En este relato se muestra cómo los planes de Dios se abren espacio en la historia, aun cuando los poderes temporales y terrenos puedan y quieran oponerse. Herodes representaba un poder político de opresión y muerte, mientras que la familia de José, María y Jesús, en desplazamiento continuo, representa la dinámica de los planes de Dios en medio de su pueblo.
Recuerdo que me enseñaron a leer este texto en paralelo con los primeros capítulos del Éxodo, referidos a la intención de Dios de preservar la vida de Moisés, la matanza de niños inocentes y la muerte del rey de Egipto. Hay un claro paralelo entre la muerte del rey de Egipto (Ex 2:23) y la del rey Herodes (Mt 2:19). También la redacción de Ex 4:19-20 es idéntica a la de Mt 2:19-21.
En esta misma línea, sólo dentro de nuestro relato, existen dos citas del Antiguo Testamento que sirven al autor para su interpretación teológica y mesiánica de Jesús. Se trata de Os 11:1, citado en v. 15, y Jer 31:15, citado en v. 18. En el primer caso, amerita resaltar que la alusión a Egipto es para aclarar a su audiencia que Jesús es llamado de Egipto, no que es propio de ese lugar, pues debemos recordar la descripción de la genealogía de Jesús en Mt 1:1-17. San Mateo está interesado en hacer conocer el linaje de Jesús y en mostrar que en él se cumplen las profecías anteriores como la del profeta Oseas. En la segunda cita, la del profeta Jeremías, toma un versículo acerca del clamor y llanto de Raquel que llora por sus hijos y que se rehúsa a cualquier tipo de consolación. Similar al llanto de tantas madres -y padres- que sufrieron por la decisión de Herodes a dar muerte a todo niño menor de dos años en Belén y sus alrededores.
Para este autor, Jesús es el nuevo Moisés, desde el cual Dios procura la salvación/liberación para su pueblo. El evangelio de San Mateo tiene como destinatario a un judeocristianismo moderado que se abre paso a los gentiles, pero permanece fiel a la ley, reinterpretándola a la luz de Jesús, su mensaje, su vida, su muerte y resurrección.
Otro criterio importante de esta narración son los desplazamientos geográficos que ocurren con la venida del Mesías y que responden a las narrativas que mantenía el pueblo judío. Luego de la muerte del rey, José debe emprender el retorno a Judea, pero tiene miedo y decide establecerse con su familia en un lugar más bien marginal, como era Galilea. Con estos detalles, el autor se ajusta a que en Jesús se cumple lo profetizado: nace en Belén (cuna davídica), se desplaza a Egipto (Os 11:1) desde donde es llamado y se le denomina “nazareno” porque crece en Nazaret.
Es interesante analizar cómo Egipto puede ser asumida como casa de esclavitud, durante el éxodo, casa de sobrevivencia cuando ocurre la hambruna en tiempos de José y Jacob o lugar de refugio para una familia de desplazados, como ahora vemos en vv. 13-15. Esto nos permite divisar que la Biblia también tiene raíces africanas, de cara a nuestro objetivo de hacer una relectura descolonizadora. Es decir, no todas las raíces bíblicas son asiáticas y europeas; también África participa en la historia de salvación.
Finalmente, siento que José es el protagonista que hace posible la apertura del plan de Dios. Debe preservar la vida de su familia, huyendo a Egipto primero y luego, cuando la amenaza de muerte se extingue, debe regresar. San Mateo escribe desde un contexto patriarcal, en donde su protagonista es un varón encargado de proteger a su familia, José. Incluso el detalle de que lo hace “de noche” (v. 14) demarca la inmediatez de la obediencia. Aquí hay una diferencia con María, que dialoga con el ángel de Dios sobre “cómo será esto” (Lc 1:34). Si bien su respuesta será un “sí” al plan de Dios, ella pregunta sobre el cómo y se toma el tiempo para decidir. Curiosamente, estamos acostumbrados a pensar en la obediencia de María, que en ella habría sido un valor natural, y la verdad es que en muchos textos es realzada por su obediencia. En este texto de San Mateo, en cambio, podemos hablar de una masculinidad obediente de José. Incluso, aunque obedece cada orden recibida de parte del ángel del Señor, no lo hace sin miedo, que es una emoción endosada a las mujeres por naturaleza. Y el texto habla además del miedo que siente José de regresar a Israel (v. 22). José se convierte, así, en un varón que también asume la obediencia y siente miedo, manifestando una masculinidad que rompe con el molde cultural y religioso de su época.
Dios irrumpe permanentemente en nuestra historia, no importa la temporalidad (tiempos del éxodo, de los profetas o la Palestina del siglo I) o la espacialidad (Egipto, Judea o la Galilea de los gentiles). Lo hace siempre de un modo inusitado, porque sabe que su pueblo sufre opresión, muerte e injusticia, la constante de cada época, lugar o contexto. Se vale de personas humildes y débiles como José y María, que asumen las consecuencias de ser parte de los planes de Dios y cumplen con su voluntad, preservando el germen de la vida en abundancia/digna para todos y todas.
Desafío que no es nada fácil, porque los poderosos de cada tiempo intentan frustrar los planes de Dios, a costa de vidas humanas despreciadas, niños pequeños asesinados sin motivo alguno, niños inocentes de la ambición que ciega a esta gente apegada al poder y dispuesta a todo, con tal de mantenerse así. De ahí el lamento de Raquel y de madres y de padres de cada víctima de la violencia, ayer y hoy. Hoy las víctimas son tan diversas y numerosas que no podemos sino esperanzar la irrupción de nuestro amoroso Dios en nuestra historia de hoy.
Estos tiempos son propicios para acrecentar nuestra fe, analizar las opciones que tenemos al alcance y que significan proyectos de vida digna para las mayorías oprimidas. Limpiemos nuestra mirada, afinemos el oído y “sentipensemos” el cambio aquí y ahora.
Bibliografía
Carter, Warren. Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Trad. Serafín Fernández Martínez. España: EVD, 2007.
En este relato se muestra cómo los planes de Dios se abren espacio en la historia, aun cuando los poderes temporales y terrenos puedan y quieran oponerse. Herodes representaba un poder político de opresión y muerte, mientras que la familia de José, María y Jesús, en desplazamiento continuo, representa la dinámica de los planes de Dios en medio de su pueblo.
Recuerdo que me enseñaron a leer este texto en paralelo con los primeros capítulos del Éxodo, referidos a la intención de Dios de preservar la vida de Moisés, la matanza de niños inocentes y la muerte del rey de Egipto. Hay un claro paralelo entre la muerte del rey de Egipto (Ex 2:23) y la del rey Herodes (Mt 2:19). También la redacción de Ex 4:19-20 es idéntica a la de Mt 2:19-21.
En esta misma línea, sólo dentro de nuestro relato, existen dos citas del Antiguo Testamento que sirven al autor para su interpretación teológica y mesiánica de Jesús. Se trata de Os 11:1, citado en v. 15, y Jer 31:15, citado en v. 18. En el primer caso, amerita resaltar que la alusión a Egipto es para aclarar a su audiencia que Jesús es llamado de Egipto, no que es propio de ese lugar, pues debemos recordar la descripción de la genealogía de Jesús en Mt 1:1-17. San Mateo está interesado en hacer conocer el linaje de Jesús y en mostrar que en él se cumplen las profecías anteriores como la del profeta Oseas. En la segunda cita, la del profeta Jeremías, toma un versículo acerca del clamor y llanto de Raquel que llora por sus hijos y que se rehúsa a cualquier tipo de consolación. Similar al llanto de tantas madres -y padres- que sufrieron por la decisión de Herodes a dar muerte a todo niño menor de dos años en Belén y sus alrededores.
Para este autor, Jesús es el nuevo Moisés, desde el cual Dios procura la salvación/liberación para su pueblo. El evangelio de San Mateo tiene como destinatario a un judeocristianismo moderado que se abre paso a los gentiles, pero permanece fiel a la ley, reinterpretándola a la luz de Jesús, su mensaje, su vida, su muerte y resurrección.
Otro criterio importante de esta narración son los desplazamientos geográficos que ocurren con la venida del Mesías y que responden a las narrativas que mantenía el pueblo judío. Luego de la muerte del rey, José debe emprender el retorno a Judea, pero tiene miedo y decide establecerse con su familia en un lugar más bien marginal, como era Galilea. Con estos detalles, el autor se ajusta a que en Jesús se cumple lo profetizado: nace en Belén (cuna davídica), se desplaza a Egipto (Os 11:1) desde donde es llamado y se le denomina “nazareno” porque crece en Nazaret.
Es interesante analizar cómo Egipto puede ser asumida como casa de esclavitud, durante el éxodo, casa de sobrevivencia cuando ocurre la hambruna en tiempos de José y Jacob o lugar de refugio para una familia de desplazados, como ahora vemos en vv. 13-15. Esto nos permite divisar que la Biblia también tiene raíces africanas, de cara a nuestro objetivo de hacer una relectura descolonizadora. Es decir, no todas las raíces bíblicas son asiáticas y europeas; también África participa en la historia de salvación.
Finalmente, siento que José es el protagonista que hace posible la apertura del plan de Dios. Debe preservar la vida de su familia, huyendo a Egipto primero y luego, cuando la amenaza de muerte se extingue, debe regresar. San Mateo escribe desde un contexto patriarcal, en donde su protagonista es un varón encargado de proteger a su familia, José. Incluso el detalle de que lo hace “de noche” (v. 14) demarca la inmediatez de la obediencia. Aquí hay una diferencia con María, que dialoga con el ángel de Dios sobre “cómo será esto” (Lc 1:34). Si bien su respuesta será un “sí” al plan de Dios, ella pregunta sobre el cómo y se toma el tiempo para decidir. Curiosamente, estamos acostumbrados a pensar en la obediencia de María, que en ella habría sido un valor natural, y la verdad es que en muchos textos es realzada por su obediencia. En este texto de San Mateo, en cambio, podemos hablar de una masculinidad obediente de José. Incluso, aunque obedece cada orden recibida de parte del ángel del Señor, no lo hace sin miedo, que es una emoción endosada a las mujeres por naturaleza. Y el texto habla además del miedo que siente José de regresar a Israel (v. 22). José se convierte, así, en un varón que también asume la obediencia y siente miedo, manifestando una masculinidad que rompe con el molde cultural y religioso de su época.
Dios irrumpe permanentemente en nuestra historia, no importa la temporalidad (tiempos del éxodo, de los profetas o la Palestina del siglo I) o la espacialidad (Egipto, Judea o la Galilea de los gentiles). Lo hace siempre de un modo inusitado, porque sabe que su pueblo sufre opresión, muerte e injusticia, la constante de cada época, lugar o contexto. Se vale de personas humildes y débiles como José y María, que asumen las consecuencias de ser parte de los planes de Dios y cumplen con su voluntad, preservando el germen de la vida en abundancia/digna para todos y todas.
Desafío que no es nada fácil, porque los poderosos de cada tiempo intentan frustrar los planes de Dios, a costa de vidas humanas despreciadas, niños pequeños asesinados sin motivo alguno, niños inocentes de la ambición que ciega a esta gente apegada al poder y dispuesta a todo, con tal de mantenerse así. De ahí el lamento de Raquel y de madres y de padres de cada víctima de la violencia, ayer y hoy. Hoy las víctimas son tan diversas y numerosas que no podemos sino esperanzar la irrupción de nuestro amoroso Dios en nuestra historia de hoy.
Estos tiempos son propicios para acrecentar nuestra fe, analizar las opciones que tenemos al alcance y que significan proyectos de vida digna para las mayorías oprimidas. Limpiemos nuestra mirada, afinemos el oído y “sentipensemos” el cambio aquí y ahora.
Bibliografía
Carter, Warren. Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Trad. Serafín Fernández Martínez. España: EVD, 2007.