Lectionary Commentaries for November 27, 2022
Primer Domingo de Adviento

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Evangelio

Comentario del San Mateo 24:36-44

René Krüger

Otra vez comienza un nuevo año litúrgico. Desde antiguo, la iglesia ha tomado la época de Adviento como un tiempo de preparación y espera activa de la venida del Señor, vinculando la espera de la celebración de su nacimiento en Navidad con la espera de su segunda venida. El texto para el Primer Domingo de Adviento se dedica específicamente a la preparación para la Parusía. Sin necesidad de entrar en las especulaciones y fantasías cultivadas en ámbitos cristianos y también fuera de ellas con el “fin del mundo,” podemos pensar el texto en la perspectiva del encuentro definitivo con nuestro Señor, sea en el momento de su efectiva venida o en el momento en que él nos llame de esta vida a su reino eterno. La exhortación del texto vale exactamente para ambas esperas.

Un breve repaso exegético

El texto fijado para este Primer Domingo de Adviento forma parte de la larga composición de Mt 24-25. En el cap. 24, Mateo reproduce con algunos cambios redaccionales el llamado Apocalipsis Sinóptico de Mc 13 (así también lo hace Lucas en su cap. 21); en el cap. 25, Mateo presenta tres parábolas que tienen que ver con la adecuada preparación para el fin. En el texto bajo estudio, Mateo compaginó partes de Mc 13:32 (Mt 24:36), elementos de la Fuente de los Dichos (Mt 24:37-44) y Mc 13:35 (Mt 24:42). Esta nueva organización muestra la sensibilidad de Mateo por este tema de la preparación constante. El núcleo del texto es una elipse con dos focos: la venida sorpresiva del Señor en el momento menos esperado y la necesidad de estar preparados. Este segundo foco exhortativo está en los vv. 42 y 44. A lo largo del cap. 25, Mateo se explayará sobre esta vigilancia con tres parábolas.

No tenemos espacio para estudiar en profundidad todos los detalles del texto, por ello lo que sigue es apenas un escueto recorrido.

Verso 36: La formulación el día y la hora se refiere a la venida en gloria de Jesús y al fin del mundo. Querer saber cuándo será ese momento y qué señales lo antecederán y lo acompañarán era una preocupación habitual en aquel momento, también viva en los discípulos. Jesús subraya con vehemencia que saber ese momento es dominio exclusivo de Dios. Ni siquiera el Hijo lo sabe… copistas celosamente “cristologistas” eliminaron esa cláusula en copias posteriores porque les resultó chocante que “ni el Hijo” supiera la fecha del fin (interesantemente Lucas omite directamente esta cláusula); pero Mateo presenta esas palabras como de Jesús y así está bien. Precisamente el hecho de que “cristológicamente” resulten incómodas esas palabras es una garantía de su originalidad, pues difícilmente se puede pensar que un cristiano de la segunda generación las haya inventado. Todo el v. realza la soberanía absoluta de Dios y se opone a todos los que pretenden averiguar o –peor– saber el magno momento por sí solos.

Versos 37-39: Para ilustrar la laxitud social frente a algo tan decisivo como lo es la finitud, sea de la propia vida o del mundo entero, Jesús toma una ilustración bien conocida en los ambientes judíos de su época: la apatía de la generación del diluvio (llamativamente no su pecaminosidad). Lo que menos esperaba aquella generación era la posibilidad de un final. La advertencia de Jesús es con respecto a la vida distraída, hasta diría apática con respecto a cualquier dimensión fuera de la mera rutina.

Versos 40-41: Luego Jesús presenta dos ejemplos, uno de una actividad que en ese entonces era de varones (el trabajo del agricultor) y otro de una actividad ejercida por mujeres (la molienda de cereal). La división o separación de los destinos predice lo que se dirá en las parábolas del cap. 25.

El verso 42 es síntesis de todo lo anterior y clave querigmática en la que se concentra el mensaje. Algunos copistas y luego la tradición del llamado Texto Mayoritario (Bizantino, en buena parte) cambiaron el término día por hora. La Versión castellana Reina Valera sigue el Texto Mayoritario, pero hay consenso exegético de que día es el término original. Este vocablo proviene de la tradición veterotestamentaria del Día del Señor, anunciado por los profetas. Lo peculiar ahora consiste en la equivalencia de ese día de juicio final con la parusía del Jesucristo, el Señor. Nótese que Mateo subraya vuestro Señor.

Verso 43: Este v. es una fundamentación de la exhortación del v. anterior. Tiene la forma de una comparación muy breve, de fácil comprensión. El enlace con la situación aludida es el elemento de sorpresa, no una equiparación del Señor con un ladrón. Mateo volverá a dar una explicación más ampliada sobre la misma cuestión en 24:45-51 con otro material de la Fuente de los Dichos.

Verso 44: En esta nueva síntesis, tomada de la Fuente de los Dichos, dice hora. Agudiza en cierta manera la exhortación sobre el día del v. 42. El énfasis está en estar preparados.

El dicho tiene una referencia cristológica importante: el Señor (vuestro) del verso 42 ahora es designado Hijo del hombre. Esta aclaración es fundamental para la identificación de Jesús. Mateo deja en claro contra toda sospecha que el Señor vuestro, que sin ninguna duda es Jesucristo, es el Hijo del hombre. No cabe ninguna otra identificación. Tampoco cabe especular con que Jesús haya “esperado” la venida de un Hijo del hombre diferente o que haya tenido dudas sobre su propia identidad y su misión. Estas especulaciones propias de ciertas líneas exegéticas son proyecciones de dudas actuales sobre Jesús, sin ningún asidero en los textos del NT.

Breve reflexión

Siempre fue muy actual hablar del fin del mundo. Hay una larga historia de especulaciones, imágenes y modelos para imaginarse ese fin, desde las más fantasiosas hasta las más crueles, sádicas y sadomasoquistas. Basta con ver lo que aparece en internet al buscar “fin del mundo” y a uno se le revuelven las entrañas teológicas. Y eso que Jesús fue absolutamente sobrio y sencillo al explicar estas cuestiones. Pero también el arrebatamiento, la fecha más o menos exacta del fin, incluso la geografía, la vestimenta y otros ingredientes han sido revueltos por una licuadora antiexegética para producir manjares y elixires que gustan a internos y espantan a externos. El consuelo tan fuerte que volcó Juan en su Apocalipsis ha sido transformado en espantología, al decir de Juan Stam; el llamado de Jesús a velar y estar preparado, que es el énfasis de Jesús en el texto bajo estudio, parece importar menos que la especulación y el goce anticipado de la destrucción de los condenados.

Jesús no se detiene en descripciones abigarradas del fin, que tanto gustaban a sus contemporáneos. Propone una actitud de espera vigilante. Con las parábolas de Mt 25, se descubre que esta actitud se relaciona con la ética y el amor al prójimo débil, desprotegido, abandonado y necesitado de contención. Por lo demás, nada de descripciones llamativas.

Rumbo a la predicación

Es buen ejercicio homilético elegir uno–uno solo–de los varios temas que contiene todo texto y elaborar con él el sermón. No es para nada conveniente predicar sobre todos los focos que tiene un texto. A continuación, apenas algunas sugerencias para la predicación, no un recetario autoritario.

  • ¿Hay inquietudes relacionadas con el paso inexorable del tiempo en nuestra sociedad o se vive nomás como si todo fuera una gran repetición cíclica de día y noche, sin esperanza ni meta? ¿Qué expectativas masivas hay? ¿Qué temores, miedos, angustias? Luego de seis décadas volvió el fantasma de la amenaza nuclear a nuestro mundo y constituye una preocupación terrible para muchas personas. ¿Qué esperamos como comunidad cristiana? ¿Es tema de oración y reflexión la cuestión del fin, sea del mundo o el fin personal de cada cual?
  • Jesús tomó en serio las preocupaciones sobre el fin de la gente de su momento, pero no fogoneó el miedo con imágenes terribles. Tampoco ridiculiza el concepto de un juicio, como quizás les gustaría a quienes hoy consideran que no es conveniente hablar de juicio y condenación, pues “Dios es todo amor.” Lejos de esa banalización de la seriedad de la responsabilidad que Dios ha puesto en nuestra persona, el texto de hoy nos muestra que Jesús enseñó cómo encarar la vida, el paso del tiempo y la expectativa de un final. Velar y estar preparado/a para esa “sorpresa” implican una vida en la que ponemos un ojo en el Señor que vino, está con nosotros/as y vendrá en gloria; y el otro ojo en quienes viven alrededor nuestro y a quienes nos debemos en amor. Hablar de preparación se refiere a una manera de vivir según la voluntad de Dios. Vivir como si Jesús ya estuviera con nosotros/as. Y de hecho el condicional estuviera se transforma en realidad: efectivamente, él ya está con nosotros/as. Esa certeza de vivir constantemente con Jesús puede moldear nuestra actitud y nuestras acciones y nos puede impulsar a anunciar a Jesucristo y a practicar solidaridad con sus hermanos/as más pequeños/as.