Lectionary Commentaries for July 23, 2023
Octavo domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 13:24-30, 36-43

Sammy Alfaro

Considerando que las siete parábolas del capítulo 13 de Mateo probablemente consisten en una redacción mateana y no necesariamente respetan el orden en que Jesús primero las enseñó, cabe notar que solo dos de ellas son explicadas por Jesús. Las parábolas del sembrador (Mateo 13:3-9) y la del trigo y la cizaña (vv. 24-30) son interpretadas respectivamente en los vv. 18-23 y vv. 36-43. Aunque la parábola del sembrador recibe más atención quizá debido a que es la primera en la secuencia, la parábola del trigo y la cizaña contiene un enfoque escatológico importante para entender la enseñanza de Jesús desde una perspectiva práctica.

Resumiendo, Jesús compara el reino de los cielos a un hombre que siembra buena semilla en un campo (v. 24). Sin embargo, mientras la familia dormía, el maligno vino a sembrar cizaña en el mismo lugar donde la buena semilla había sido sembrada (v. 25). Después, al ver que la cizaña crecía junto al trigo, los siervos preguntaron al padre de familia si debían arrancar la cizaña (vv. 26-28). El dueño les dice que no arranquen la cizaña porque podrían remover al mismo tiempo el trigo (v. 29). Además, les advierte que dejen el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha cuando se recogería la cizaña para ser quemada y el trigo para poner en el granero (v. 30).

Más tarde, cuando sus discípulos le piden que explique la parábola, Jesús les da estas claves interpretativas: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo” (vv. 37-38). Destaca notar que Jesús cambia el significado de la semilla que había usado en la parábola del sembrador porque en ese caso la había identificado como “la palabra del Reino” (v. 19). También en Marcos 4:14 y en Lucas 8:11 la semilla es identificada como la palabra de Dios en las explicaciones de la parábola del sembrador. Sin embargo, en la parábola del trigo y la cizaña la semilla se refiere a “los hijos del reino” (v. 38). La razón es que, en esta parábola, Jesús desea explicar que los/as ciudadanos/as del reino de los cielos vivirán entre la gente de este mundo hasta la cosecha final.

En vez de tratar de interpretar la parábola de manera alegórica e identificar y asignar a cada elemento un simbolismo especifico, parece mejor seguir la sencilla explicación que Jesús ofrece y obtener enseñanzas prácticas. Las implicaciones prácticas de esta parábola escatológica pueden observarse mejor cuando consideramos los diferentes mundos en que los/as hijos/as de Dios habitan. Lo que Jesús desea dar a entender con la parábola es que, independientemente de la esfera de vida en que uno viva como creyente, los/as discípulos/as de Jesús no tenemos un pase especial para eludir la vida terrenal y los problemas que conlleva habitar este mundo.

Jesús expresó principios similares en su última plática con sus discípulos según el evangelio de Juan. Jesús les dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Además, oró por ellos al Padre de esta manera: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Con estas palabras, Jesús dejó bien en claro a sus seguidores que ser ciudadanos/as del reino de los cielos no significa que la vida terrenal será un jardín de rosas sin espinas.

En términos generales, quizá sea fácil comprender que espiritualmente la persona creyente ha sido transformada y trasladada a un nuevo ámbito espiritual (Efesios 2:6). Sin embargo, la vida cristiana no se vive dentro de una iglesia participando en actividades espirituales día y noche. Aun si fuera así, debido a que somos seres humanos con flaquezas y diferentes caracteres, eventualmente vamos a experimentar fricciones, disgustos y malentendidos que traerán a flote actitudes contrarias al evangelio de Jesús. He aquí la importancia de aplicar la parábola del trigo y la cizaña con los pies en la tierra.

Consideremos los ámbitos del trabajo y la crianza de hijas e hijos entre otros que podríamos analizar. Diariamente discípulos/as de Cristo usan sus habilidades e inteligencia para ganar el sustento de cada día. Sin importar la profesión o salario, trabajan lado a lado personas justas e impías. Hombro a hombro sudan, planifican y deciden a pesar de muchas diferencias filosóficas, religiosas y sociales. Esa es la realidad de la vida, pues las hijas y los hijos del reino no pueden darse el lujo de aislarse de sus responsabilidades laborales con el pretexto de no querer contaminarse con gente “mundana.”

Algo similar sucede en la crianza de hijos e hijas. Aunque uno intente apartarlos/as completamente y ponerles dentro de una burbuja cristiana por el mayor tiempo posible, tarde o temprano tendrán que aprender a relacionarse con personas que quizá no compartan los mismos valores culturales y morales. No todos/as crecen siendo instruidos/as en la palabra de Dios. Además, aunque sea loable la escolarización en el hogar, llegará el momento en que el niño o joven tendrá que asociarse o integrarse a estudiar y trabajar con otras personas cuya conducta puede llegar a ser contraria a los principios éticos y justos que establecen las escrituras. Con esto en mente, madres y padres cristianas deben educar a sus hijos e hijas con un temor de Dios que les capacite para respetar y tolerar al otro.

Desde una perspectiva escatológica, la parábola también nos invita a suspender prejuicios que uno pueda tener respecto de quienes no creen igual que nosotros/as. Es liberador conocer que es solo en el fin de los tiempos que Dios mismo hará distinción entre justos y malos. En el tiempo intermedio que ahora habitamos, debemos buscar ser encontrados como trigo genuino y no vivir catalogando a otros como cizaña, pues solo Dios conoce el destino de todo ser humano.