Un escriba (grammatéus) reconoce la sabiduría de Jesús y le hace una pregunta sin ánimo de entramparlo, contrariamente a la intención del intérprete de la Ley (nomikós) de los pasajes paralelos de los otros dos evangelios sinópticos (Mt 22:35, Lc 10:25). La pregunta es cuál es el principal mandamiento de todos (entolé próte pánton).
Jesús responde citando Deuteronomio 6:4–5 y Levítico 19:18: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con todo tu ser y con toda tu mente y con toda tu fuerza. El segundo, semejante a este, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”1
El escriba reconoce que Jesús ha respondido con la verdad, y repite con otras palabras lo que ha dicho Jesús. El paralelo no es exacto, ya que el escriba dice: “Correctamente, maestro, en verdad dices que [Dios] uno es y no hay otro excepto él; y el amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con toda la fuerza y el amar al prójimo como a uno mismo es mucho más que todos los holocaustos y sacrificios.” Y Jesús le responde con una frase memorable: “No estás lejos del Reino de Dios.” Por eso, nadie más se atrevía a preguntarle.
Paralelismo entre lo que dijo Jesús y lo que repite el escriba
A con todo tu corazón (kardía)
B con todo tu ser (psyjé)
C con toda tu mente (diánoia
D con toda tu fuerza (isjús)
A’ con todo el corazón (kardía)
B’
C’ con todo el entendimiento (sýnesis)
D’ con toda la fuerza (isjús)
El escriba usa una forma más impersonal, al reemplazar los adjetivos posesivos “tu” por los artículos correspondientes a cada sustantivo. Cambia el verbo “amarás” del mandamiento, por “el amar” como principio rector. Omite B, la referencia al ser, o alma según algunas traducciones. Cambia “mente” (diánoia) por “entendimiento” (sýnesis). En suma, expresa el mandamiento de Deuteronomio como un principio universal.
El amor como medida
¿Por qué dice Jesús que el segundo mandamiento “es semejante” (háute) al primero? Porque ambos están regidos por el amor. Y no cualquier clase de amor. Se trata del amor agápe. Es el amor que viene de Dios, ya que es el amor con el que Dios nos ama. Es el amor como norma de vida; un amor que proviene de nuestra voluntad consciente, no basado en sentimientos, sino en principios. Ese es el amor con el que Jesús nos pide que amemos a los enemigos. Sería imposible que amáramos a los enemigos con afecto y cariño, como si fueran amigos o familiares. Dios no nos pediría un imposible. Lo que nos pide siempre es posible. Podemos amar al enemigo con el amor que viene de Dios, viéndolo como un semejante, como un prójimo, como alguien que también está hecho a imagen de Dios.
“Misericordia quiero, no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos,” dijo Dios por medio del profeta Oseas (6:6). El escriba seguramente se refería a esto cuando dijo que amar a Dios y al prójimo es mucho más que todos los holocaustos y sacrificios.
Más aún, la relación entre ambos dichos produce una estructura en quiasmo, que es una de las formas que tiene la Biblia de expresar que una idea está completa.
A misericordia quiero, no sacrificios
B conocimiento de Dios, más que holocaustos (Oseas 6:6)
B’ es mucho más que todos los holocaustos (Mc 12:33)
A’ y sacrificios
No es extraño que Jesús le dijera al escriba que no estaba lejos del Reino de Dios. Y tampoco es extraño que nadie se atreviera a preguntarle nada más. Después de eso, ¿que se podría preguntar?
Las versiones del segundo y el tercer evangelio
Los autores de los evangelios que la tradición atribuyó a Mateo y a Lucas tomaron esta historia de una de sus fuentes en común, el evangelio atribuido a Marcos. Ambos hicieron sus propias versiones, según el propósito teológico de cada evangelio.
Mateo 22:34–40
El segundo evangelio, atribuido a Mateo, escrito alrededor de los años 80–85, que es la época en que los dos únicos grupos que quedaban del judaísmo eran los fariseos y el movimiento de Jesús, está escrito para convencer al pueblo judío de que el verdadero judaísmo no era el de los fariseos, sino el del incipiente cristianismo. Por eso, presenta a Jesús como el heredero del trono de David, ya desde su elaborada genealogía expresada en tres grupos de 14 ancestros. En la gematría judía, el 3 es el número del énfasis, y el 14 es el número de David (DVD), (Dalet = 4, Vav = 6, Dalet = 4); sumados = 14. Así que la genealogía está diciendo que Jesús es David enfatizado, es decir el heredero legítimo de David.
Así que, quien hace la pregunta, el nomikós (legista o intérprete de la ley), no aparece como el personaje honesto y sabio de la versión de Marcos, sino que es presentado bajo una luz desfavorable, como un tramposo que quiere entrampar a Jesús. Eso está en la isotopía (la línea de sentido) mateana de presentar a los fariseos como opositores fanáticos y deshonestos, a quienes Jesús deja humillados vez tras vez. Este legista le pregunta a Jesús, para probarlo (peirázo), cuál es el gran mandamiento de la Ley (entolé megále en tò nómo). Jesús le responde (v. 37) y luego agrega al sustantivo “mandamiento” el mismo adjetivo pròte que se usa en la fuente marcana (megále kaì pròte entolé), “gran y principal mandamiento” (v. 38). De esta manera, subraya la importancia del mandamiento principal, la cual va a reforzar con la frase final de su respuesta: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los profetas.” En la tradición judía, la frase “la Ley y los profetas” equivale a toda la revelación divina. Así que Jesús dice nada menos que de esos dos mandamientos, amar a Dios y amar al prójimo, krématai (literalmente “cuelga”) toda la revelación.
Lucas 10:25–28
La versión lucana debe su brevedad a que está usada simplemente como una introducción a la parábola del buen samaritano. Se muestra nuevamente a un nomikós tis (un cierto intérprete de la ley) haciendo la pregunta para probar (ekpeirázo) a Jesús. Y no se trata de una pregunta sobre los mandamientos, sino una pregunta interesada: qué hacer para heredar la vida eterna. Jesús le responde con otra pregunta, probando así al legista: “¿En la ley, qué está escrito? ¿Cómo lees?” El probador sale probado y está obligado a contestar citando las dos leyes: amar a Dios y amar al prójimo. Luego, queriendo justificarse, porque seguramente no estaba cumpliendo con el mandamiento del amor al prójimo, el legista pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Y ahí es cuando Jesús le responde directamente con la famosa parábola del buen samaritano.
Romanos 13:8–10
En su epístola a los romanos, Pablo de Tarso había dejado en claro que el amor agápe es el cumplimiento perfecto de la Ley. Cualquier mandamiento se resume en este “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Últimamente los historiadores suelen decir que la teología paulina ha influido en los escritores de los cuatro evangelios. Ven a Pablo en casi todo lo que dicen los evangelios. No estoy de acuerdo con esa teoría. Supongo que se debe a que aplican los métodos historiográficos a todo el Nuevo Testamento, y así llegan a la conclusión de que todo depende de las obras más antiguas que son las siete cartas de Pablo, quien empezó a escribir en la década del 50. Creo que están dejando de lado la importancia de la transmisión oral. Esas tradiciones orales pueden haber influido incluso también en Pablo y dar cuenta de las similitudes entre los escritos de Pablo y los escritos posteriores, como los evangelios y otras epístolas más tardías.
Obviamente, la aproximación historiográfica es bastante diferente a la aproximación exegética.
Notas
Las citas del texto son traducciones del original griego de la autora del comentario.
Un escriba (grammatéus) reconoce la sabiduría de Jesús y le hace una pregunta sin ánimo de entramparlo, contrariamente a la intención del intérprete de la Ley (nomikós) de los pasajes paralelos de los otros dos evangelios sinópticos (Mt 22:35, Lc 10:25). La pregunta es cuál es el principal mandamiento de todos (entolé próte pánton).
Jesús responde citando Deuteronomio 6:4–5 y Levítico 19:18: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con todo tu ser y con toda tu mente y con toda tu fuerza. El segundo, semejante a este, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”1
El escriba reconoce que Jesús ha respondido con la verdad, y repite con otras palabras lo que ha dicho Jesús. El paralelo no es exacto, ya que el escriba dice: “Correctamente, maestro, en verdad dices que [Dios] uno es y no hay otro excepto él; y el amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con toda la fuerza y el amar al prójimo como a uno mismo es mucho más que todos los holocaustos y sacrificios.” Y Jesús le responde con una frase memorable: “No estás lejos del Reino de Dios.” Por eso, nadie más se atrevía a preguntarle.
Paralelismo entre lo que dijo Jesús y lo que repite el escriba
A con todo tu corazón (kardía)
B con todo tu ser (psyjé)
C con toda tu mente (diánoia
D con toda tu fuerza (isjús)
A’ con todo el corazón (kardía)
B’
C’ con todo el entendimiento (sýnesis)
D’ con toda la fuerza (isjús)
El escriba usa una forma más impersonal, al reemplazar los adjetivos posesivos “tu” por los artículos correspondientes a cada sustantivo. Cambia el verbo “amarás” del mandamiento, por “el amar” como principio rector. Omite B, la referencia al ser, o alma según algunas traducciones. Cambia “mente” (diánoia) por “entendimiento” (sýnesis). En suma, expresa el mandamiento de Deuteronomio como un principio universal.
El amor como medida
¿Por qué dice Jesús que el segundo mandamiento “es semejante” (háute) al primero? Porque ambos están regidos por el amor. Y no cualquier clase de amor. Se trata del amor agápe. Es el amor que viene de Dios, ya que es el amor con el que Dios nos ama. Es el amor como norma de vida; un amor que proviene de nuestra voluntad consciente, no basado en sentimientos, sino en principios. Ese es el amor con el que Jesús nos pide que amemos a los enemigos. Sería imposible que amáramos a los enemigos con afecto y cariño, como si fueran amigos o familiares. Dios no nos pediría un imposible. Lo que nos pide siempre es posible. Podemos amar al enemigo con el amor que viene de Dios, viéndolo como un semejante, como un prójimo, como alguien que también está hecho a imagen de Dios.
“Misericordia quiero, no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos,” dijo Dios por medio del profeta Oseas (6:6). El escriba seguramente se refería a esto cuando dijo que amar a Dios y al prójimo es mucho más que todos los holocaustos y sacrificios.
Más aún, la relación entre ambos dichos produce una estructura en quiasmo, que es una de las formas que tiene la Biblia de expresar que una idea está completa.
A misericordia quiero, no sacrificios
B conocimiento de Dios, más que holocaustos (Oseas 6:6)
B’ es mucho más que todos los holocaustos (Mc 12:33)
A’ y sacrificios
No es extraño que Jesús le dijera al escriba que no estaba lejos del Reino de Dios. Y tampoco es extraño que nadie se atreviera a preguntarle nada más. Después de eso, ¿que se podría preguntar?
Las versiones del segundo y el tercer evangelio
Los autores de los evangelios que la tradición atribuyó a Mateo y a Lucas tomaron esta historia de una de sus fuentes en común, el evangelio atribuido a Marcos. Ambos hicieron sus propias versiones, según el propósito teológico de cada evangelio.
Mateo 22:34–40
El segundo evangelio, atribuido a Mateo, escrito alrededor de los años 80–85, que es la época en que los dos únicos grupos que quedaban del judaísmo eran los fariseos y el movimiento de Jesús, está escrito para convencer al pueblo judío de que el verdadero judaísmo no era el de los fariseos, sino el del incipiente cristianismo. Por eso, presenta a Jesús como el heredero del trono de David, ya desde su elaborada genealogía expresada en tres grupos de 14 ancestros. En la gematría judía, el 3 es el número del énfasis, y el 14 es el número de David (DVD), (Dalet = 4, Vav = 6, Dalet = 4); sumados = 14. Así que la genealogía está diciendo que Jesús es David enfatizado, es decir el heredero legítimo de David.
Así que, quien hace la pregunta, el nomikós (legista o intérprete de la ley), no aparece como el personaje honesto y sabio de la versión de Marcos, sino que es presentado bajo una luz desfavorable, como un tramposo que quiere entrampar a Jesús. Eso está en la isotopía (la línea de sentido) mateana de presentar a los fariseos como opositores fanáticos y deshonestos, a quienes Jesús deja humillados vez tras vez. Este legista le pregunta a Jesús, para probarlo (peirázo), cuál es el gran mandamiento de la Ley (entolé megále en tò nómo). Jesús le responde (v. 37) y luego agrega al sustantivo “mandamiento” el mismo adjetivo pròte que se usa en la fuente marcana (megále kaì pròte entolé), “gran y principal mandamiento” (v. 38). De esta manera, subraya la importancia del mandamiento principal, la cual va a reforzar con la frase final de su respuesta: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los profetas.” En la tradición judía, la frase “la Ley y los profetas” equivale a toda la revelación divina. Así que Jesús dice nada menos que de esos dos mandamientos, amar a Dios y amar al prójimo, krématai (literalmente “cuelga”) toda la revelación.
Lucas 10:25–28
La versión lucana debe su brevedad a que está usada simplemente como una introducción a la parábola del buen samaritano. Se muestra nuevamente a un nomikós tis (un cierto intérprete de la ley) haciendo la pregunta para probar (ekpeirázo) a Jesús. Y no se trata de una pregunta sobre los mandamientos, sino una pregunta interesada: qué hacer para heredar la vida eterna. Jesús le responde con otra pregunta, probando así al legista: “¿En la ley, qué está escrito? ¿Cómo lees?” El probador sale probado y está obligado a contestar citando las dos leyes: amar a Dios y amar al prójimo. Luego, queriendo justificarse, porque seguramente no estaba cumpliendo con el mandamiento del amor al prójimo, el legista pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Y ahí es cuando Jesús le responde directamente con la famosa parábola del buen samaritano.
Romanos 13:8–10
En su epístola a los romanos, Pablo de Tarso había dejado en claro que el amor agápe es el cumplimiento perfecto de la Ley. Cualquier mandamiento se resume en este “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Últimamente los historiadores suelen decir que la teología paulina ha influido en los escritores de los cuatro evangelios. Ven a Pablo en casi todo lo que dicen los evangelios. No estoy de acuerdo con esa teoría. Supongo que se debe a que aplican los métodos historiográficos a todo el Nuevo Testamento, y así llegan a la conclusión de que todo depende de las obras más antiguas que son las siete cartas de Pablo, quien empezó a escribir en la década del 50. Creo que están dejando de lado la importancia de la transmisión oral. Esas tradiciones orales pueden haber influido incluso también en Pablo y dar cuenta de las similitudes entre los escritos de Pablo y los escritos posteriores, como los evangelios y otras epístolas más tardías.
Obviamente, la aproximación historiográfica es bastante diferente a la aproximación exegética.
Notas