Lectionary Commentaries for November 23, 2025
Cristo Rey

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Lucas 23:33-43

Nancy Elizabeth Bedford

Llegaron al lugar llamado “la Calavera” y allí lo crucificaron. En un lugar que—por ser espacio de ejecuciones y por su aparente parecido con el cráneo humano—simbolizaba la muerte, Jesús es ejecutado. Si observamos con cuidado las pinturas de esta escena a través de la historia del arte, veremos que a menudo al pie de la cruz aparece una pequeña calavera. Existía una leyenda según la cual la cruz de Jesús se plantó sobre el sepulcro de Adán. El “nuevo Adán” (Jesús) muere para regalarle la vida al “viejo Adán” (la humanidad toda). Completando el cuadro, dos “malhechores” flanquean la cruz de Jesús y experimentan su misma suerte.

Ante su ejecución, Lucas registra que las palabras de Jesús tienen que ver con la compasión y la gracia: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (v. 34). Mientras tanto, los soldados imperiales reparten sus vestiduras. Las autoridades religiosas se burlan de él. Están de acuerdo con el hecho de que en su trayectoria pública muchas veces haya actuado para “salvar” a los demás (v. 35), pero se mofan de él por su aparente incapacidad de “salvarse a sí mismo.” Los soldados se suman a la burla. ¿Qué clase de Hijo de Dios, Mesías o Rey se rehúsa a ejercer su poder para defenderse? El texto agrega que el pueblo “miraba” lo que estaba ocurriendo.

La inscripción a la cabeza de la cruz, que explicaba el crimen por el cual había sido condenado, decía “Éste es el rey de los judíos.” Para el imperio romano era un crimen muy serio querer ejercer autoridad política (como la de un rey) sin autorización imperial. A lo sumo, permitían que algunos “reyes” menores (como los herodianos) los representaran, siempre y cuando se sometieran a Roma. Pero desde la perspectiva del poder imperial, un “rey” que no se sometiera al imperio se merecía la muerte, la burla y los insultos proferidos por los soldados.

Lucas cuenta que uno de los que habían sido crucificados junto con él—posiblemente acusado también de rebelarse contra el orden imperial—perdió la paciencia con Jesús y lo increpó de un modo que tal vez también era un ruego: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39). ¿Qué clase de mesías no era capaz de utilizar su poder para salvarse a sí mismo y de paso a los que estaban siendo crucificados con él?

El otro “malhechor” interpretó de otro modo la situación: “Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo” (v. 41). Este hombre internaliza la condena del imperio; no capta el peligro que el movimiento no-violento de Jesús representaba para cualquier sistema que se rija desde la imposición de la violencia y de la represión. No es que su análisis fuera en principio superior al del otro “malhechor,” pero el ingrediente necesario que aportó fue una dosis de humildad. Reconoció que Jesús representaba a otro “reino,” a otra manera de proceder ante la violencia, y le pidió—dirigiéndose a él por su nombre, Jesús—que se acordara de él cuando llegara su reino (v. 42), frase en la cual encontramos un eco del Padrenuestro (“venga a nosotros tu reino”).

Jesús responde y le promete que “hoy”—no en un futuro remoto—disfrutará con él del “paraíso” (v. 43). Un punto clave del pasaje es, pues, la importancia del ejemplo del segundo “malhechor,” que, aunque no haya desarrollado un análisis pormenorizado del funcionamiento del poder imperial, reconoce en Jesús una salida de la lógica de la muerte y pone su confianza en él.

Sin embargo, todavía nos queda en el tintero la interpretación de dos vocablos difíciles: ¿qué significa estar “hoy” con Jesús en el “paraíso” (v. 43)? Por un lado, es posible traducir la frase como “ahora mismo.” En Lucas encontramos varios ejemplos del “hoy” como una forma enfática de expresar el “te lo estoy diciendo ahora mismo” (ver Lc 4:21 y 19:9). Por el otro lado, podemos leer el “hoy” como una anticipación de la promesa de la futura resurrección: vas a experimentar de inmediato la fuerza de una realidad diferente, la realidad de Dios. Por otra parte, la palabra “paraíso” aparece solamente dos otras veces en el Nuevo Testamento (2 Co 12:4 y Ap 2:7). Se refiere a un lugar edénico. Se vincula etimológicamente con pardec en hebreo, palabra traducida como bosque, parque o huerto (ver Neh 2:8, Ec 2:5 y Cnt 4:13). Es un lugar de descanso y tranquilidad, enteramente opuesto a la crueldad del Gólgota. Una forma de interpretar el dicho es que el futuro de Dios, con su verdor y descanso, entra en el “hoy” de la muerte del “malhechor” de la mano de Jesús, anticipándose a la resurrección que ha de revertir el poder de la muerte.

El reino de Jesús no se ajusta a la lógica del poder violento de los imperios ni de la burla de quienes no pueden ver más allá de la venganza. Él es un rey, por cierto, pero no a la manera de los autócratas y déspotas a los que estamos acostumbrados. Su reino consiste en llevarnos de la mano y de la muerte a la vida por el camino menos esperado. Su ejercicio del poder consiste en negarle la última palabra a la violencia y a la muerte. La promesa que les hace a los crucificados de este mundo, comenzando por el “malhechor” crucificado a su lado, es que incluso cuando nos rodee la terrible aridez de la calavera, hay una semilla que está germinando, pues la cruz también es el árbol de la vida. La solidaridad de Jesús con la humanidad en toda su fragilidad y mortalidad se extiende hacia el pasado, atraviesa el presente y se extiende hacia el futuro.