jesús detrás de María. Ella en el momento no le reconoce, en resonancia a las palabras de Jesús sobre el pastor y sus ovejas (10:3-4), María reconoce a Jesús cuando éste le llama por su nombre.

La comisión que le da Jesús a María está cargada de un alto simbolismo teológico. Jesús ha llamado a sus discípulos hermanos, reafirmando así las palabras del prólogo que señalan que a todos los que le reciben, “les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios”, (1:13). La muerte y  resurrección de Jesús han hecho posible que seamos hermanos y hermanas de Jesús, su sacrificio ha logrado que seamos adoptados por Dios como sus hijos e hijas.

El amor de María Magdalena por Jesús la hace receptora de un gran privilegio; no solo ha tenido la dicha de ver por primera vez al Cristo resucitado, sino que también tiene la oportunidad de ser la primera en anunciarlo. A través de ella, Jesús reconoce la importancia no sólo de la mujer, sino también de aquellos y aquellas que han sido rechazados y rechazadas por la sociedad e incluso la iglesia. Es por medio de este acontecimiento, que Jesús le da voz a los sin rostros de la sociedad y pone en manos de los marginados y marginadas la gran noticia de su resurrección.


1George R. Beasley-Murray, Word Biblical Commentary, Volume 36: John, (Dallas, Texas: Word Books, Publisher, 1998). CD-ROM. Traducción propia.
2Neil M. Alexander, “Volume Nine: Luke; John.” The New Interpreter’s Bible on CD-ROM. 2002. Traducción propia.