Lectionary Commentaries for July 20, 2025
Sexto Domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Lucas 10:38-42

Carlos F. Cardoza-Orlandi

El pasaje para este sexto domingo después del Pentecostés plantea otro dilema misional en las iglesias: la tensión entre espiritualidad y servicio, muy similar a la tensión entre la evangelización y el servicio. Además, el encuentro entre María, Marta y Jesús crea un enlace entre los temas misionales de evangelización, espiritualidad y servicio y el pasaje para el séptimo domingo después de Pentecostés, “El Padre Nuestro.” Lucas 10:38–42 es breve, pero rico para ilustrar y preparar a la comunidad de fe para una espiritualidad misional que queda anclada en “El Padre Nuestro,” como veremos la semana próxima.

El comentario correspondiente al domingo pasado culminó con una pregunta: ¿Cómo es posible que la iglesia siga ciega a entender que la misericordia es intrínsecamente evangélica y por tanto es evangelización? La parábola del buen samaritano cierra con una pregunta de Jesús, una respuesta del maestro de la ley, y el mandato de Jesús. “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: —El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: —Ve y haz tú lo mismo (vv. 36–37). La clave para entender el servicio como evangelio y, consecuentemente, evangelización, es la encarnación de la misericordia en nuestra vida cristiana. Irónicamente, Lucas pone en los labios del maestro de la ley la clave para interpretar el servicio como actividad y comunicación evangélica. Repito, ¡esa clave es la misericordia!

El encuentro entre Jesús, María y Marta se ubica en casa de estas hermanas. Nótese que la invitación a Jesús viene de Marta, quien es primordialmente responsable de ofrecer la hospitalidad al invitado al hogar, Jesús. Jesús les había dicho antes a los setenta que había enviado (véase Lucas 10:1–11) que aceptaran la hospitalidad que les ofrecieran en las casas a las que fueran. En la época y contexto bíblico, la hospitalidad era un valor incalculable dada la fragilidad de alimentación y albergue para la comunidad itinerante y extranjera. Desde la infancia se cultivaba la hospitalidad en el círculo familiar. Si la familia tenía recursos, entonces los esclavos trabajaban, pero la hospitalidad era reconocida por todos en la familia. Si la familia era pobre, entonces los miembros de la familia ejecutaban la hospitalidad. Por tanto, transformar un rol familiar, dígase el rol esposo o esposa, al rol de anfitrión/a, era común en esta época. Tal era el nivel de instrucción y regulación de la práctica de hospitalidad en la época bíblica que la actividad misma corría el riesgo de ser mecánica, una ejecución aprendida, imitación.

Marta, cumpliendo fielmente con su instrucción y regulación de ofrecer hospitalidad al huésped—en este caso Jesús—queda sumergida en las tareas y responsabilidades. Además, ofrecer buena hospitalidad es rendir honor al huésped. Aunque pobre, un hogar que ofrece justa y buena hospitalidad es igualmente honrado por la comunidad. El texto no indica la presencia de un hombre en el hogar. Por tanto, tomando un poco de libertad literaria e imaginación cultural, buena reputación hospitalaria da honra al hogar de Marta y María, ya de por sí un hogar estigmatizado por la ausencia de un hombre en una sociedad patriarcal. En conclusión, Marta cumple al pie de la letra su rol.

María, por otro lado, se sienta a los pies de Jesús y “oía su palabra” (v. 39). Entonces Marta, reconociendo el honor del huésped y quizás preocupada por la opinión que pueda tener de la casa por la infracción de María, le pregunta: “¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude” (v. 40). El reclamo de Marta es justificado dada la práctica y expectativa de la hospitalidad.

Si no se toma en cuenta lo anterior, entonces la respuesta de Jesús sugiere una deficiencia espiritual en Marta al no haber podido discernir cuál era “la buena parte” (v. 42), la que escogió María. Además de crear una jerarquía entre estas hermanas—la hospitalidad impide la espiritualidad (Marta) y la espiritualidad contemplativa se premia por Jesús (María)—usualmente se recalca la incapacidad de Marta de dar prioridad a lo importante, en este caso, contemplar y escuchar a Jesús. En general, Marta representa un orden espiritual deficiente, y María representa la antítesis de Marta. Consecuentemente, la hospitalidad queda subordinada, en el mejor de los casos, a escuchar la palabra de Dios. Espiritualidad cristiana se despoja de la hospitalidad.

Pero, tomando en cuenta los comentarios sobre la cultura de la hospitalidad mencionados antes, hay una clave de interpretación distinta. Jesús le dice a Marta: “Afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria” (vv. 41b, 42a). Cuando la hospitalidad se ofrece mecánicamente, como imitación, como patrón de conducta, entonces la hospitalidad es afán y crea preocupación. De la misma manera, cuando la hospitalidad y el servicio cristiano se regulan o se convierten en patrón regulatorio de misión, tal tarea misional es afán y pierde significado. Por otro lado, cuando la espiritualidad cristiana se regula o es patrón regulatorio de ser creyente, se convierte en espiritualidad inconsistente en propósito y significado, es tarea superficial y blanda. Marta cumple con la expectativa cultural, pero Jesús le recuerda que cumplir por cumplir es afán y no hospitalidad genuina. De la misma manera, servicio por ofrecer servicio cumple la expectativa, “pero sólo una cosa es necesaria” (v. 42a)—la “cosa” que transforma el servicio cristiano, la misericordia.

La espiritualidad cristiana saludable no desplaza la encarnación de la misericordia. Por tanto, la espiritualidad cristiana saludable no separa la contemplación y la búsqueda de Jesús de la hospitalidad cimentada en la experiencia y motivación de la misericordia de Dios. Al contrario, en el servicio encarnado en la misericordia de Dios la iglesia re-descubre su espiritualidad cristiana. Marta es ejemplo para no caer rutinas desarraigadas de la misericordia de Dios, y María es ejemplo para discernir cuándo nuestra actividad misional necesita recuperar la memoria y experiencia de la misericordia de Dios.

Mis estudiantes subgraduados del curso de misión cristiana identificaron una genuina preocupación misional. En viajes cortos de misión descubrieron que la motivación para ir y hacer discípulos (Mateo 28:19) está ligada a añadir a sus currículos profesionales viajes de servicio, experiencias internacionales, tratar de sanar sentimientos de culpa por sus condiciones económicas y hasta por experimentar satisfacción al ayudar a otras comunidades. En los EE. UU., estos viajes cortos de misión son parte de la agenda misional de las iglesias. No obstante, la sola cosa que es necesaria está ausente: la misericordia nutrida por la misericordia que la iglesia ha experimentado de y en Cristo.