El relato de Lucas 23:33-43 (cf. Mc 15:22-32; Mt 27:33-44 y Jn 19:16b-24) en su forma actual reelabora las versiones de Marcos y Mateo con el propósito de combinar el relato humillante de la crucifixión de Jesús con la singularidad de la proclamación cristiana de la gracia infinita de perdón de pecados a través de Jesucristo (Hch 2:22-39). En un análisis estructural encontramos lo siguiente:
A Inicia con los vv. 33-34a en que Jesús es crucificado junto a dos malhechores y pide a Dios perdón para los demás
B En el v. 34b los soldados echan suertes para repartirse entre ellos la ropa de Jesús
C En el v. 35 la gente observa y los gobernantes escarnecen a Jesús
D En los vv. 36-37 los soldados escarnecen a Jesús
E En el v. 38 aparece el mensaje sobre la cruz como escarnio: “Este es el Rey de los judíos”
D1 En el 39 uno de los malhechores escarnece a Jesús
C1 En el v. 40 el otro malhechor que escuchaba en silencio ahora reprende al escarnecedor
B1 En el v. 41 el malhechor arrepentido acepta su suerte en la condena como un pago justo
A1 Concluye en los 42-43 en que Jesús crucificado le concede el perdón al malhechor arrepentido.
En conclusión, con los dos agregados que incluye Lucas y que no están en Marcos y Mateo (la oración de perdón para los demás del v. 34a y el arrepentimiento del malhechor y el perdón de Jesús del v. 43), el mensaje central del relato es el perdón de Jesús, Cristo y Rey.
Crucifixión y pedido de perdón de Jesús para sus enemigos (vv. 33-34)
Jesús fue crucificado en el lugar conocido como la Calavera, una montaña, junto a otros dos condenados, que realmente eran malhechores (v. 33; cf. Mc 15:27.32; Mt 27:38.44; Lc 23:40-41; Is. 53:12). La crucifixión romana era una forma de advertencia para los crímenes contra Roma y de humillación y dolor mortal del condenado (Craddock, p. 272). Reafirmando su enseñanza a sus discípulos/as en la oración del Padrenuestro (Lc 11:4), Jesús crucificado ora a Dios pidiéndole que perdone a los responsables de su crucifixión, judíos y romanos, porque no saben lo que hacen (v. 34a), un ejemplo que será seguido por Esteban (Hch 7:60). Los vestidos de Jesús por los cuales los soldados echaron suertes (v. 34b) fueron una gratificación para quien se los ganó (MacLean, p. 408) y en Lucas el hecho da cumplimiento también a la Escritura (Sal 22:18).
Escarnios en la crucifixión (vv. 35-39)
Mientras el pueblo miraba la crucifixión, los gobernantes judíos (miembros del Sanedrín) se decían entre ellos escarneciendo a Jesús: “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios” (v. 35; cf. Sal 22:7-8). Los soldados escarnecían a Jesús ofreciéndole vinagre (v. 36; cf. Sal 69:21) y le decían: “Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). La inscripción sobre la cruz decía “Este es el Rey de los judíos” (v. 38) y aparece como un “escarnio para Jesús” (Schmid, p. 501). Uno de los malhechores le dijo a Jesús en tono de escarnio: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39). Tres escarnios coinciden en tentar a Jesús en la etapa más vulnerable de su vida, en la que había sido privado de su libertad, de su dignidad, de sus posesiones y de su vida. Esas tentaciones son como la repetición de las tentaciones (Lc 4:1-13) al inicio de su ministerio público (Nickle, 251).
Arrepentimiento, confesión y perdón de Jesús al malhechor (vv. 40-43)
El malhechor arrepentido es muy consciente de su propio castigo y su causa, así como también de que no había causa legal para el castigo a Jesús (vv. 40-41). Entendía que Jesús era justo. Sin embargo, llama la atención su oración/pedido al crucificado, a quien se dirige como Rey: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino” (v. 42). Esta oración toma los escarnios a Jesús de los versículos anteriores y los transforma en una hermosa confesión de fe, la de que Jesús es Cristo y Rey. Jesús le responde con gracia infinita. En lugar de concederle el pedido de estar en su reino futuro, le promete estar en el paraíso ese mismo día (v. 43). Así, en un contexto de creencias judías tales como que “los israelitas muertos resucitarían” en el día del Mesías; que “todos los muertos van en el estadio intermedio al sheol, del cual son redimidos los justos en la resurrección” y que los mártires justos “van directamente después de la muerte al paraíso” (Schmid, pp. 501-502), las palabras de Jesús son promesa de salvación para hoy.
Temas cristológicos en la crucifixión
La antigua confesión de fe de las primeras comunidades cristianas, la de que Jesús es Cristo, está claramente expresada en el relato de Lucas. Hoy las comunidades de fe estamos llamadas a proclamar que Jesús es Cristo, el enviado de Dios, el ungido, el Mesías. Pero, ¿cómo lo proclamamos y mostramos hoy? Un buen comienzo es entender por qué Jesús fue aceptado como Cristo en las primeras comunidades cristiana.
Algunas de esas razones son: a) porque Jesús lleno del Espíritu de Dios venció las tentaciones, como se ve en las tentaciones en el desierto (Mt 3:13-4:11); b) porque Jesús enseñaba a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios como se ve en las Bienaventuranzas (Mt 5-7); c) porque Jesús priorizaba a las personas y sus necesidades por sobre las costumbres y leyes religiosas, como se ven en la curación del hombre con la mano seca en día de reposo (Lc 6:6-11); d) porque Jesús no discriminaba a las personas, sino que recibía y perdonaba a las personas odiadas por la sociedad, como se ve en el caso de Zaqueo (Lc 19:1-10); e) porque Jesús mostraba solidaridad con los grupos sociales vulnerables, como se ve con la mujer adúltera (Jn 7:53-8:11); f) porque Jesús ilustró con su vida que el poder de una persona no está en su posición o cargo, sino en el servicio a los demás (Mc 10:35-45).
Luego, tenemos que llegar a ser personas y comunidades de fe que hagan lo mismo que Cristo hacía para justificar con los hechos el nombre de “cristianos/as.”
Otra confesión de fe de las primeras comunidades cristiana fue que Jesús era Rey. Este mensaje también está en el relato de Lucas. Pero, ¿en qué sentido Jesús es Rey? Con toda seguridad no en el sentido ni estilo de los reyes de las naciones ni de los emperadores que imponían su autoridad con el poder militar. Jesús es Rey porque ese título reflejaba la máxima autoridad en ese tiempo y para los creyentes Jesús llegó a ser la fuente máxima de autoridad para conducirse en la vida. Además, porque a diferencia de los reyes de Israel que administraban justicia pervirtiendo el derecho y poniéndose por sobre la ley, Jesús administraba justicia según las enseñanzas de los profetas y el espíritu de la Torah. Finalmente, porque a diferencia de los reyes y emperadores de ese tiempo que usaban el poder para beneficio propio, Jesús rechaza esa forma de uso del poder, tal como se ve en las tres tentaciones en el desierto y en las provocaciones y escarnios en la crucifixión. Jesús no usó el poder para salvarse a sí mismo, ni para su propio beneficio, sino para salvar y beneficiar a otros.
Así, la forma de conducirse de Jesús no se parece a la de los reyes. Jesús no buscaba ser el Rey de los judíos, sino modelar y conducir un grupo de personas para que incidieran en el cambio y transformación de la sociedad. Hoy, las comunidades de fe, al proclamar que Jesús es Rey, tenemos que seguir su ejemplo y liderazgo para amar sin discriminación, servir a los/as necesitados/as y de usar el poder para la salvación y el beneficio de los demás.
Bibliografía
Craddock, Fred B. Interpretation. A Bible Commentary for Teaching and Preaching. Luke. Louisville: John Knox Press, 1990. (pp. 272-274).
MacLean Gilmour S. “The Gospel According to S. Luke”. En: The Interpreter´s Bible, Vol. III. editado por George Arthur Buttrick y otros. New York: Abingdom Press, 1952. (pp. 406-411).
Manson, William. The Gospel of Luke. New York: Harper and Brothers Publishers, 1930. (pp. 228-232).
Nickle, Keith F. Preaching the Gospel of Luke. Proclaiming God´s Royal Rule. Louisville: Westminster John Knox Press, 2000. (pp. 250-252).
Ringe, Sharon H. Luke. Louisville: Westminster John Knox Press, 1995. (pp. 277-279).
Schmid, Josef. El evangelio de San Lucas. Barcelona: Editorial Herder, 1968. (pp. 498-502).
Introducción
El relato de Lucas 23:33-43 (cf. Mc 15:22-32; Mt 27:33-44 y Jn 19:16b-24) en su forma actual reelabora las versiones de Marcos y Mateo con el propósito de combinar el relato humillante de la crucifixión de Jesús con la singularidad de la proclamación cristiana de la gracia infinita de perdón de pecados a través de Jesucristo (Hch 2:22-39). En un análisis estructural encontramos lo siguiente:
A Inicia con los vv. 33-34a en que Jesús es crucificado junto a dos malhechores y pide a Dios perdón para los demás
B En el v. 34b los soldados echan suertes para repartirse entre ellos la ropa de Jesús
C En el v. 35 la gente observa y los gobernantes escarnecen a Jesús
D En los vv. 36-37 los soldados escarnecen a Jesús
E En el v. 38 aparece el mensaje sobre la cruz como escarnio: “Este es el Rey de los judíos”
D1 En el 39 uno de los malhechores escarnece a Jesús
C1 En el v. 40 el otro malhechor que escuchaba en silencio ahora reprende al escarnecedor
B1 En el v. 41 el malhechor arrepentido acepta su suerte en la condena como un pago justo
A1 Concluye en los 42-43 en que Jesús crucificado le concede el perdón al malhechor arrepentido.
En conclusión, con los dos agregados que incluye Lucas y que no están en Marcos y Mateo (la oración de perdón para los demás del v. 34a y el arrepentimiento del malhechor y el perdón de Jesús del v. 43), el mensaje central del relato es el perdón de Jesús, Cristo y Rey.
Crucifixión y pedido de perdón de Jesús para sus enemigos (vv. 33-34)
Jesús fue crucificado en el lugar conocido como la Calavera, una montaña, junto a otros dos condenados, que realmente eran malhechores (v. 33; cf. Mc 15:27.32; Mt 27:38.44; Lc 23:40-41; Is. 53:12). La crucifixión romana era una forma de advertencia para los crímenes contra Roma y de humillación y dolor mortal del condenado (Craddock, p. 272). Reafirmando su enseñanza a sus discípulos/as en la oración del Padrenuestro (Lc 11:4), Jesús crucificado ora a Dios pidiéndole que perdone a los responsables de su crucifixión, judíos y romanos, porque no saben lo que hacen (v. 34a), un ejemplo que será seguido por Esteban (Hch 7:60). Los vestidos de Jesús por los cuales los soldados echaron suertes (v. 34b) fueron una gratificación para quien se los ganó (MacLean, p. 408) y en Lucas el hecho da cumplimiento también a la Escritura (Sal 22:18).
Escarnios en la crucifixión (vv. 35-39)
Mientras el pueblo miraba la crucifixión, los gobernantes judíos (miembros del Sanedrín) se decían entre ellos escarneciendo a Jesús: “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios” (v. 35; cf. Sal 22:7-8). Los soldados escarnecían a Jesús ofreciéndole vinagre (v. 36; cf. Sal 69:21) y le decían: “Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). La inscripción sobre la cruz decía “Este es el Rey de los judíos” (v. 38) y aparece como un “escarnio para Jesús” (Schmid, p. 501). Uno de los malhechores le dijo a Jesús en tono de escarnio: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39). Tres escarnios coinciden en tentar a Jesús en la etapa más vulnerable de su vida, en la que había sido privado de su libertad, de su dignidad, de sus posesiones y de su vida. Esas tentaciones son como la repetición de las tentaciones (Lc 4:1-13) al inicio de su ministerio público (Nickle, 251).
Arrepentimiento, confesión y perdón de Jesús al malhechor (vv. 40-43)
El malhechor arrepentido es muy consciente de su propio castigo y su causa, así como también de que no había causa legal para el castigo a Jesús (vv. 40-41). Entendía que Jesús era justo. Sin embargo, llama la atención su oración/pedido al crucificado, a quien se dirige como Rey: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino” (v. 42). Esta oración toma los escarnios a Jesús de los versículos anteriores y los transforma en una hermosa confesión de fe, la de que Jesús es Cristo y Rey. Jesús le responde con gracia infinita. En lugar de concederle el pedido de estar en su reino futuro, le promete estar en el paraíso ese mismo día (v. 43). Así, en un contexto de creencias judías tales como que “los israelitas muertos resucitarían” en el día del Mesías; que “todos los muertos van en el estadio intermedio al sheol, del cual son redimidos los justos en la resurrección” y que los mártires justos “van directamente después de la muerte al paraíso” (Schmid, pp. 501-502), las palabras de Jesús son promesa de salvación para hoy.
Temas cristológicos en la crucifixión
La antigua confesión de fe de las primeras comunidades cristianas, la de que Jesús es Cristo, está claramente expresada en el relato de Lucas. Hoy las comunidades de fe estamos llamadas a proclamar que Jesús es Cristo, el enviado de Dios, el ungido, el Mesías. Pero, ¿cómo lo proclamamos y mostramos hoy? Un buen comienzo es entender por qué Jesús fue aceptado como Cristo en las primeras comunidades cristiana.
Algunas de esas razones son: a) porque Jesús lleno del Espíritu de Dios venció las tentaciones, como se ve en las tentaciones en el desierto (Mt 3:13-4:11); b) porque Jesús enseñaba a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios como se ve en las Bienaventuranzas (Mt 5-7); c) porque Jesús priorizaba a las personas y sus necesidades por sobre las costumbres y leyes religiosas, como se ven en la curación del hombre con la mano seca en día de reposo (Lc 6:6-11); d) porque Jesús no discriminaba a las personas, sino que recibía y perdonaba a las personas odiadas por la sociedad, como se ve en el caso de Zaqueo (Lc 19:1-10); e) porque Jesús mostraba solidaridad con los grupos sociales vulnerables, como se ve con la mujer adúltera (Jn 7:53-8:11); f) porque Jesús ilustró con su vida que el poder de una persona no está en su posición o cargo, sino en el servicio a los demás (Mc 10:35-45).
Luego, tenemos que llegar a ser personas y comunidades de fe que hagan lo mismo que Cristo hacía para justificar con los hechos el nombre de “cristianos/as.”
Otra confesión de fe de las primeras comunidades cristiana fue que Jesús era Rey. Este mensaje también está en el relato de Lucas. Pero, ¿en qué sentido Jesús es Rey? Con toda seguridad no en el sentido ni estilo de los reyes de las naciones ni de los emperadores que imponían su autoridad con el poder militar. Jesús es Rey porque ese título reflejaba la máxima autoridad en ese tiempo y para los creyentes Jesús llegó a ser la fuente máxima de autoridad para conducirse en la vida. Además, porque a diferencia de los reyes de Israel que administraban justicia pervirtiendo el derecho y poniéndose por sobre la ley, Jesús administraba justicia según las enseñanzas de los profetas y el espíritu de la Torah. Finalmente, porque a diferencia de los reyes y emperadores de ese tiempo que usaban el poder para beneficio propio, Jesús rechaza esa forma de uso del poder, tal como se ve en las tres tentaciones en el desierto y en las provocaciones y escarnios en la crucifixión. Jesús no usó el poder para salvarse a sí mismo, ni para su propio beneficio, sino para salvar y beneficiar a otros.
Así, la forma de conducirse de Jesús no se parece a la de los reyes. Jesús no buscaba ser el Rey de los judíos, sino modelar y conducir un grupo de personas para que incidieran en el cambio y transformación de la sociedad. Hoy, las comunidades de fe, al proclamar que Jesús es Rey, tenemos que seguir su ejemplo y liderazgo para amar sin discriminación, servir a los/as necesitados/as y de usar el poder para la salvación y el beneficio de los demás.
Bibliografía