Lectionary Commentaries for January 1, 2023
Name of Jesus

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Evangelio

Comentario del San Lucas 2:15-21

Elizabeth Gareca Gareca

San Lucas tiene una forma peculiar de presentar a Jesús en su evangelio, desde el convencimiento de que era el Mesías prometido por Dios a su pueblo sufriente y, por lo tanto, el mundo, las comunidades, deben reconocerle como tal. Este relato (2:15-21) es parte de la presentación de Jesús (1:5-4:13) equivalente a los orígenes del personaje en las biografías antiguas.

En el presente relato aparecen dos grupos de personajes, los ángeles de Dios y los pastores. Ambos grupos se unieron alrededor de un evento puntual de la historia, el nacimiento del niño Jesús. Así comienza este relato de la buena noticia que traen los ángeles de Dios a los pastores en medio de la noche oscura. Una escena feliz, llena de gozo, que los ángeles celebraron en medio de los pastores. Tanto fue el asombro y la alegría de los pastores que, cuando estuvieron nuevamente solos, decidieron ir a Belén para ver lo que había acontecido.

Cuando llegaron al lugar, pudieron observar a la pequeña familia de María, José y el niño (v. 16) en un pesebre, tal como lo había anunciado el ángel de Dios (v. 12). Ellos fueron los testigos directos de ese gran acontecimiento e inmediatamente fluye la comunicación entre los pastores y la familia del pesebre respecto de lo que está aconteciendo, y es de imaginar que el intercambio de información se produce en un cálido ambiente de alegría y gozo.

Por su parte, los pastores retornan a sus lugares, trabajos y cotidianidades gozosos por el acontecimiento. Eran parte de quienes esperaban un Mesías, un Salvador que los liberara de tantas cadenas de opresión e injusticia que vivían. Es de imaginar que el acontecimiento fue compartido con vecinos y familiares, desde el convencimiento de que habían sido testigos del actuar de Dios en la historia.

En cambio, María reflexionaba en su corazón lo que estaba viviendo para no perder detalle de cada acción y palabra que le tocaba vivir (2:19.51). Pareciera que, para el autor, la vivencia del acontecimiento de Jesús es pasada por la conciencia y el corazón de María. Es la única de todos los personajes de este relato que medita, en la profundidad de su ser, el acontecimiento histórico de Dios del cual ella formaba parte en primera instancia.

No sabemos si José comparte la misma emoción/reflexión de María a raíz de su paternidad. Quizá el silencio del autor respecto de José deba entenderse como que es María quien mejor representa el sentir de la pequeña familia. Aunque no dice nada, parece que María está interiorizando la experiencia de Dios en su propio ser. María está vivenciando las consecuencias de haber puesto su vida al servicio del proyecto de Dios cuando le dijo “aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc 1:38) al ángel de Dios. Por eso hace memorias del acontecimiento y transita entre su pasado y su presente para cumplir la voluntad de Dios.

Vivir la vida en forma consciente, discerniendo como lo hizo María, te lleva a cumplir la voluntad de Dios, pues en la meditación encontramos el camino para una experiencia profunda de la divinidad. El discernimiento proporciona sabiduría, y María, no cabe duda, fue sabia en sus decisiones. José y María cumplen juntos con la voluntad de Dios anunciada por el ángel, le dan al niño el nombre que debían darle y cumplen con los ritos que la ley de su pueblo indicaba (v. 21). Al parecer, San Lucas hace hincapié en este cumplimiento para enfatizar en la humanidad de Jesús. Tan humano fue que la familia cumplió con todos los ritos indicados para un niño judío de su época.

La gran protagonista de estos primeros capítulos del evangelio de San Lucas sobre los orígenes de Jesús es María. La pluma de San Lucas va describiendo la experiencia de María, porque sólo con y desde ella se entiende la encarnación de Jesús en la historia de su pueblo. María fue una adolescente humilde que supo vivenciar una experiencia profunda de Dios y dijo sí al plan salvífico de Dios. Ese “sí” implicó una pedagogía de su fe: diálogo con el ángel de Dios (1:34), discernimiento personal y respuesta a la llamada (1:38), y aceptación de las consecuencias hasta el final. Es sólo a través de María que Dios se encarna en la historia de su pueblo. María asume la maternidad con discernimiento, como lo ameritaban los planes de Dios.

No cabe duda de que hoy hemos desfigurado tanto a María que nos cuesta imaginarla inteligente, dialogante, caminante, sororal y excelente compañera de José, vale decir ¡humana! Nuestros pueblos son marianos en su mayoría, pero ese marianismo a veces raya en el mundo mágico y milagrero, lo cual requiere una tarea de deconstrucción. María fue una mujer humilde con sabiduría fruto de la meditación y de su experiencia personal de Dios. Y esto es lo que nos enseña María para nuestro contexto, que debemos experimentar a Dios en forma personal y comunitaria aceptando ser parte de sus planes de salvación y liberación.

María es nuestra inspiración por su resiliencia y su esperanza en el Dios de la liberación (1:46-55). Que hoy sepamos discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas aceleradas, en nuestras cotidianidades sin Dios, y que podamos gestar, “embarazarnos” de Dios, ser vínculos eficaces entre el amor de Dios y el mundo de hoy.

Finalizamos esta reflexión con un poema a María, que se hace oración, del profeta Pedro Casaldáliga (Brasil) y que reza así:

María de Nazaret, cantadora del Magníficat,
servidora de Isabel…
quédate con nosotros, María,
con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia;
quédate con nosotros,
con el Espíritu que te fecundaba la carne y el corazón.
Quédate con nosotros,
con el Verbo que iba creciendo en Ti,
humano y Salvador,
judío y Mesías,
Hijo de Dios e hijo tuyo,
nuestro hermano,
Jesús.1


Nota:

  1. Véase https://pastoraljuvenil.es/misionjoven/santa-maria-del-magnificat/ y https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=dv_11369

Bibliografía

Mora Paz, César y Levoratti, Armando J. “Evangelio según san Lucas.” En Comentario bíblico latinoamericano. Nuevo Testamento. Dirección A. Levoratti y colaboración de E. Tamez y P. Richard. España: EVD, 2003.