Lectionary Commentaries for November 17, 2024
Vigésimo sexto domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Marcos 13:1-8

Cristina Conti

Jesús como profeta apocalíptico

Barth D. Ehrman definió a Jesús como un profeta apocalíptico en un libro que llegó a ser muy popular entre los estudiosos del Jesús histórico: Jesús, el profeta judío apocalíptico (Paidós Ibérica, 2001). Desde entonces, casi todos los historiadores se refieren a Jesús como profeta apocalíptico. En realidad, como veremos más adelante al describir las diferencias entre el género profético y el género apocalíptico, la definición de Ehrman sería casi una contradicción de términos, ya que la apocalíptica no es profecía.

Crítica textual

Muchas de las traducciones de la Biblia a idiomas vernáculos, especialmente las más tradicionales, están basadas en el Texto Mayoritario, o Bizantino, representado en el aparato crítico del Greek New Testament (Nuevo Testamento Griego) con una letra M gótica. En cambio, las traducciones del NT hechas desde el siglo XX se basan en el Texto Crítico, compilado en base a manuscritos más tempranos que se han descubierto en los últimos siglos. Los originales, o autógrafos, han desaparecido todos, pues estaban escritos en papiro, que es un material frágil. Solamente tenemos copias de copias. De los papiros más tempranos del siglo II al III solo quedan trozos. Los manuscritos más tempranos son los que han pasado por menos manos de copistas y, por tanto, son más cercanos a los originales. El Texto Crítico está compilado en base a los manuscritos más tempranos que se han encontrado.

En los versículos 2 y 5, muchas traducciones traen introducciones a las respuestas de Jesús que no aparecen en los mejores manuscritos, al estilo de “Jesús, respondiendo, dijo.” Se entiende que fueron agregadas en manuscritos más recientes para dejar en claro dónde empezaban las respuestas de Jesús. Pero esas introducciones no están en los manuscritos más tempranos. Son agregados.

En el versículo 8 encontramos dos variantes textuales:

  • “alborotos” (gr. tarajái) no está después de “hambres” (gr. límoi), que por cierto aparece en plural. La traducción no debería ser “habrá hambre y alborotos,” sino solo “habrá hambres.”
  • “principio” (gr. arjé) está en singular y no en plural; es decir, no es “principios de dolores,” sino “principio de dolores.”

Delimitación

El discurso escatológico completo abarca desde 13:1 al 37.

En el versículo 1, hay un cambio de lugar: “Al salir Jesús del templo.” Y en 14:1, hay un cambio de tiempo: “Dos días después era la Pascua.” Esos dos cambios marcan el comienzo y el final del discurso. Esta vez, la división en capítulos es exacta. Tal vez por ser un discurso, es más fácil de delimitar. Pero es un largo discurso, con varias partes y varios temas, así que es necesario dividirlo en subunidades para estudiarlo.

13:1–2      Jesús predice la destrucción del templo

13:3–8      señales de lo que ocurrirá

13:9–13    persecución a los seguidores de Jesús

13:14–20  huida de los seguidores

13:21–23  engañadores y falsos Cristos

13:24–27  señales y símbolos apocalípticos

13:28–31  observar las señales

13:32–37  velar—día y hora, solo los conoce el Padre

Como se trata de un discurso, el criterio para la delimitación es el de cambios de tema.  Al tratarse de una unidad, no va a haber cambios de tiempo, de lugar o de personajes, que son los otros tres criterios para la delimitación de textos.

Fecha

El templo fue destruido en el año 70 por los romanos, bajo el mando de Tito Flavio Vespasiano, quien más tarde llegaría a ser emperador de Roma. Fue el emperador que hizo construir el Coliseo de Roma. También fue el mecenas del historiador judío Flavio Josefo, quien le había “profetizado” que iba a ser emperador cuando Tito lo encontró en la destrucción de Masada.

Según el consenso académico, el evangelio atribuido a Marcos fue el primer evangelio, escrito poco después del año 70. Se basó en fuentes y tradiciones orales que seguramente venían desde la época del ministerio de Jesús. Este evangelio fue la base de los otros evangelios sinópticos, los atribuidos a Mateo y a Lucas. Subrayo lo de “atribuido a” porque los cuatro evangelios canónicos son anónimos. No se puede saber quiénes los escribieron. Por razones apologéticas y para darles legitimación apostólica, en los siglos II y III se los atribuyó a personajes conocidos, que hubieran estado en contacto con Jesús o con sus apóstoles. Pero es fácilmente comprobable que son anónimos. De hecho, todas las introducciones académicas al NT dedican parte de los respectivos capítulos a dar pruebas de por qué ninguno de los cuatro personajes a quienes se los atribuyen podrían ser los autores.

Géneros y formas

El género literario es el de un discurso escatológico—es decir, que anuncia el fin de un sistema o una época. En el tiempo de Jesús, muchos esperaban una liberación escatológica de parte de Dios, que acabara con el dominio romano y las injusticias que hacían sufrir al pueblo.

Solamente en la subunidad de 13:24–27 encontramos algunas características del género apocalíptico, con sus símbolos y sus señales sobrenaturales: el sol y la luna se oscurecerán, las estrellas caerán, los ángeles recogerán a los escogidos “desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.”

La apocalíptica no es profecía

La profecía bíblica nunca habla de un futuro lejano y menos aún del final de los tiempos. Los profetas hablan de parte de Dios para advertir al pueblo que se vuelva de sus malos caminos, o serían castigados. Así que habla de un futuro cercano, que sus destinatarios verán y sufrirán si no se arrepienten. Si se arrepienten, no sucederá nada de lo anunciado. En cambio, la apocalíptica habla del fin del mundo o el fin de un sistema humano. No hay arrepentimiento posible, ni nada que pueda evitarlo. Todo está decidido y así sucederá.

En la profecía, el profeta recibe un mensaje de Dios y lo transmite directamente. En cambio, en la apocalíptica siempre hay un mediador entre Dios y el ser humano que va a transmitir el mensaje. Se necesita el mediador, porque Dios está lejano y porque el lenguaje de la apocalíptica es críptico, lleno de símbolos y de misterios, que el mediador tiene que explicar. Hay hechos sobrenaturales en el cosmos, estrellas que caen, et cétera. También hay bestias y personajes paradigmáticos, que son símbolos de otras realidades presentes o de eventos futuros.

La profecía surge cuando Dios levanta un profeta para advertir al pueblo de un peligro o de la necesidad de hacer algo. En cambio, la apocalíptica surge en tiempos de persecución o caos, cuando la situación es tan grave que la solución solo puede venir de Dios mismo. Las personas desesperadas convocan a Dios para que actúe a favor de su pueblo. La iniciativa proviene del ser humano. Por el contrario, en la profecía, la iniciativa la toma Dios.

La apocalíptica es literatura de resistencia en tiempos de grandes calamidades. Por eso, los dos apocalipsis que tenemos en la Biblia son los de Daniel en el Antiguo Testamento y de Juan de Patmos en el Nuevo. Se escribieron muchos otros, pero no entraron ni en el canon hebreo ni en el canon cristiano.

El Apocalipsis de Juan de Patmos (no el apóstol Juan) se escribió alrededor del año 95, durante la persecución de Domiciano, que fue la primera gran persecución de cristianos que abarcó a todo el imperio. La persecución de los cristianos por Nerón se limitó a Roma.

El apocalipsis de Daniel se escribió alrededor del 165 a C, durante la persecución de Antíoco Epífanes y su profanación del templo, colocando una estatua de Zeus y sacrificando un cerdo sobre el altar. Esa fue la “abominación desoladora” de la que habló Daniel y que Jesús cita en este discurso. Esta vez el templo iba a ser más que profanado; iba a ser completamente destruido por los romanos en el año 70.

Acabamos de mencionar una de las tradiciones usadas en este discurso: la “abominación desoladora.” Como toda abominación (heb. to’ebah), tiene que ver con la impureza ritual. Meter en el templo una estatua de un dios griego ya era una abominación, pero sacrificar un cerdo en el altar era el colmo de la impureza ritual. En la tradición hebrea y en la Ley, el cerdo era un animal inmundo, que ni siquiera se podía comer. Menos aún se podía usar como sacrificio sobre el altar del Dios Altísimo. A tal punto llegó la abominación ritual que el templo, y especialmente el altar, tuvieron que ser purificados antes de volver a adorar a Dios allí.

¿Profeta apocalíptico o profeta escatológico?

Como hemos visto, hay grandes diferencias entre la profecía y la apocalíptica. Así que llamar a Jesús profeta y además apocalíptico sería una contradicción de términos. Un apocalíptico no es un profeta, sino un escritor piadoso que trata de que su pueblo perseguido no pierda la fe en Dios y su pronta liberación. En cambio, un profeta no puede ser un apocalíptico, porque habla directamente lo que Dios mismo le ordena advertir al pueblo y hace un llamado al arrepentimiento.

Aplicación hermenéutica

Tal como Pedro, Jacobo, Juan y Andrés querían conocer las señales que precederían a la destrucción del templo que Jesús había profetizado, muchos cristianos actuales están empeñados en descubrir las señales del fin de los tiempos en cualquier suceso que ocurra ahora, desde un terremoto a un atentado. Esa necesidad imperiosa de conocer y anticipar el futuro está mostrando que esos cristianos no han entendido que el futuro, y especialmente las últimas cosas, solo les pertenecen a Dios.

Los seres humanos ya tenemos bastante con el presente y los problemas que nos ha dejado el pasado. No podemos ni conocer, ni menos aún controlar, el futuro. El futuro hay que dejarlo confiadamente en manos de Dios, sabiendo que Dios hará lo que sea mejor. Tratar de conocer o anticipar el futuro es meterse en las cosas profundas de Dios. Es el clásico pecado de hybris (desmesura), los humanos pretendiendo ser como dioses. Por eso, desde las Escrituras hebreas, Dios se ha opuesto a la adivinación y a pretender conocer el futuro. Y en el NT, Jesús dice claramente en este mismo discurso (13:32): “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.”