Lectionary Commentaries for October 5, 2025
Decimoséptimo Domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Lucas 17:5-10

Renata Furst

“Más es mejor”—más habilidad, más poder, más riqueza, más ayuda, más fama, más éxito, más fe… En nuestro mundo consumista existe un deseo profundo de alcanzar más. La imagen de un granito de mostaza del tamaño de un granito de arena que se convierte en un arbusto abundante contradice esta manera de evaluar el éxito. En el mundo natural, el tamaño no tiene tanta importancia. Lo que cuenta es que la semilla tenga el poder de abrirse, germinar y producir algo nuevo que sea fiel a la imagen de la planta que le dio origen. Jesús responde al deseo de sus discípulos de obtener más fe (o fidelidad) con la imagen del grano de mostaza que puede desarraigar a un sicómoro, árbol frutal muy grande que simbolizaba la abundancia y la prosperidad en el Israel antiguo (1 Reyes 10:27 y 2 Crónicas 1:15). Desarraigar una planta en la Biblia también significa hacer o cooperar con un cambio drástico iniciado por Dios (1 Reyes 14:15, Jeremías 1:10). Esta imagen de una fe poderosa, fecunda y fiel es la puerta de entrada a la parábola que ejemplifica el deber del discípulo. ¿Cuál será la relación entre la fe y el deber?

El siervo de la parábola tiene muchísimo trabajo. No solamente apacienta el ganado y ara los campos. También tiene que hacer el trabajo al interior de la casa. Parece incluso responsable por el trabajo que tradicionalmente estaba a cargo de las mujeres como cocinar y servir. Por eso el amo le pide: “Prepárame la cena, cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido. Después de esto, come y bebe tú” (v. 8). Después de todo su trabajo, el siervo tiene que esperar hasta que su amo coma y sólo entonces puede comer él. Además, el siervo no debe esperar una recompensa de su amo porque sencillamente ha hecho su deber. “¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no” (v. 9). El deber del siervo es dar sin la expectativa de recibir. Esta parábola parece flotar en el aire. ¿Cuál será la relación entre la fe y el deber? ¿Entre el grano de mostaza y la servidumbre? La parábola del deber del siervo apunta a la situación pastoral que inicia la lectura.

¿Cuál es la situación que suscita la respuesta de Jesús? El marco narrativo en el que están anidadas estas dos imágenes, el grano de mostaza y el deber del siervo, es el diálogo entre Jesús y sus discípulos sobre tropiezos en el discipulado. Jesús condena a la persona que los provoque, especialmente si afecta a uno de los “pequeñitos,” quizás personas que apenas han comenzado su camino con Dios (Lucas 17:1–2). También les advierte contra el conflicto entre ellos mismos, y les exhorta a reconocer y perdonar los pecados siete veces siete. Los discípulos, dándose cuenta de que los conflictos son inevitables, le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe” (v. 5). No piden protección o menos tropiezos, sino más fe para enfrentar los obstáculos que Jesús anticipa.

Los tropiezos en el camino socavan la unidad. En este momento en el evangelio de Lucas, Jesús y sus discípulos caminaban rumbo a Jerusalén donde él sería arrestado, condenado y crucificado. Estos eventos serían una prueba para la unidad de los discípulos y el resultado definiría el alcance de la misión que Jesús dejaba en sus manos. El grupo de discípulos tenía una función mucho más amplia que la de un grupo de amigos o un equipo deportivo en nuestro mundo:

Los grupos de Jesús que sustituían a la familia eran el lugar en que se proclamaba la buena nueva para todos los autores del evangelio. El grupo rápidamente trascendía las categorías normales de origen, estatus social, educación, riqueza y poder. … Los que seguían a Jesús eran “hermanos.” Para personas que ya se habían desligado de su familia de origen (por ejemplo, los hijos que no heredaban los bienes familiares, y migraban a la ciudad), el grupo sustituía a su familia y se convertía en un verdadero refugio.1

Para mantener la unidad del grupo era esencial que sus discípulos tuviesen fe y también la habilidad para identificar y contrarrestar todo movimiento interno que pudiera causar desunión. Por esta razón, no podrían trabajar al exterior del grupo de discípulos, proclamando la buena nueva en el mundo, sin ponerle atención al mismo tiempo a las relaciones al interior del grupo, previniendo tropiezos y perdonando pecados. Más aún, los miembros del grupo tenían que recordar que su lealtad, trabajo y empeño no les pertenecían; eran el derecho del amo, o sea del jefe de la casa familiar, que es Dios.

Nuestro mundo es bastante diferente al de Jesús y sus discípulos. Ellos vivían en un mundo fijo en el que los bienes y las posibilidades de mejorar el estatus eran limitados. Por lo tanto, formar parte de un grupo era un refugio. En cambio, nosotros/as vivimos en un mundo que por lo menos hasta hace poco percibíamos como sin límites. Deseamos más habilidad, más poder, más riqueza, más ayuda, más fama, más éxito, más fe… Valoramos la independencia y al mismo tiempo el calor de nuestras familias, pero no queremos de verdad formar parte del proyecto social de Dios. Sin embargo, aún en nuestro mundo, Jesús tiene una visión, y quiere darnos una fe fecunda y fiel, capaz de desarraigar árboles enormes para formar la casa de Dios.


Notas

  1. Bruce J. Malina y Richard Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Synoptic Gospels (Minneapolis: Fortress Press, 2003), 414. Traducción por la autora de este comentario.